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Golfa, tipeja, inmadura y ama de casa

Golfa, tipeja, inmadura y ama de casa

Foto: Mónica Santonja

En unos tiempos en los que se celebra el Día de la Mujer Trabajadora, esto es lo que se le hace en la cruda realidad a la mujer trabajadora.

Voy a exponer cuatro ejemplos concretos de situaciones que he vivido desde que hace seis meses gané el Premio Planeta. Si incluyera todos los insultos, situaciones hostiles y momentos para olvidar el artículo sería mucho más largo de lo que ya va a ser. Comienzo:

—“Golfa”. El insulto a la mujer por excelencia: “puta”. “Puta” por defecto, para definir, para hacer daño, para denigrar. Mi hijo de quince años ha soportado durante tres semanas seguidas que una compañera de curso, públicamente, llamara a su madre “golfa” por escribir las novelas que escribo, según ella y sin haber leído jamás nada, porque escribo novelas pornográficas (sic).

"Me preocupa también el silencio de los compañeros de clase de mi hijo, y la respuesta tibia del profesorado"

Me preocupa el discurso, me preocupa tanto si esa adolescente repite los argumentos que ha escuchado en su casa o si ha llegado sola a esa conclusión. Me entristece que cuando las mujeres conseguimos destacar profesionalmente en la esfera pública no aproveche por fin para tomarnos como ejemplo o como referente de ese logro, sino que se denigre e insulte a la persona que con gran esfuerzo y viniendo de la nada haya conseguido tener éxito en su campo. Me preocupa también el silencio de los compañeros de clase de mi hijo, y la respuesta tibia del profesorado, limitándose a extrañarse —“pero es una buena niña”— y exigiéndole una escueta disculpa que tardó semanas en llegar y se materializó en un “lo siento, pero sigo pensando que llamar “golfa” a tu madre no es malo”.

—“Ama de casa”, de nuevo por defecto, como imposición de un modelo único: hombres con pasado profesional, mujeres amas de casa.

Pongo en contexto la situación: en la revista Influencers de este mes respondo por escrito a una entrevista del periodista Juan Carlos de Laiglesia. Es una publicación que trata logros profesionales, modelos de éxito, etc… Hasta ahí todo bien. Cuando compro la revista me encuentro con el siguiente subtítulo: “Escribe diariamente desde los 14 años (…). Todo ello, bajo el camuflaje de una amable ama de casa que uno podría encontrarse paseando por las calles de Vitoria o Alicante”. Es decir, el periodista ignora olímpicamente veintisiete años de pasado profesional como óptica, ejecutiva y funcionaria de carrera en la Universidad de Alicante. Presupone que soy un ama de casa. Quiero dejar claro que ser ama de casa o amo de casa no me parece, ni mucho menos, un demérito y menos aún un epíteto peyorativo.

"La entrevista a la ganadora del Premio Planeta 2020 se salda con un “amable ama de casa” para una óptica, funcionaria y escritora que en veintisiete años nunca ha dejado de trabajar"

Lo que quiero dejar patente es el sesgo que supone que se considere que una mujer de 48 deba ser ama de casa, que exista un prejuicio por el que una mujer que ha llegado a ser premio Planeta no tenga pasado profesional fuera de su casa mientras que jamás nadie ha leído ni leerá en ningún medio que a un escritor premio Planeta se le puede encontrar “bajo el camuflaje de un amable amo de casa que uno podría encontrarse paseando por las calles de Vitoria o Alicante”, porque en el cerebro de una parte de la sociedad lo que hace una mujer es eso: ser ama de casa, pasear por las calles. Y no estudiar una carrera de ciencias como Óptica y Optometría, terminarla con 21 años como segunda de la promoción, estar trabajando al frente de un establecimiento óptico desde tres días antes de terminar esa carrera, ser Directora Regional de Ópticas en una multinacional a los 27 años, con 14 ópticas y 74 personas a su cargo. Aprobar una oposición como funcionaria de carrera fija en la Universidad de Alicante como la número 62 de 4000 aspirantes. No dejar de trabajar ni de cotizar ni un solo día desde aquel septiembre de 1993, hace veintisiete años y siete meses.

