Hace unos días recibí una llamada de Javier Vela en la que me anunciaba, alegre y esperanzado, que había sido merecedor del XI Premio Iberoamericano de Poesía Hermanos Machado por un libro, Cuando el monarca espera, que había perdido su camino hacia la imprenta por las vicisitudes que rondan en el reino de la poesía, que no son otras que las que afectan a todos los ámbitos de la vida. Precariedad, inestabilidad, incertidumbre. Y hace ya unas semanas, almorzando con él y con un poeta amigo de ambos, éste le decía, tras haber leído su Libro de las máscaras, cómo era posible que no fuera famoso. Famoso en el sentido de que fuera ampliamente conocido más allá de los cenáculos literarios, donde su buen quehacer literario y editorial, junto a su naturaleza noble y entregada a las causas de la cultura son de sobra conocidas y apreciadas.
Es de agradecer la labor de edición realizada por Pre-Textos, que nos brinda un objeto que se agradece desde su portada, y en el que se ha tenido la generosidad de hacer convivir texto e imagen para componer este relato fragmentario.
Para tratar de empezar este escrito sobre las Revelaciones de la maestra del arco, tendríamos que decir que Javier Vela es un poeta que a veces diversifica su función primigenia, pero que inveteradamente regresa a esa cualidad que le confiere la cualidad suprema de hacedor. Y es quizás en el significado primigenio de poeta donde se reside su particular forma de entender este oficio, también mediatizado por los versos de Pessoa de El poeta es un fingidor.
Es importante situarnos en este punto de partida para iniciar la lectura de esta obra que, sin duda, sorprenderá al lector avezado, confundirá al ocasional y hará dudar al erudito en más de una ocasión, buscando en el nombre del autor a otro que a priori encaje con la forma subjetiva de este texto, siguiendo a Kant, y en el que quisiéramos ver como autor a Nogaru Endo o Mushashi Miyamoto. Empleando un lenguaje donde lo poético encuentra la exactitud en una prosa desarrollada con perfección, desarbolada de artificios formales, poniendo de manifiesto un ejercicio de depuración y limpieza que desde las primeras líneas del texto y, a medida que nos adentramos en él, perdemos conexión con todo referente real relacionado con su autor y nos hace partícipes de esa disolución del yo consciente en el mundo que se recrea como realidad exacta para nosotros.
“En nuestro idioma, kyūdō significa: «el camino del arco». Por descontado, existen otros caminos: aikidō, «el camino de la energía armoniosa»; kadō, «el camino de las flores»; shodō, «el camino de la caligrafía»; kendo, «el camino del sable». Pero este es el que ella ha elegido: el camino del arco.”
Este es el primer anillo que cruzamos al iniciar la lectura, pues desde la primera página entramos a un nuevo mundo y se produce el milagro que también nos transmite Vargas Llosa en su obra La invención de la realidad, cuando nos habla de la configuración de un mundo total en diferentes autores, entre los que destaca Zola.
Este juego de las Revelaciones de la maestra del arco nos recuerda a la relación que encuentra (Ortega, Antonio. 2017) en la poesía de Clara Janés en el artículo El arco y la flecha: ciencia y poética en la escritura de Clara Janés, no ya por las interacciones que encuentra entre ciencia y poesía en la obra de Janés, sino por algo más amplio y que no es el objetivo en sí de su artículo y que podría servirnos de marco conceptual en la lectura de este libro:
“El arte, más que conocer el mundo, produce complementos del mundo, formas autónomas que se añaden a las existentes exhibiendo leyes propias y vida personal”.
Vivimos sin duda un espectáculo escrito, diseñado con todo cuidado para los lectores, donde se nos alza un escenario tan verosímil que, sin duda, podrá llevar a confusión al lector de la obra si no está atento al juego de ficción en el que se adentra. En las antípodas de su concepción y desarrollo, pero con la misma finalidad que Vela, Martin Amis escribió con la misma precisión de tahúr su novela Dinero. Carta de un suicida (Anagrama, 2005), sin embargo, el segundo nos desvela que hemos sido víctimas de un engaño tan colosal como el de su protagonista, mientras que en el texto de Javier Vela nos quedamos con la dulce sensación de haber sido coprotagonistas del viaje iniciático de Hitomi, aunque el autor, sin poder dejar de ejercer su función de mago, nos deje entrever en diferentes momentos su presencia, en un alarde de virtuosismo que no deja de ser parte del propio artificio del camino del arco que se nos ha invitado a recorrer.
Es difícil adscribir el texto de Javier Vela a un género concreto o a una forma tradicional de entender la literatura a través de sus cosificaciones que son estas clasificaciones sencillas en las que pilotamos los lectores con habitual sencillez. Hablamos de poesía, de novela, de teatro, de relato corto, de microrrelato y de repente, a partir de cierto momento, donde los géneros se confunden y se pierden las fronteras de los límites de lo habitualmente conocido, no sabemos bien a qué género pertenece este artefacto literario. En cierto modo, es una realidad vista a través de un espejo que ha sufrido un impacto y que se ha visto fragmentada en cientos de piezas.
En nuestro espejo roto de las Revelaciones de la maestra del arco encontramos más de ciento treinta piezas, cada una con su función. Pero todas, como enseña la maestra del arco, no fijan nuestra atención en su blanco, sino en el modo en que tensan el arco de la escritura:
Yumiyatoru mi (literalmente, «la que tensa la cuerda») designaba a las mujeres de época feudal que alternaban las flechas con el manejo de la naginata, suerte de sable que, proyectado en un asta de madera de roble, excedía en ocasiones los dos metros de largo, como así queda testimoniado en el célebre Seiko monogatari, uno de los hallazgos más significativos de la literatura clásica japonesa, escrito hacia mediados del siglo XIX por la sacerdotisa Seiko no Shiroishi.
Unas, aparentemente, nos cuentan parten de la historia de la maestra del arco y su discípula, otras nos sitúan en un universo donde la mujer tiene su papel en un mundo de hombres y en esta lucha de roles se tratan de igual a igual pese a la desigualdad en la que se asoman a la contienda. No olvidemos que estamos ante un juego donde la fragmentariedad de lo posmoderno pierde su vigencia porque es un todo lo que reúne baja el árbol de la revelación cada uno de estos textos.
“9 de agosto de 1962. Naoko ha cumplido diecisiete años y ha llegado el momento de elegir un oficio.
Desde hace generaciones, los miembros del clan Jōshū acostumbran a dividirse entre poetas y artesanos. Pero Naoko no quiere ser artesana, y carece de talento para la poesía.
–Padre –dice una tarde, después de pensar en ello durante varias semanas–, me gustaría aprender a tensar el arco. Kojima-tōryō no puede reprimir su sorpresa. –El kyūdō es un arte noble y no apto para chicas. Se precisa de fuerza, pero también de templanza. Nunca podrías disparar como un hombre” .
Convive el poema con el desarrollo breve de la leyenda, los textos biográficos reales o ficticios, las construcciones proverbiales, los refranes, la homilía, el martirologio, pero siempre, y eso no lo podemos olvidar, es el descubrimiento de la mujer en un mundo de hombres. Y en este sentido, las Revelaciones de la maestra del arco es el más hermoso testimonio de amor escrito recientemente, un libro de amor verdadero donde no se habla de amor, donde también su fin último, ese objetivo que la maestra del arco señala en el pecho de su alumna, está oculto en el corazón de Javier Vela.
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Autora: Javier Vela. Título: Revelaciones de la maestra del arco. Editorial: Pre-Textos. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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