El 13 de junio de 1527, hace 494 años, el emperador Carlos reconoció a una niña de siete años de edad como gobernadora de la caribeña isla Margarita. A este hecho, sin duda singular, se suma otro igualmente llamativo, pues Aldonza —así se llamaba la chiquilla— había nacido al otro lado del océano, en Santo Domingo. También debe resaltarse que fue titular de dicha isla durante toda su vida y consiguió que su nieto heredara aquel territorio cuando ella falleciera. Así, Juan Sarmiento de Villandrando fue gobernador de 1583 a 1593, hasta que un cañonazo de corsarios ingleses —siempre al acecho para esquilmar la más preciada posesión de los isleños, las perlas— le hizo pedazos al tratar de defender su ínsula.
La tarea ha sido intensa y no exenta de dificultad, pues hasta la fecha doña Aldonza no ha merecido la atención de historiadores y divulgadores que tienen como eje central de sus publicaciones la América hispana. Buceando en fuentes primarias, sobre todo en documentos del siempre imprescindible Archivo de Indias, y en una selecta bibliografía sobre los principales aspectos de la compleja realidad caribeña del siglo XVI, he podido llevar a feliz término este trabajo que, al menos, arroja algo de luz sobre su persona, familia y acontecimientos más relevantes de aquellos tiempos.
Pero… ¿cómo fue posible que una niña criolla de tan sólo siete años de edad se convirtiera en gobernadora de la isla Margarita en 1527?
Aquí entran en escena sus padres, don Marcelo de Villalobos y doña Isabel Manrique. Él era un hombre de leyes, nombrado oidor de la Audiencia de Santo Domingo por el rey Fernando el Católico en 1511. Se trasladó a su destino junto a su esposa y allí nació en 1520 su hija mayor, Aldonza.
Como sus dos colegas de magistratura en la isla de la Española, Ortiz de Matienzo y Vázquez de Ayllón, Villalobos invirtió en negocios diversos, patrocinó armadas de exploración y puso finalmente sus ojos en la isla Margarita, muy cercana al árido islote de Cubagua, célebre desde comienzos del siglo XVI por las abundantes perlas que se extraían de sus aguas.
Así, en 1525 cerró capitulación con la Corona por la que se le nombraba gobernador de la isla a cambio de poblarla con españoles casados y otras estipulaciones. Pero, inmerso en los preparativos de su expedición, el oidor falleció súbitamente dejando mujer y dos hijas de seis y tres años de edad.
Su viuda, doña Isabel Manrique, reaccionó con entereza ante la desgracia e hizo valer ante las autoridades el derecho que asistía a su hija mayor para heredar la gobernación de su padre, tal y como contemplaba una cláusula de dicho contrato, consiguiendo que el 13 de junio de 1527 Aldonza fuera reconocida como gobernadora de la isla Margarita. Ella sería su tutora o curadora hasta que su pequeña fuera mayor de edad o se casara.
A partir de entonces, aquella isla caribeña iría ganando población poco a poco, sobre todo a raíz del colapso perlífero de la cercana Cubagua, sirviendo de plataforma para numerosas expediciones al interior del continente, extendiéndose el ganado y descubriéndose ostrales de perlas en sus aguas cercanas. Todo ello pese a las numerosas dificultades de aquel universo no exento de tipos codiciosos, indios hostiles y temibles caribes, esclavos, corsarios y piratas franceses e ingleses, sequías intermitentes, etc.
Aldonza de Villalobos, o Aldonza Manrique, de las dos maneras aparece en documentos de su época, se apoyó en diferentes varones sobre el terreno para regir los asuntos de su ínsula, sufrió trágicas pérdidas familiares y nunca dejó de ser la gobernadora titular de la isla Margarita hasta su muerte en Madrid en 1575. Dejó un importante legado a su nieto, el derecho a heredar dicho territorio, algo no contemplado y que consiguió con insistencia y orgullo ante las autoridades indianas y el propio monarca, Felipe II.
En fin, no quiero destripar más esta historia. Pero sí que quiero rendir un pequeño homenaje a un personaje que está muy presente a lo largo del texto. Me refiero a Juan de Castellanos (Alanís, Sevilla, 1521 – Tunja, Colombia, 1606), un tipo fascinante que plasmó sus recuerdos de una vida intensa en el Caribe en Elegías de varones ilustres de Indias. ¡Y en verso, oiga! Una joya, sin duda, de entre los textos que conservamos de cronistas de Indias.
El título de mi libro se lo debo a él, pues esbozó en una de sus bellas estrofas la figura de doña Aldonza Manrique, versos con los que arranco mi trabajo…
“Era perpetua gobernadora
Desta isla do va furia rabiosa
Aquella nobilísima señora
Doña Aldonza Manrique, generosa,
De mucho más honor merecedora
Y para gobernar más alta cosa;
Tenía entonces el gobierno
Don Joan de Villandrando, su buen yerno”.
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Autor: Daniel Arveras. Título: De mucho más honor merecedora: Doña Aldonza Manrique, la gobernadora de la isla de las perlas. Editorial: SND Editores. Venta: Todostuslibros y Amazon
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