En una publicación de corte profesional en la que todas las entrevistas destacan la trayectoria laboral de los entrevistados, la entrevista a la ganadora del premio Planeta 2020 se salda con un “amable ama de casa” para una óptica, funcionaria y escritora que en veintisiete años nunca ha dejado de trabajar. ¿Se imaginan que un medio asumiera que cualquiera de mis colegas escritores varones que han recibido el premio Planeta en los últimos años, como mis queridos Javier Cercas o Javier Sierra, por poner un ejemplo, se les adjudicase un pasado laboral de “amables amos de casa”, sin documentarse con un simple golpe de click, o incluso —se me ocurre— preguntando al propio entrevistado por su curriculum vitae?

—“Tipeja”. Seguimos. Una novela puede gustar o no gustar, se puede criticar o se puede hablar bien de ella. Una parte muy importante del mundo editorial son los blogs literarios que reseñan las novelas. Lectores que vuelcan su pasión por los libros y escriben acerca de las novelas que leen. Cada uno tiene su estilo, sus autores favoritos, etc… Forman parte de este sector y bienvenidos sean, me he llevado muchas alegrías gracias a su apoyo durante esta década que llevo publicando. Lo que ha resultado totalmente inusual es que desde un blog literario se insulte directamente a un autor antes de comenzar una reseña. Recuerdo que muchos lectores me escribieron, preocupados: “He leído esto de ti, no me parece que se te descalifique de esa manera”. Un escritor puede caerte mejor o peor, incluso puede escribir el peor libro del mundo y puedes opinar que lo es, pero… ¿insultar a quien lo ha escrito? ¿Qué mal te ha hecho ese escritor?

Y esta pregunta no es retórica, es LA pregunta. Insisto: ¿qué mal, qué daño específicamente te ha hecho este escritor?

"Hemos normalizado la impunidad, el daño gratuito. Hemos olvidado que detrás de todo trabajo expuesto al público hay una persona"

Hemos normalizado la impunidad, el daño gratuito. Hemos olvidado que detrás de todo trabajo expuesto al público hay una persona que asume que va a recibir críticas y halagos, pero una persona al fin y al cabo a la que se le exige que todos los días del año se levante con la piel gruesa de un elefante porque la hostilidad hacia quien destaca se considera un tributo a pagar y un signo de inmadurez o de debilidad que las críticas nos afecten como a cualquier ser humano.

Hace poco recibí un mensaje privado de un lector a quien no conocía de nada, que reproduzco literalmente: “Muy bueno el libro, nunca me había quedado leyendo un libro hasta la una de la mañana, muchas gracias. Estoy entendiendo también dónde mi pensamiento era erróneo y hubiese podido ir a peor. Perdona si a veces te he hablado mal o algo, decirte que no era mi intención, sería hipocresía, supongo que era culpa de substancias y otros problemas, donde he descargado supongo mi ira con quien menos lo merece”.

Es decir, que esta persona —un joven de 24 años, por su perfil en Instagram— me escribe para decirme que una de mis novelas le ha gustado mucho y aprovecha para pedirme disculpas por si “a veces te he hablado mal o algo”. Entiendo que se refiere a que ha dejado malos comentarios acerca de mí o de alguna de mis novelas antes siquiera de haber leído alguna de ellas. Los motivos que aduce: o hipocresía, o ir hasta arriba de sustancias o descargar su ira con quien menos lo merece.

¿Cuántas veces leemos un comentario, una reseña en internet de un libro, o de cualquier producto, y eso nos va formando la opinión de esa obra, y detrás hay alguien que no lo ha leído, que va drogado, como es el caso, o que descarga la frustración de un mal día entrando en redes sociales y dejando una inmerecida mala opinión de una persona o de su trabajo?

—“Inmadura”. Y con esta acabo. Vuelvo a poner en contexto: En las redes sociales de la revista National Geographic Historia se publica un artículo titulado “Leonor de Aquitania: ¿Es posible ser feminista en el Medievo?”. No se cita la novela Aquitania, pero muchos de los cuatrocientos comentaristas del post hacen referencia explícita a mi novela. Por abreviar, se dice de mí que “demuestra sobre todo inmadurez intelectual y oportunismo”.

"Que elegir como personaje de una novela a Eleanor de Aquitania sirva para decir que soy una inmadura intelectual me resulta chocante"

En primer lugar, elegí escribir acerca del territorio de Aquitania, y la novela es una exploración de los mecanismos del poder, del choque entre dos culturas —la aquitana y la de los franceses—. Eleanor es una de las protagonistas, como lo es Luy de Francia, su marido, Suger o Raimond de Poitiers. La novela es una ficción que abarca trece años, una historia ambientada en el pasado que toma escenarios y personajes reales para crear algo que jamás ocurrió. Mi trabajo es imaginar, y me gusta que el lector pase por una experiencia de inmersión cuando lee mis novelas. Por eso me documento tanto: es mi manera de escribir, y me alegra mucho que haya tantas personas a quienes les gusten mis historias. Dicho esto, la novela no es una biografía de Eleanor de Aquitania y nunca pretendió serlo. Respecto al artículo del National Geographic, opino que hablar de feminismo es el Medievo es hacer un revisionismo desde nuestra cultura contemporánea, es decir, es caer en el presentismo.

Pero que por elegir como personaje de una novela a Eleanor de Aquitania sirva para decir que soy una inmadura intelectual me resulta chocante. Nadie tildó a mi querido colega Posteguillo de inmaduro cuando eligió a Julia Domna como protagonista de su magnífica Yo, Julia, ni a Peridis cuando escribió La maldición de la reina Leonor o Esperando al rey, protagonizadas todas ellas por reinas o mujeres empoderadas del pasado.

Por eso mi reflexión de este mes me lleva al llamado “complejo de Jonás”, o miedo al éxito. Desgraciadamente, los sociólogos han comprobado que la mayoría de quienes lo padecen son mujeres. Su mayor miedo es el rechazo social por parte del entorno en el caso de que triunfen.

Y yo me pregunto:

"¿No estamos mostrando a todos los jóvenes un modelo social perverso y tóxico en el que normalizamos el mobbing al triunfador?"

¿No estamos segando millones de posibles historias de éxito y de plenitud vital con el ejemplo de una sociedad que insulta y destroza a quien destaca profesionalmente? ¿No estamos mostrando a todos los jóvenes un modelo social perverso y tóxico en el que normalizamos el mobbing al triunfador? ¿No es un contrasentido impulsar la cultura del esfuerzo, del “persigue tus sueños”, si todos nosotros comprendemos que el que destaca es sistemáticamente criticado de manera pública? ¿No puede impedir esto que nuestra sociedad progrese en tantos y tantos ámbitos si vemos a diario las terribles consecuencias sociales de destacar? ¿Quién lo quiere para sí, para su día a día, para llevárselo a casa? ¿Quién buscaría colocarse de manera voluntaria en la picota pública para que todos y cada uno de los días la masa enfurecida le arroje la fruta podrida?

Así que en medio año ya llevamos la triste cosecha de epítetos: golfa, tipeja, inmadura y ama de casa ignorando alegremente tres décadas de vida profesional.

Me queda un semestre para dejar de ser la actual Premio Planeta y asumo que vendrán muchos epítetos más. Feliz Día de la Mujer Trabajadora, yo me meto en mi despacho a seguir imaginando mundos y realidades donde nadie insulte a nadie por trabajar.

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Ylian
Ylian
3 años hace

Oh, me siento tan identificada con esta indignación. Y hay mas,muchísimo mas repertorio, pero seguro que terminaría siendo criticada por femi..algo.

Francisco Javier Aguirre
Francisco Javier Aguirre
1 año hace
Responder a  Ylian

Tal vez has olvidado que este país que habitas se parece cada vez más a España, donde una de las virtudes teologales se llama ENVIDIA.