En esta serie de artículos reseño algunas de las películas más representativas, adaptaciones europeas de los años setenta. Traslaciones al cine de obras literarias de autores como L. P. Hartley, Arthur Conan Doyle o Anthony Burgess. Por supuesto, cada selección es subjetiva y arbitraria. No obstante, con ella, trato de dibujar un panorama amplio en el que se ve cómo escritores de épocas, estilos y ámbitos lingüísticos muy distintos han sido adaptados al cine de formas tan diversas como incluso antagónicas, en función de las poderosas personalidades de los cineastas que los han adaptado (en la mayor parte de casos siendo directores-guionistas): Losey, Wilder, Kubrick, Hitchcock, Mankiewicz o Fassbinder.
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El amigo americano
(Der amerikanische Freund / L’ami américain, 1977)
“No hay nada que temer, salvo el miedo a mí mismo.”
(Dennis Hopper hablando a su grabadora)
Un grito agónico, una amistad mortuoria surgida del caos azaroso de la vida, eso es en síntesis El amigo americano. La historia de un hombre que sabe que se muere. En una puja por un cuadro en una galería de arte de Hamburgo a Jonathan Zimmermann (Bruno Ganz) le presentan al norteamericano Tom Ripley (Dennis Hopper). El primero es un artesano suizo que fabrica marcos para cuadros, oriundo de Zúrich pero que posee su taller junto al puerto de Hamburgo, en donde vive con su mujer, Marianne (Lisa Kreuzer), y con el hijo pequeño de ambos, Daniel. El segundo, un marchante de arte internacional, que vive a caballo entre Nueva York y Hamburgo. Ripley descubre que Zimmermann tiene una enfermedad terminal, le resta poco de vida. Dos años, uno, cinco, un mes… quién sabe. Cuando Ripley se encuentra con el gangster parisino Raoul Minot (Gérard Blain) se lo cuenta. Minot ofrece doscientos cincuenta mil dólares a Zimmermann, a cambio de que asesine a un gangster rival en París. Zimmermann es el hombre perfecto, no tiene lazos que lo asocien a la mafia y tampoco tiene nada que perder, morirá de todos modos.
A caballo entre Hamburgo, Nueva York, París y el tren expreso que cruza tierras bávaras rumbo a Múnich transcurre esta apasionante historia, libre adaptación de la novela El juego de Ripley, de Patricia Highsmith. Pero el film tiene altibajos, ha envejecido mal —pese a la excelente fotografía experimental de Robby Müller—, como casi todo el cine alemán de los setenta. Hay digresiones imposibles y la metafísica no casa bien con lo policíaco. Así, frente a los tediosos momentos de meditación hay tres secuencias brillantísimas, el poético final en la playa y la posterior muerte de Zimmermann acompañado de Marianne en el Volkswagen Escarabajo, junto al malecón, y los dos asesinatos, el primero en las escaleras mecánicas de la estación de La Défense, tras una persecución por el metro de París, y el segundo en el tren que une Hamburgo y Múnich (en el primero dispara sobre un mafioso, y en el segundo, ayudado por Ripley, la víctima es ahorcada con un cable).
Wenders no es un narrador clásico, es un postmoderno, le gustan los tiempos muertos, las reflexiones visuales sobre la vida y la muerte, sobre la amistad masculina y la incomprensión femenina, sobre aspectos algo abstractos que no sabe o no quiere concretar, fútiles elementos que no conducen a ningún lado, más aún tratándose de una historia policíaca. Vaguedades. No obstante, la película marcó a toda una generación cinéfila —la de los nacidos en los años cuarenta y cincuenta—, sobre todo por la presencia de una serie de cineastas metidos a actores: dos mitos vivientes del cine clásico americano como Nick Ray y Sam Fuller, los franceses Gérard Blain y Jean Eustache, el alemán Peter Lilienthal, el suizo Daniel Schmid (compatriota de Ganz) o el propio Dennis Hopper, actor-director y pope de la contracultura norteamericana de los setenta. Todos tienen papeles más o menos importantes, y aunque la presencia de Ray impone, no se entiende cuál es su rol; quizá sólo le sirvió a Wenders para estrechar su amistad y poder filmar su muerte en la necrófila Relámpago sobre el agua (Lightning Over Water, 1979).
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Dirección: Wim Wenders (Düsseldorf, Alemania, 1945). Guión: Wim Wenders, a partir de la novela Ripley’s Game, de Patricia Highsmith. Fotografía: Robby Müller. Música: Jürgen Knieper. Dirección Artística: Heidi Lüdi, Toni Lüdi. Montaje: Peter Przygodda. Producción: Renée Gundelach, Margaret Ménégoz. Intérpretes: Dennis Hopper, Bruno Ganz, Lisa Kreuzer, Gérard Blain, Nicholas Ray, Samuel Fuller, Peter Lilienthal, Daniel Schmid, Jean Eustache, Rudolf Schündler, Sandy Whitelaw, Lou Castel, Ismael Alonso, David Blue, Andreas Dedecke, Satya De La Manitou, Adolf Hansen, Rosemarie Heinikel, Heinz Joachim Klein, Stefan Lennert, Heinrich Marmann, Gerty Molzen, Klaus Schichan, Wim Wenders. Nac.: República Federal Alemana, Francia. Duración: 127 min. Color.
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Cracovia sabe
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Abusos sexuales, en La ley de la calle (XI)
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Hasta que me sienta parte del mundo, de Ana Inés López
/abril 21, 2025/*** toda junta qué lindo ir al cine un viernes suicida y que la película termine con amigo piedra y que los actores sean tan buenos y que se enamoren bailando los viernes se me viene la vida encima toda junta y nunca nunca hay nadie que me salve yo no me puedo salvar de nada por ahora sé que mañana cambia porque pasa los viernes la depresión antigua no me desespero como antes espero que me agarre el sueño mañana me despierto y en el medio cambió todo no tengo pesadillas qué podría hacer? canciones? comidas?…
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Periplos literarios
/abril 21, 2025/Zarpar en un barco de tinta y papel, embarcarse en una travesía literaria a través de la lectura o un viaje tangible y real. Trazar una cartografía alternativa, comprobando cómo el paisaje se revela, muta y explota en resonancias bajo la mirada lectora, y cómo en ese ir y venir entre puerto y puerto se propicia un enriquecimiento personal. “Porque somos del tamaño de lo que vemos y no del tamaño de nuestra estatura”, nos dice Fernando Pessoa, y es que pareciera que tanto el viaje como la lectura nos potencian, expandiendo nuestros mundos internos, hurgando en una zona común…
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