Los penúltimos días de Escohotado (Esfera de los Libros) suena a cualquier cosa menos a libro divertido. No en vano hablamos del final de una vida, del testimonio último de un hombre, salvado de su silencio por un periodista al que dobla la edad, Ricardo F. Colmenero. Pero lo es. Divertido, gamberro, tierno y no poco flipado en muchas de sus páginas. “Soy un chalado, no lo olvides”, dirá Antonio.
—¿Cómo surge este libro? ¿Dudo entre que sea un encargo que te ha salido estupendamente y un proyecto propio?
—No, no. No sólo yo no conocía a Escohotado, sino que era un personaje que no me caía particularmente bien. Tuve que ir a entrevistarle en septiembre [de 2020] para el periódico porque había publicado Hitos del sentido. También queríamos saber qué hacía este señor ahí. Fui a verle y me pareció un tío muy interesante, pero sobre todo lo que me encontré fue que había grabado como cinco o seis horas de conversación. Me bastaba con 40 minutos para el periódico. Yo seguía preguntando y él seguía contestando; había unas personas en una piscina y se acercaron también a escuchar lo que Antonio decía… de lo que fuera. Vi que tenía un poder de atracción muy grande. Me daba mucha pena desperdiciar tantas horas de grabación, no quería tirar ni una sola frase. Estoy aquí con Escohotado, que ha abandonado a su familia y ha venido solo a morirse, se ha metido en una cabaña… ¿Qué es esto? ¿Qué hago con todo este material? Y así llegué a La Esfera de los Libros. Escribí a Ymelda y en treinta segundos sonó el teléfono.
—¿Sabías si Escohotado estaba dispuesto a que hicieras un libro con vuestra conversación?
—Sí, se lo comenté, que podría salir en La Esfera. Pero la transcripción no llegaba para un libro. Yo imaginaba que sería fácil, toma esto y apáñate, no tenía intención de seguir con la historia, si acaso hacer una introducción. Y ahí la editora me sugirió que interviniera más yo, que dividiera el texto por temas y que volviera a verle. No sé si quiere, no sé si lo voy a saber hacer, no sé ni cómo enfocarlo… Seguí yendo a verle, y entablamos cierta relación.
—¿Cuántas veces?
—Cada quince días aproximadamente. Desde septiembre hasta abril. En diciembre le entregué lo que tenía y cuando se lo leyó vi que empezó a tomarme en serio. Hasta ese momento yo era un chaval que no conocía de nada, que iba a entrevistarle. Sabía que yo tenía muchos prejuicios hacia él. Pero al ver lo que llevábamos le dio un subidón y ya era él el que me metía caña.
—¿Qué imagen tenías de Antonio Escohotado?
—Mis prejuicios hacia él se debían al tema de las drogas. Era un personaje que no me caía simpático. En la primera entrevista no le hice ni una pregunta sobre drogas y me di cuenta de que por culpa de ese asunto yo le había resumido injustamente.
—¿Y ahora?
—Si te fijas, Antonio tiene muchos seguidores en las redes. No las lleva personalmente, pero sí que es responsable de lo que se publica. Está uno de sus hijos muy pendiente de las redes, y de vez en cuando va a grabarle un amigo allí al agroturismo y cuelga un vídeo corto en YouTube. Escohotado tiene un canal con cien mil seguidores. Hace poco hicieron un breve documental con fotos de él y se emitió en un cine en Ibiza. Me di cuenta de que había mucha gente joven. La mayor parte de los seguidores de Antonio son jóvenes. Quería saber por qué se acercaban a él. Podía haber unos cuantos que a lo mejor se acercaban por el tema de las drogas, por su Historia general de las drogas, y luego muchísimos estudiantes de filosofía.
—Tu propia vida ocupa buena parte del libro, revelas muchas cosas íntimas sobre ti. El contraste con Escohotado funciona muy bien.
—Fue por contextualizar justamente mis prejuicios hacia Antonio. Vi que tenía que contar mi infancia y juventud en Galicia. El entorno de mi hermana, esa generación perdida. Los amigos de mi hermana se morían por la droga, mi profesor de literatura de EGB murió de sida por intercambiar jeringuillas. A mí que me venga un señor a decir lo bonita que es la droga… No sólo me generaba rechazo el señor, me generaban rechazo las personas que habían leído a Antonio y te venían con esa superioridad intelectual: yo me drogo, y me he leído Historia general de las drogas; como tú no te has leído Historia general de las drogas y no te drogas pues no tienes ni idea de drogas.
