Jesús García Calero llegó a la redacción del ABC en 1989, durante la guerra del Golfo pérsico y una perestroika que precipitó la caída del muro de Berlín. De esos treinta y dos años, veintisiete han transcurrido para él en la sección de Cultura, una de las más influyentes y de mayor peso en toda la prensa española, y de la que Calero es hoy su máximo responsable.
Heredero de Blanco y negro, la revista creada por Torcuato Luca de Tena en 1897, el ABC Cultural ha tenido entre sus colaboradores firmas destacadas de la literatura y la crítica especializada, que han trabajado bajo la batuta de Blanca Berasategui o Fernando R. Lafuente. Ahora corresponde el turno a Calero, quien a partir de este 27 de marzo acerca una versión renovada de la publicación, que se abre a nuevos registros y puntos de vista.
Su conocimiento de la información y los entresijos del quehacer cultural, además de una profunda capacidad de reflexión, sensibilidad creativa y rigor periodístico, han convertido a Jesús García Calero en uno de los mejores del periodismo cultural español. Aficionado a la navegación y especialista en patrimonio naval, Calero ha abordado en la sección desde el naufragio de la justicia española ante el Odyssey o el buque Glorioso pintado por Augusto Ferrer-Dalmau con la ayuda del escritor Arturo Pérez-Reverte hasta el expurgo de la correspondencia de Juan de Borbón, al que dedicó un libro escrito con Juan Fernández-Miranda y publicado por Plaza & Janés.
Nada le resulta ajeno a Calero. No rehúye el debate ni renuncia al deber de fiscalizar a las principales instituciones y sus responsables. Tampoco entiende la cultura como un territorio baldío o inofensivo, sino justamente lo contrario. Para él ha de ser el lugar desde donde pensar la cosa pública y propiciar el entendimiento, y así lo defiende: “Queremos ofrecer a los lectores una base lo más sólida posible para que participen como ciudadanos mejor informados en el debate y en la cultura”.
En el perfil de Jesús García Calero se mezclan los atributos del explorador, el reportero, el arqueólogo e incluso del navegante. Segoviano, hijo de un maestro de hidalga biblioteca y periodista siempre alerta, Calero recibe a entrevistadora y fotógrafo en una redacción aún desierta. Excepto el suyo, los monitores están apagados: a esta hora los periodistas están a la caza de una buena historia.
Sobre las nuevas incorporaciones y secciones del ABC Cultural a partir de ahora, así como los retos del periodismo en tiempos de Internet, conversa Jesús García Calero en esta entrevista concedida a una publicación con la que comparte espíritu, lecturas y ahora tripulación tras el fichaje de María José Solano, responsable de Zenda Aventuras y firma zendiana esencial, a quien ha invitado a participar en esta nueva etapa del suplemento que ahora dirige.
—Es una cabecera con casi 30 años, o 130, según se mire. ¿Qué encontrarán los lectores en ABC Cultural a partir del 27 de marzo?
—Espero que encuentren mil razones para leernos, cada semana, desde cualquier ámbito o posición ideológica. ABC Cultural quiere seguir siendo un referente de buen periodismo y crítica cultural, en el que se plantearán muchos debates de nuestra sociedad desde la óptica de la Cultura, que es muy especial, que aporta profundidad, y lo haremos como siempre, sin sectarismo y con las mejores firmas, en este momento en el que la cultura se ha vuelto más importante para todos. De tal palo, tal astilla: como dices, ABC nació en 1903 como un periódico ilustrado asociado a la cultura, gracias a Torcuato Luca de Tena. A lo largo de toda su vida, que son 118 años de historia de España (que es el siglo del periodismo), han pasado por aquí firmas muy importantes. Se respira cultura de manera muy natural. En cualquier época encontrarás metáforas, reflexiones, obras de arte, ensayos, artículos literarios y filosóficos, además de noticias. La Cultura es la C del ABC. Tiene tanta importancia como la política, la economía o los temas sociales. Dentro de esa estructura, el suplemento surgió hace ya más de treinta años, a partir de la reunión de los otros que ya existían por separado (libros, música, arte). Era la época de Luis María Anson y fue Blanca Berasategui la encargada de dirigirlo entonces. Yo entré a esta casa en 1989 y desde el año 1994 trabajo en Cultura. Hablo de lo que he visto, de lo que he vivido. Y el equipo actual, con Laura Revuelta como redactora jefa, es de lo mejor que hemos tenido.
