Zbigniew Herbert es una figura poco conocida en España. El poeta, uno de los más interesantes de la literatura polaca de la segunda mitad del siglo XX, no cuenta con muchas traducciones al español. Me acordé de Herbert (concretamente de un poema suyo que había leído años atrás) hace poco, tras la lectura de Hamnet, la última novela de Maggie O’Farrell. Hay una gran similitud entre ambas obras en el trato inédito que hacen del personaje de Hamlet. Potencia ese parecido la maestría en la escritura de los dos autores: su buen hacer, lejos de desmerecer a la figura, la expande y engrandece.
******
Treno de Fortinbrás
Para M.C.
Ahora que nos hemos quedado solos podemos hablar, príncipe, de hombre a hombre
aunque yaces sobre la escalera y ves lo mismo que una hormiga muerta
es decir un sol negro de rayos quebrados.
Nunca pude pensar en tus manos sin una sonrisa
y ahora cuando descansan en la piedra como nidos derribados
son igual de indefensas que antes. Esto es precisamente el final.
Las manos yacen separadas. El estoque separado. La cabeza separada
y piernas de caballero en sedosas pantuflas.
Tu funeral será militar aunque no fuiste guerrero;
es el único ritual en el que soy algo docto.
No habrá cirios ni cantos habrá mechas y estruendo
sudario arrastrado por el empedrado, yelmos botas herradas caballos de artillería tambores,
[tambores lo sé, nada especial:
serán mis ardides previos a la toma de poder
hay que coger la ciudad por el cuello y agitarla un poco.
De todas formas tenías que morir, Hamlet, no eras para la vida,
creías en ideas de cristal y no en el humano barro
vivías en sucesión de convulsiones como en sueños pescabas quimeras
mordías voraz el aire y vomitabas en seguida
no dominabas nada de lo humano, ni siquiera respirar sabías.
Ahora estás en paz, Hamlet, hiciste lo que te correspondía
y estás en paz. Lo demás no es silencio, me pertenece;
escogiste la parte fácil un tajo dramático
pero qué es la muerte heroica frente a la eterna vigilia
con un orbe frío en la mano sobre el elevado asiento
con vistas al hormiguero y a la esfera del reloj.
Adiós, príncipe, me espera el diseño de la cloaca
y un decreto sobre prostitutas y mendigos
habré de concebir también un mejor sistema de prisiones;
como bien señalaste Dinamarca es una prisión.
Me ausento para ocuparme de mis asuntos. Esta noche nacerá la estrella
Hamlet. Jamás nos encontraremos
lo que quede de mí no será pasto de tragedias.
Ni saludarnos ni despedirnos procede; vivimos en archipiélagos
y estas aguas estas palabras de qué sirven de qué sirven, príncipe.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: