Por su último libro, Vieja escuela (Rialp, 2021), Rodrigo Olay ha obtenido un accésit del LXXIV Premio Adonáis «por la fértil interacción de vida y literatura, sustentada en una gran variedad de registros y en un sobresaliente dominio y actualización de la dicción clásica», según señaló el jurado. A este libro pertenecen los siguientes cinco poemas elegidos por su autor para Zenda.
PERSONALIDAD MÚLTIPLE
A Adrián J. Sáez
«—¡Afuera, afuera, Rodrigo,
el soberbio castellano!».
ROMANCERO VIEJO
«RO» en casa, en los de cerca,
si contigo.
«Ruy» para Luis Alberto, Adrián y Ara.
«Rodri» según quien quiere, pero no.
«Rolo», mi hermano Ángel.
«Rodro» en el Instituto,
«Rodrigo» desde siempre
―yo rimo, respetadme,
con «amigo» y «abrigo»
y también, pocas veces, con «castigo»―.
«Rodríguez», en Dublín.
«Rodrigo Play», el autocorrector
y hasta «Rodrigo Okay».
«Olay» en los congresos.
«Eloy», los despistados
(y Eduardo San José).
«Rudericus», Carreira.
«Olay adiós», Bonilla.
«Olayton», D. Fernández.
«Roderick» en Cerrar
los ojos para verte.
«Olay Total Effects»
para Javier García
Rodríguez y una vez «Ciudad Rodrigo».
«Tolay» según Martínez y «Julay»
a mis espaldas ―digo; no lo sé―.
«ROlay» pone mi firma, esto sí es claro;
«Rodrigo Olay Valdés», mi dni.
Y en algún lugar, dónde,
quizá yo.
SIEMPRE HE CREÍDO QUE IBA A MORIR JOVEN
«Hay motivos abondos pa la celebración».
- BELLO
SIEMPRE he creído que iba a morir joven.
Pero ese es otro tema.
Yo me iba a morir.
He tardado en saberlo. Pero yo he sido lento para todo. Era algo así como una sensación.
Los déjale que estudie cuando el tiempo de siega (mis hermanos pequeños laborando), ni encendido un fogón ni planchar cuándo ni empuñar qué herramientas de mi padre.
Como ofrendas tardías a los dioses.
Quizá recién nacido. Nadie me lo ha contado, pero a veces. El surco, el surco atónito. El miedo entonces cuánto. «Su enfermedad comporta con frecuencia…». «La piel se abre en…». «Hay riesgo de ceguera» (mis cataratas a los treinta años).
Mi rostro que es el rostro de mi padre y el rastro de una herida.
Pero el amor, antiguo como el fuego. El amor, sin respuestas.
Eso fue.
Paola, Enrique, Ángel, Martín. Nuria.
Justo, Mari, Natalia. José, Carla.
Angelina, Jovita, Rigo. Qué
invisible conjuro.
Yo me iba a morir,
pero ya nunca.
El niño del milagro.
IBERIA 0479
Para los príncipes del alba
SI tú no fueras tú, ni yo entre ti,
quisiera ser como ellos dos, como ellos
portar blando calzado deportivo
con majestad, como si de oro blanco,
y un suave tatuaje en la muñeca
y viajar con maletas diminutas,
y ropa fina, jóvenes sin frío,
de tejidos sutiles que poder
vestir durante varias noches ya que
sus pieles nunca ensuciarán colores.
Y ser, como él, flexible porque agua,
y, como ella, rotunda porque luna
y en ella leggins cuando en él sus Levi’s.
Y no ser yo, no yo, no quien se abisma
mirando el cielo rápido, los píxeles
que hacen la noche-noche noche azul
las nubes como nieve suspendida,
la plata larga de los ríos frágiles
en el amanecer de la aerolínea.
No ser quien va diciéndose despacio,
buscando las palabras que se aman,
recordando tus pies entre mis muslos,
abrazando el silencio de la noche
con esta manos que parecen cuero
cuarteado de tierra de Castilla
mientras la nave rompe el aire, el aire,
mientras el día crece grado a grado.
Quisiera ser, como ellos dos, qué otro,
si no fuera por ti, por mí contigo.
MEDIA VIDA
«Ahora, señora, compañera vieja,
ya medio siglo hablando en esta reja
por entre tantas lágrimas riyendo».
- GRANDE
NO puedo, como Félix Grande, aún
llamarte «compañera vieja», pero
quiero
decirte que lo espero y que según
cumplimos años ―porque son por ti
los de mi media vida―,
sé mejor que no habrá nunca salida
del día que tus ojos negros vi.
Convivimos el pan, la luz, el lecho,
compartimos el techo,
y es dulce conmorir con quien se ama.
Nos esperan tú y yo tras la frontera
de sernos compañeros, compañera.
Amor, la llama única. Amor, la única llama.
CORAZÓN DE TINTA
A Carlos Iglesias Díez
«Esa luz que ilumina los semblantes
cuando saltan la hoguera».
- Á. VELASCO
NO mirasteis mi piel cuando desnudo
me quemaba en la hoguera
y pensasteis que un juego todo, que era
literatura y más litera… Pudo
ser así alguna vez. Ya no. Aunque, crudo,
dije lo que más daño, aunque perdiera,
visteis cita tras cita… Alta escombrera
de letra muerta. Bien. Como si mudo
puedo estar más tranquilo, en paz: el llanto
que mana de mi mano, miedo y canto,
quedará entre tú y yo, tú y yo. Me sobra.
Un día entenderéis, y será tarde,
que sé que es solo verso lo que arde
y que toda mi sangre está en mi obra.
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Rodrigo Olay (Noreña, Asturias, 1989) es doctor en Investigaciones Humanísticas (Literatura española) por la Universidad de Oviedo. Entre sus libros se cuentan Cerrar los ojos para verte (Oviedo, Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias, 2011), La víspera (Sevilla, Isla de Siltolá, 2014) o Saltar la hoguera (Madrid, Hiperión, 2019), por los que ha obtenido los premios Jaén o el de la Crítica de Asturias. Colaborador de la revista Anáfora, ha sido incluido en antologías como las de José Luis Morante, Re-generación. Antología de poesía española (2000-2015) (Granada, Valparaíso, 2015), Miguel Floriano y Antonio Rivero Machina, Nacer en otro tiempo. Antología de la joven poesía española (Sevilla, Renacimiento, 2016) o Miguel Munárriz, Los últimos del XX. Antología de poesía (1980-1997) (Oviedo, Luna de Abajo, 2020). Por su último libro, Vieja escuela (Madrid, Rialp, 2021), ha obtenido un accésit del LXXIV Premio Adonáis.
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Autor: Rodrigo Olay. Título: Vieja escuela. Editorial: Rialp. Venta: Todostuslibros y Amazon
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