—¿Qué aportará esta nueva versión del suplemento ABC Cultural dirigida por Jesús García Calero?
—Queremos abrir algunas ventanas. Una, importante, al español de América. ¿Cómo vamos a dialogar si no nos escuchamos? Una de las líneas maestras de esta nueva etapa es la puesta en valor del español, el vehículo de la cultura que compartimos, aunque en España sea objeto de presiones y acosos, o por eso mismo. Se trata de proponer voces cuyo registro puede propiciar esa conversación a través del Atlántico. Comenzamos con un escritor y un periodista argentino tan importante como Jorge Fernández Díaz. Le seguirán la colombiana Piedad Bonet, que también es una grande de las letras, y algunos otros, de jóvenes generaciones, como el venezolano Rodrigo Blanco, que además ahora está viviendo aquí. Los españoles tenemos un pesimismo casi antropológico. La mirada de alguien que convive con nosotros, con otro contexto cultural, aportará mucho.
Una de las mayores sorpresas será leer los telegramas de (José Luis) Garci, que también empiezan a llegarnos hoy. Es un cineasta maravilloso y además escribe en estado de gracia, con algo poético, luminoso. Mezclará su visión vital sobre grandes películas mezclada, no agitada, como en una coctelera, con una inacabable imaginación rebosante de referencias culturales.
También vamos a abrir otra ventana al mundo de la Academia, que representa una de las grandes riquezas asociadas al idioma y encierra parte de las explicaciones sobre por qué la cultura en español tiene tanta pujanza en el resto del mundo. Cada semana un académico de la RAE abordará las distintas maneras de hablar e incluso correcciones tan ingeniosas como las que hacen en Twitter. A partir de este sábado veremos latir el corazón de la academia en esa página. Y más cosas…
—¿Este nuevo ABC Cultural es un proyecto revolucionario o reformista?
—Reformista, sin duda. Cuando llevas tanto tiempo en un mismo periódico y has visto distintas etapas, lo primero que sientes es un respeto enorme por el trabajo de quienes han conseguido que ese suplemento brille y siga en pie, convocando a tantos lectores diferentes. Esta es una de las secciones donde se hace más visible un espacio de diálogo, más aún en un momento en el que la sociedad está dividida y asediada por los muros de radicalismo y la polarización política, que desemboca en la falta de respeto por los argumentos del otro. La cultura es perfecta para derrumbar parte de esos muros. Tenemos que hacer un doble esfuerzo para seguir siendo el lugar en donde se pueda argumentar, reflexionar, hablar.
—¿Cambiarán otras cosas? ¿El diseño, por ejemplo?
—Ahora mismo tenemos un nuevo director de arte, Carlos Caneiro, y es natural que en algún momento podamos abordar ciertos cambios, pero no inmediatos. El diseño creado por Cristina de la Serna para el suplemento es elegante, realmente fabuloso. Ella ha estado modificando algunos elementos, la página «americana» de la que hablaba, o las listas de libros. Ha creado un bonito pódium. Hacer visibles los grandes libros, diez o doce como mucho. Ahí, junto a la lista, continuaremos, porque nos gusta leerlos cada semana, con Pedro Cuartango y Carlos Aganzo. Aganzo comenzará ya una serie de conversaciones con gente del sector (editores, autores, traductores, libreros) para mostrar qué hay tras las bambalinas: un libro es un prodigio y es importante que se sepa que eso es obra de mucha gente. Cuartango, que estaba haciendo una serie de filósofos, pronto abrirá el campo para reflejar momentos estelares de la cultura, que demuestran lo que nos aportan la imaginación humana y el pensamiento. Pero también proponemos otras historias en esa página, novedades importantes: María José Solano, a la que en Zenda conocéis, para empezar, viajará —casi diría «irá de caza»— al siglo XIX (aunque no sólo) para traernos breves episodios de autores olvidados que iluminan debates de plena actualidad: el feminismo, la política… Lo moderno, como ella dice, es a veces lo que hemos olvidado. Es una perspectiva interesantísima. Se turnará con un joven periodista, Javier Villuendas, que plantará un radar de libros, músicas, creadores de calidad, que todavía no están muy visibles, que son como senderos aún poco transitados. Ahí leeremos sobre lo moderno de ayer y de mañana…
—Blanco y negro, fundada en 1891 por Torcuato Luca de Tena, ¿puede considerarse como antecesora directa de ABC Cultural?
—Salvando muchas distancias, creo que sí. Comparten el mismo ADN, que es la cultura. Torcuato Luca de Tena contó con artistas y creadores para fundar un proyecto que fue revolucionario en su momento. Cuando se funda el ABC Cultural, ya ha terminado la Transición, la cultura es plenamente democrática, el exilio está recuperado, el Guernica está en Madrid y ha habido una gran exposición de Velázquez tan impactante que arrastra tanto público como una estrella del rock. Cuando todo eso ha ocurrido un periódico como ABC vuelve los ojos a la cultura como un todo, entendiéndola ampliamente. Ese empeño ha permanecido por décadas, con distintos matices, pero al final se mantienen una serie de firmas importantes: nuestros críticos y periodistas son la base de lo que hacemos. Lo son no sólo porque han leído mucho y tienen una magnífica capacidad de diagnóstico, sino porque saben contarlo y compartirlo. Hemos vivido muchos cambios desde la década de los noventa, fundamentalmente por el mundo digital y de internet. Ha cambiado la atención y la crítica se ha tenido que adaptar, pero el valor de estas firmas que han ido evolucionando para cumplir con las nuevas exigencias de los lectores es nuestra mayor riqueza. Hoy la batalla es por la atención y el tiempo de los lectores. Y creo que lo que nos aportan nuestros críticos, nuestras firmas, merece nuestra atención. Queremos ofrecer a los lectores una base lo más sólida posible para que participen como ciudadanos mejor informados en el debate y en la cultura.
—¿La sección de cultura hará una transfusión al suplemento en su vocación de interpelar y abordar lo cultural críticamente?
—En cualquier empeño de explicar las cosas siempre debe existir una visión crítica. En los suplementos, sin embargo, hay otros ritmos. Más que una transfusión, se complementarán. La sección sigue el pulso de la actualidad, el suplemento aporta profundidad y debate. Pero claro, queremos estar en los debates de la cultura, sobre todo en el contexto que viene y del que ya ha asomado la gravedad de la crisis económica. Hay sitios que, pese a todo, funcionan bien como los teatros, pero otros se han venido abajo. ¿Cómo están los exhibidores de cine? ¿Y las empresas asociadas a la cultura que llevan meses con ERTEs y créditos del ICO pero que no han podido facturar? Juzgar cómo se gestiona esta situación desde el Gobierno y las comunidades autónomas es un imperativo. Estar al tanto de lo que ocurre en estas circunstancias es deber para cualquier periodista. Todavía no se reconoce en España completamente el valor que tiene la cultura desde el punto espiritual, cívico, reflexivo y también económico. En un país como España, que vive del turismo, los conciertos, las salas de teatro y los museos son el tractor de la economía.
—¿Cuál es el origen de la renovación del suplemento? ¿Tienen algo que ver los cambios en el periódico y el grupo?
—La llegada de Julián Quirós a la dirección de ABC ha sido una muy buena noticia para los lectores. El periódico ha ensanchado su base y ha establecido unos estándares muy exigentes, con atención a las nuevas narrativas. Una reorganización pilotada por Agustín Pery. Creo que ya asoma claramente la mejor versión de ABC, que seguirá desarrollándose. La decisión de establecer, por ejemplo, áreas de responsabilidad permite esta conjunción, inédita hasta ahora, de coordinar los esfuerzos de la sección de Cultura y del suplemento ABC Cultural, además de marcar la prioridad que todos volcamos en la web. Estamos empezando a explorar las posibilidades que abre este cambio, creo que es muy prometedor. Les diría a los lectores de Zenda que se asomen al especial «Bares, la gran extinción» que realizamos el pasado otoño y está en abierto. O que, hoy mismo, lean el ABC Cultural, dedicado a un tema que puede parecer divertido: «¿Hemos perdido el sentido del humor?». El contexto de todos los medios es difícil ahora, un proceso de búsqueda de lectores que sostengan nuestro trabajo. Queremos ser útiles y merecer su atención y su confianza. Y prometo que no nos permitiremos aburrirles, aunque está la actualidad ciertamente muy poco aburrida… Con ironía, inteligencia, crítica, y sobre todo con rigor periodístico, vamos ensanchando el camino poco a poco. Y creo que pocas veces se ha sentido una mayor fidelidad a lo que ABC ha sido. El actual equipo, en el grupo Vocento y en ABC, tiene muy claro todo esto.