—Es gracioso el tira y afloja que tenéis a lo largo del libro con el asunto de que pruebes de una vez las drogas…
—Llegamos a estar de acuerdo con el tema de la autoexigencia, de ser responsable, y también con el asunto de la legalización. Todo el mundo reconocerá que la ilegalización no está saliendo muy bien, pero siempre chocamos en la última frontera, que es la decisión de tomarlas. La suya es de tomarlas y la mía es de no tomarlas.
—Me ha hecho gracia encontrarme en el libro con Carlos Manzano, traductor de los primeros libros que yo leí de Henry Miller. Es simpático cómo lo describes y cómo resumes a esa generación: “La forma en la que acabaron renegando todos estos tipos del comunismo es acojonante”.
—Bueno, el giro de Antonio ha sido televisado. Estamos hablando de un cargo de la universidad. Habla de Carmena cuando se encontraron en Valencia y de cómo Carmena le dice «tu eras jefe”. Estamos hablando de un tío que intentó entrar en el Vietcong. La generación aquella que se trasladó a Ibiza en los años 70 eran comunistas, querían dar un ejemplo de modo de vida, vivir de lo que otros tiraban, reciclar, estar en casa sin luz, sin agua, y vivían de las traducciones de aquella época. Estaba él, estaba Manzano, estaba Sáinz de Heredia. Antonio acabó firmando el manifiesto fundacional de Ciudadanos, del que ahora reniega, pero la visión que tiene de la economía ahora y cómo habla de la Guerra Civil no es la de entonces. Y Carlos Manzano, que ha vivido como un hippie igual que estos, te habla de la frivolidad de los hippies, que eso era un coñazo, y te cuenta lo que ha dicho Jiménez Losantos esa misma mañana.
—Me llama la atención la cantidad de gente “famosa” que conoce Escohotado; prácticamente a todos, de todos los sectores.
—Hay un entorno de la farándula, como los Alaska, Calamaro o Macaco, y hay un entorno político. Pablo Iglesias es el que se acerca a él, por ejemplo. Luego está el entorno de Manuela Carmena, los padres de la Constitución, grandes empresarios (Amancio Ortega y Florentino Pérez), y luego el entorno que más le seduce, que son los premios Nobel de física y de química, con los que él tiene relación de verse en congresos. Esta es la gente que le seduce intelectualmente, porque son genios de su materia y luego tienen el punto drogota, son consumidores e incluso inventores de sustancias. Pero luego está la capacidad de relacionarse con la gente joven que muestra Antonio, que es impresionante, quizá por los años que ha pasado como profesor.
—¿Te afectaba la inminencia, digamos, de la muerte de la persona con la que estabas hablando?
—Él antes estaba solo en una cabaña. Ahora está en un agroturismo, en una habitación. Pero es verdad que cuando yo iba a la cabaña, cada día que iba pensaba que podía encontrármelo muerto… Yo me comunicaba con él por mail —él no tiene teléfono—, y me citaba tal día a tal hora. Sí que me daba miedo de que en algún momento él lo hubiera preparado para que yo me lo encontrara muerto. Sinceramente sí.
—Su muerte te apelará de otra manera.
—Probablemente haya estado más al tanto de la muerte de Escohotado que de cualquier otra persona que haya conocido. Sé que ocurrirá en algún momento y que no tengo que estar triste. La forma con la que él está afrontando el final es un ejemplo.
—“Los mejores meses de mi vida”, dice.
—Sí, sí, nunca le he visto triste ni enfadado, siempre está contento, es una persona muy alegre Antonio. No sé cómo se trabaja la aceptación de las cosas como son, cómo puedes aceptar incluso que las cosas dejarán de ser. A mí me cuesta aceptarlo, me dice que no tengo edad para eso. Pero las cosas estarán claras y puedes estar enfadado o aceptarlo con una sonrisa. No creo que sea el único, supongo que habrá más gente mayor que también habrá llegado a la misma conclusión.
—En un punto escribes: “Conseguí la droga en un cumpleaños infantil”.
—Eso fue impresionante.
—Es una escena genial, muy bien escrita. Pienso de hecho si no pierdes material para un libro propio, uno en el que no estés a la sombra de una figura mayor.
—Es muy interesante esta pregunta. Lo hago también con la columna: no guardo nada. Yo escribo como si en cuanto le diera a la tecla de enviar yo me muero y no pudiera utilizarlo para otro momento. Debería hacerlo y no lo hago.
—El caso es que en el cumpleaños infantil encontraste fans de Escohotado.
—En Ibiza hay gente que es fan de Escohotado. Gente muy inteligente no sabe quién es y gente que no ha leído un libro en su vida sabe perfectamente quién es. Y luego encontrarse con gente que es fumadora de maría, que cultiva su propia maría, en la isla, que no relacionas con Escohotado, y de repente se entera de que tratas con él y te dice «yo tengo maría y me haría muchísima ilusión que Antonio fumara mi maría«. Es como una ofrenda. Como si lo fuera a poner en la etiqueta: “Esta maría la fumó Escohotado”.
