La vida de William Shakespeare está tan cuajada de enigmas que hay incluso quien ha cuestionado la existencia del dramaturgo y poeta. Todos esos misterios, esos vacíos de información en torno a su familia, a la atribución de sus obras o a quién iban dirigidas estas, encumbra aún su atractivo y se convierte en materia de innumerables tesis doctorales, ensayos e incluso novelas. Entre estas últimas se encuentra Hamnet, la última obra de Maggie O’Farrell, publicada en castellano por Libros del Asteroide y galardonada con el Women’s Prize for Fiction 2020.
El lector reconoce de inmediato a Shakespeare y a su tragedia, pero esta es la primera y última alusión al personaje que se permite la autora. A lo largo de la novela, Shakespeare será el “padre”, el “marido”, el “preceptor de latín”… Ante este hecho narrativo, cabe preguntarse: ¿La novela sería la misma, tendría el mismo valor literario si O’Farrell hubiera cambiado el nombre de los niños y omitido la referencia a Hamlet? Es evidente que no. Lo cual no quiere decir que fuera peor.
La presencia ausente del bardo de Stratford en Hamnet se convierte, por tanto, en un metarrelato que otorga un significado adicional a la novela, un sentido que sin ella no existiría y que además resulta fantasmal por la ausencia de datos históricos y por la voluntad de la autora de no suplir su carencia a través de la ficción.
En consecuencia, el interrogante de la relación de Shakespeare con su esposa, Anne Hathaway (Agnes en la novela), y sus tres hijos queda intacto. ¿Qué es, entonces, lo que encontramos en este libro tan singular? Nos encontramos, nada más y nada menos, que con la vida cotidiana. En este caso, con la cotidianeidad de una familia de la Inglaterra de finales del siglo XVI, la cual, en esencia y salvando las épocas, es como la de cualquier familia de cualquier época: los cuidados de los padres a los hijos, las relaciones entre los hermanos, la enfermedad, la muerte…
Hamnet (nombre en inglés equivalente a Hamlet) es el único hijo de la familia entre sus dos hermanas: Susanna y Judith. O’Farrell lo describe como un niño “con tendencia a escurrirse por los límites del mundo real y tangible para irse a otro sitio. Puede estar con el cuerpo en una habitación y la cabeza en otro lado, ser otra persona en un sitio que solo él conoce…”
Lo primero que nos deja perplejos es el estilo narrativo, que resulta tan realista, tan directo y tan desprovisto de explicaciones como si la autora hubiera colocado una cámara oculta en un rincón de la casa de Stratford y nos comenzara a transmitir lo que sucede en su interior: desde un instante azaroso del tiempo hasta el momento trascendental que culmina el relato: la muerte del niño Hamnet a los once años víctima de la peste; siendo el luto de su madre la parte más humana y trágica de la narración, la que más le costó escribir a Maggie O’Farrell, en el trance de ponerse en el lugar de Agnes (Anne Hathaway), e imaginar lo que supone enterrar a un hijo pequeño, a un niño salido de nuestras entrañas.
Y es quizá aquí donde reside el mensaje oculto y apenas insinuado de la novela: la verdad, la esencia de la vida se encuentra en la vida misma, en esa cámara oculta que recorre nuestra intimidad a diario, y no en lo exterior, en lo que se ve desde fuera, aunque eso que se ve sea una gran obra literaria, como la de Shakespeare. ¿Qué tragedia es más grande, la tragedia de Hamlet o la tragedia de Hamnet? Esta es la pregunta.
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Autor: Maggie O’Farrell. Título: Hamnet. Editorial: Libros del Asteroide. Venta: Todostuslibros.
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