—Blanca Berasategui habló en su momento del sectarismo de la izquierda cultural. ¿Existe hoy tal cosa?
—Sí, claro, y existe tanto en la izquierda como en la derecha. Lo que ocurre es que el discurso cultural en la España actual es hegemónicamente de izquierda, y por eso su sectarismo tiene una potencia de «cancelación», una capacidad de censura mucho mayor. Los apartados por ese discurso hegemónico caen en catacumbas. Nuestro deber es entrar ahí, con linterna o con una antorcha, e iluminar. Ese es uno de los temas más importantes de nuestro tiempo, probablemente, en el terreno cultural. Porque el sectarismo de izquierda surge de su alianza con las minorías activistas y tiene como peculiaridad que te indica con mucha presión lo que debes pensar, comer, las palabras que debes usar… El de la derecha es más un prejuicio. Da mucho que pensar escuchar a los representantes políticos de la izquierda cultural hablar de ese rechazo a todo lo que consideran facha, y que últimamente es un rasgo que va desde el PSOE a la extrema derecha. En los últimos años he percibido nuevas voces, así como análisis y ensayos dedicados a revisar el legado de la izquierda cultural. Pero… ¿qué está ocurriendo al otro lado? ¿Por qué no escuchamos esas otras voces? Porque no hay diálogo, y eso genera un empobrecimiento absoluto de la conversación. Para eso está el periodismo cultural también. Evidentemente, vamos a combatir el sectarismo, pero sin incurrir en sus errores, principalmente el discurso emocional y la moral de tribus. Eso exige un compromiso con la complejidad. Merece la pena la lucha de argumentos contrastados con los hechos comprobables. Es una responsabilidad cívica y política. La verdadera batalla política en la España de los extremos es la del diálogo y la cultura en su sentido más estricto.
—La publicación de las entrevistas de The Paris Review (Acantilado) da una idea del paso del tiempo. ¿Cómo ha cambiado el periodismo en los suplementos culturales durante las últimas décadas?
—En España ocurre algo de lo que el ABC fue pionero: los diarios generalistas asumieron la necesidad de hacer un suplemento cultural, algo hasta entonces reservado para las revistas especializadas y académicas. Eso tuvo un impacto positivo, porque sometió la cultura a debate y la democratizó. Sobre el libro con las entrevistas de The Paris Review, anteanoche estuve releyendo la de Koestler, que es un grande de la cultura europea, que decía cosas inaceptables para los guardianes del discurso hegemónico, por resultar políticamente incorrectas. Ni siquiera podríamos decir que alardeaba, sino que respiraba sus propias rarezas, y el periodista las describe con una limpidez y un respeto que me parece el empeño que tenemos que seguir. No estamos para adoctrinar ni juzgar, sino para contar lo que vemos. Y para dar voz a los creadores.
—¿Qué papel juega la tecnología en la renovación del ABC Cultural? ¿Conseguir lectores más jóvenes, acaso?
—Nos interesa mucho, porque está cambiando culturalmente el mundo. Ampliamos en la web, con medios audiovisuales, nuestra oferta. Cuando acabamos el confinamiento, hicimos el especial sobre los bares que comentaba. Ese tipo de nuevas narrativas da resultados maravillosos y es una oportunidad de que un público más joven te encuentre. La gente joven tiene una cultura más audiovisual. Un suplemento literario nunca va a ser mayoritario, pero la cultura tiene nuevas formas y ahí sí queremos estar. Aunque ningún chavalín al que solo le interesen los videojuegos y el rock vaya a estar pendiente de los ensayos que se critican en el suplemento cultural del ABC, puede haber un día que se asome a nuestras historias de la web y, a partir de un tema con el que se ha topado, descubra otras perspectivas. Nuestro objetivo debe ser el público interesado en la cultura. Todo el público y toda la cultura.
