Los diarios de Stefan Zweig comprenden cerca de treinta años de la vida del escritor, y por su espontaneidad son un documento irremplazable, además de un gran contrapunto a su autobiografía El mundo de ayer. Las páginas de este volumen, a menudo dictadas por la urgencia del momento pero tan lúcidas como sus textos más elaborados, nos descubren el día a día del escritor en Viena, París, Zúrich o Berna―donde cultivó la amistad de otros intelectuales, como Émile Verhaeren, Romain Rolland y Rainer Maria Rilke―, o la fascinación que le produjeron dos ciudades americanas como Nueva York y Río de Janeiro. Pero también nos revelan el íntimo horror que supuso para Zweig la Gran Guerra y, dos décadas después, la deriva totalitaria y antisemita del continente y el ascenso del nazismo. Estos diarios nos brindan una vez más la voz del gran cronista del mundo de ayer, que en muchos momentos parece seguir revelándonos el de hoy y tal vez incluso el del mañana.
Zenda publica unas páginas de prefacio de Mauricio Wiesenthal.
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MEMORIAL ZWEIG
Hay obras cuya aparición es una fiesta. Solo cabe celebrarlas, y más cuando se publican en una editorial que atesora un catalogo nutrido y selecto de clásicos y de grandes autores contemporáneos, como es el caso de Acantilado: referencia fundamental en la bibliografía de Stefan Zweig.
Desde su creación, Acantilado se propuso el difícil reto de recuperar la obra de Zweig, dotándola de renovada presencia y apoyándola en mayor rigor crítico para beneficio de los bibliófilos y disfrute de los lectores. Hemos celebrado así la aparición de tantas obras famosas o incluso inéditas del gran maestro europeo, en un caudaloso río que sigue y seguirá fluyendo— pues nuestro autor fue prolífico—en versiones fieles, corregidas y revisadas, ofrecidas en traducciones magistrales, y acompañadas de anotaciones y estudios que nos descubren secretos inesperados de la obra y la vida de su autor.
Stefan Zweig, el humanista, el descubridor de vidas olvidadas, el poeta de Europa, el luchador de la libertad, el maestro de la memoria de nuestra cultura y el faro de tantas generaciones que tenemos con él una deuda impagable, fue el último creador de mitos en una época donde todavía se podía ocultar—no ignorar—una parte de la realidad: una tarea homérica que hemos perdido en este tiempo decadente, sometido a la violencia dogmática y chulesca de unos ignorantes que pretenden saberlo todo. Se pierde así la sabia cautela de embellecer y humanizar las cosas y los hechos, olvidando que las vidas necesitan ser amparadas y las verdades requieren sereno reposo en el consuelo del espíritu, en la literatura, en el arte y en la belleza. La filosofía es búsqueda aplicada, curiosa, anhelante y sensible de la realidad, y los antiguos griegos nos enseñaron a perseguir ese desvelo (ellos lo llamaban alétheia). Aprendí en Zweig el gusto por estas palabras que tienen en un idioma muchos niveles de interpretación porque crean ≪veladuras≫ (sigamos poniendo velos) y son mas artísticas y literarias, como este término desvelo que puede significar lo mismo ‘insomnio’ que ‘anhelo’, o también ‘atención’ y ‘acto de quitar un velo’ (desvelar). Por eso la sabiduría decae y desfallece en épocas como la nuestra, atolondrada y soberbia, en la que unos corsarios sin ley creen posible conquistar el cielo arrancando los velos y asaltando a los dioses, y especialmente a las diosas, porque son las mujeres quienes guardaron y sublimaron el poder de los velos (urdimbres y tramas, luces y sombras, lunas y estrellas).
De una guisa más brutal y cruda fueron siempre los barbaros: matones que destruían todo lo civilizado porque eran incapaces de entender que el misterio y el mito deben celarse en seguro templo, e ignoraban que el respeto de lo bello no debe ser violado, aun cuando los seres humanos—los hijos de Prometeo—conozcamos una verdad más blasfema y ardiente y sepamos donde está el fuego.
Los pueblos cultos de la Antigüedad sabían, por el contrario, que la cultura, el culto y el arte exigen también ficción, y por esa razón—pura razón—una diosa seguía siendo virgen, aunque un bruto como Vulcano presumiese de acostarse con ella. La vida tiende al pudor, condición que es incluso visible en el estudio de la naturaleza, en las más bellas estructuras cristalográficas (escondidas en honda mina), en los ritos de exhibición animales que muestran el buche o la pluma y juegan la danza—dilatando el momento del sexo—y en las formas nucleares de la biología, protegidas por membranas y fluidos de forma que se protegen con una armonía de presiones y tensiones.
A la «era de la sospecha» que vivió Zweig ha seguido en el siglo XXI el tiempo del derribo, la denuncia y la acusación. No puede revelarse ninguna sabiduría ni belleza en la violencia y la violación, porque el placer de descubrir exige traspasar con vigilancia el manto del amor (filo-sofía), el velo de la piedad, la gasa de la clemencia y la materia del vestido con todos sus adornos, cortes, encajes y brillos. Desvestir no es desnudar. Se necesita un conocimiento universal de la cultura para situar a los hombres y los hechos en su entorno, valorándolos en todas sus dimensiones.
Para entender a un autor tan complejo—pese a la aparente sencillez del estilo de Zweig, que forma parte de sus modales de cortesía—se necesita conocer ampliamente su obra, pues escribió sobre temas muy variados que reclaman amplia curiosidad intelectual y buena formación cultural en el lector.
La primera cúpula de este «Memorial Zweig» que levantó Acantilado fue la definitiva edición en español de El mundo de ayer. Memorias de un europeo. La habían precedido ya varias obras de Zweig y seguirían muchas otras, contando también con estudios colaterales, correspondencia y testimonios de sus amigos, pues la idea de construir conjuntos culturales coherentes—una Biblioteca para grandes lectores, bibliófilos y estudiosos—ha sido uno de los valores distintivos de la editorial.
Se culmina hoy una etapa fundamental en la construcción del «Memorial Zweig» al publicar en lengua española los Diarios del autor: un tesoro que, tras años de traducción, documentación y trabajo, constituye otra de las torres de este monumento. Gracias a un equipo selecto se ha logrado llevar a término la valiosa tarea. Y es justo decir que ningún lector en lengua española puede hoy conocer rigurosamente a Zweig sin acceder a este gran memorial.
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Autor: Stefan Zweig. Traductora: Teresa Ruiz Rosas. Título: Diarios. Editorial: Acantilado. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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