—“El hombre es un animal de prestigio”, dice Escohotado. Su figura ahora no sé si sigue encasillada en el tema de las drogas o tiene otro vuelo.
—Por un lado, el tema de la droga hace que se le acerque gente que consume, gente joven, pero también muchísimos médicos y farmacéuticos. En las listas de drogas hay una de drogas prohibidas incluso para uso médico, y el hecho de que él las haya probado a la gente que se mueve en este entorno le interesa mucho. Acuden a él como a una autoridad. Me estoy encontrando mucho médico y farmacéutico en las redes… (Detenemos la entrevista porque le acaba de escribir a Colmenero Fernando Sánchez Dragó) Esto deberías ponerlo.
—En el libro hablas de él, también; de Dragó.
—Antonio escribe Historia general de las drogas en la cárcel y la primera persona a la que le lleva el manuscrito es a Sánchez Dragó…
—Hablábamos del prestigio y, en fin, quería saber si él se siente reconocido intelectualmente.
—Es verdad que él dice que todo lo de los premios y demás le da igual, pero evidentemente del todo no le da igual, es mi opinión personal. No creo que se le haya ninguneado por su vinculación derecha-izquierda, porque ahí con el paso de los años si no te toca de unas te toca de otras; ha sido la droga la que le ha arrinconado, su vinculación con la droga, el hecho de convertirse, en La clave y otros programas, en el hombre que defiende las drogas. Quedas marcado. No es que fuera políticamente incorrecto, es que no existía la expresión «políticamente incorrecto». Eso le quitó sin ninguna duda reconocimientos académicos y literarios. Creo que se corregirá cuando se muera, como pasa siempre, y él se siente ninguneado por los medios de comunicación también, porque ya no podías colocarle ni a la derecha ni a la izquierda, y podía salir de pronto dándole un palo a quien no esperabas. Internet le ha dado la libertad, puede difundir su mensaje, con su canal de YouTube.
—Es muy interesante el tipo ese del que habla, que inventó un sistema de tráfico seguro de drogas: Ross Ulbricht.
—Sí, el americano que está en prisión. El pleito de Ross Ulbricht.
—No lo conocía para nada.
—Porque tú y yo nos somos compradores.
—Bueno, los que conozco que sí lo son tienen el clásico camello, no esperan la droga en casa sentados y la reciben dentro de un cedé. Y luego pagan tranquilamente.
—Ross Ulbricht está vinculado al mundo cripto. Piensa que las criptomonedas, la gente que empezó a diseñar el código del bitcoin que realmente cambiará el mundo, eran chavales. Veías en la tele a un señor que se suicidaba porque había perdido su piso y decías «qué barbaridad», pero tú imaginate ver eso con 15 o 17 años. Tienes tres opciones: uno, te vas a tirar piedras a la G20, a la reunión; dos, te metes en un partido político; o tres, cambiar la economía mundial, que fue lo que hicieron las mentes más brillantes de esa edad, los Ulbricht y compañía. Y la cambiaron; éste va a ser el gran cambio de la humanidad, en cuanto al dinero, poder disponer libremente de él al margen de códigos regulares. El código del bitcoin se hacía en entornos okupas, en casas okupas.
—No me interesa nada ese tema, no entiendo nada. ¿Es como estar al margen de bancos y gobiernos?
—Descentralizado, correcto, al margen de bancos centrales. Que puedas hacer transacciones sin necesidad de andar pagando impuestos a terceros. Puedes hacer contratos inteligentes, entre tú y yo, y hacer empresas donde se repartan dividendos sin que ningún país pida su parte. Lo del tráfico de drogas es poca cosa dentro de lo que hizo Ulbricht.
—¿Sigues viéndolo después de acabar el libro?
—Sí, el martes estuve con él. Vive a treinta minutos en coche de mi casa.
—¿Qué dirías que lo define, tanto a él como a su poder de atracción?
—Antonio disfruta aprendiendo, y sobre eso ha dado sentido a su vida. Aprender consiste en pasar del prejuicio al juicio, en cambiar de idea. Antonio no soporta a quien en lugar de venir a este mundo a aprender viene a confirmar. Esa capacidad de estar abierto a cambiar de idea es lo que le mantiene joven. Creo que es importante decir esto en este momento en el que muchos se dedican a etiquetar, simplificar y apartar todo lo que no sea la confirmación de sus ideas. En mi encuentro con él he tenido que quitarme los prejuicios y estar abierto a lo que pudiera decir este hombre. Esa es la actitud que he tenido siempre en la vida, y ahora sé que también es la suya.
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