—¿Cuál es la diferencia entre el índice de difusión en papel y el tráfico en Internet?
—Para el suplemento, las cifras de los ejemplares físicos son más difíciles de precisar. Sabemos que los sábados se compra más el ABC, pero cada uno lo compra por un motivo, algunos por el ABC Cultural, otros por el especial Gente, muchos por las secciones habituales. En ese caso es mucho más complicado determinar la trazabilidad del lector del suplemento. En la sección de cultura de Internet los contenidos de historia tienen hitos muy grandes. Se leen tanto como las piezas de fútbol. Pasa lo mismo con los temas de arqueología, que tienen muchísimo tirón. El asumir que una crítica no va a estar entre las noticias más vistas forma parte del trabajo. Lo que tenemos que intentar es ponerlo de la mejor forma posible. Hay un trabajo para mejorar la versión online. Ahora mismo, el lector de ABC Premium tiene acceso a los principales contenidos del ABC Cultural el viernes, antes de que se pueda leer en papel. Buscamos un modelo de negocio en el que, al igual que los lectores acudían al quiosco, se mantenga un pequeño pago por esos contenidos, ofreciendo ventajas a los lectores más fieles.
—Hubo un tiempo en que se decía que la entrada del Prado era cara, pero al compararla con una del Louvre o el MoMa se descubría que no era así. ¿Ocurre lo mismo con los muros de pago?
—A todo el mundo le parece mejor no pagar que pagar, pero también creo que algunas personas, y no son una minoría tan exigua, comprenden lo difícil que es hacer un buen producto periodístico y saben que la independencia de criterio debe ser solvente. Quienes hacen un buen trabajo merecen un pago a cambio. Eso es importante, sobre todo cuando estamos sometidos a una nueva presión de las GAFAs (Google, Amazon, Facebook y Apple) para no pagar por los derechos de propiedad intelectual de las noticias que usan. El verdadero negocio en internet no es el enlace, sino el acceso, y eso lo devoran en exclusiva. Y pensemos: nada aporta más accesos a estas empresas que una buena noticia. Ya lo hemos visto en Francia, donde ni siquiera Le Monde está cobrando lo que debería por derechos de autor. Si no lo hace un medio grande, ¿cómo van a conseguirlo los periódicos más pequeños? Es una lucha tan desigual… y hace falta un regulador, porque si no será Google quien decida, además de todo lo que ya decide, lo que debes leer. El artículo de Luis Enríquez «Lo que va de Jefferson a Google» resume muy bien lo que nos jugamos en este debate fundamental para nuestra libertad. Pero es que además Google es el mayor anunciante del mundo y por tanto un cliente. ¿Cómo Le Monde puede negociar sus derechos de autor con su mejor cliente publicitario? Es imposible. En junio, en España, se verá qué hace el ministerio de Cultura: si se pone del lado de la propiedad intelectual y la cultura o de los espejismos digitales.
—Es conocido su interés como jefe de Cultura por los temas de patrimonio y navegación. ¿En qué se parece un barco al suplemento cultural?
—Me gustaría que se pareciera a un velero actual, como los de la Copa América. Que todos seamos capaces de trabajar con objetivos comunes y en armonía. En ocasiones una noticia es tan grande que hay que buscar apoyos para descubrir nuevas capas, pues esos recursos también son necesarios para hallar el poso de un tema y un debate y llevar la noticia al suplemento. El apoyo de una buena tripulación marca la diferencia. Lo digo con conocimiento de causa, porque tengo la mejor. Para mí la responsabilidad es intentar ser un buen patrón: que cuando alguien despliegue una vela no dé un zambombazo al barco, mantener un buen rumbo… Lo importante es naufragar poco y descubrir cosas maravillosas durante esa travesía.
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