Con «Aut quam sidera multa, cum tacet nox, / furtiuos hominum uident amores» como paratexto, Jaime Gil de Biedma introducía su célebre poema «Pandémica y celeste» con una cita de Catulo, poeta latino del amor que ya antes del nacimiento de Cristo componía sus versos declarando su amor a Juvencio desde una visión intimista y subjetiva. Casi con la misma intención que Gil de Biedma o Catulo mostraban esos poemas y ahora se conservan como grandes obras de la literatura del amor, tanto en su esencia autobiográfica como en su carácter innovador, el murciano Antonio Soto Alcón escribe en Noches de Tunicia (Huerga y Fierro Editores, 2021), un libro que, con los ecos de la poesía grecolatina y siguiendo las difuminadas huellas de la poesía de la experiencia, nos cuenta la relación de amor trágico entre un hombre enamorado de un muchacho joven al que le alcanza la muerte.
¡Ah, frívolo amante que me abandonas,
dejándome con la miel en los labios!
Mi corazón está preso de ti.
¿Qué me has dado, que ya nada me sacia?
Sin títulos y desde una sencillez clasicista, en versos predominantemente endecasílabos, los poemas mantienen el tono desde el inicio del libro, desde el primer poema que abre el libro y evoca a la «Ítaca» de Cavafis, hasta el último de todos ellos, y expresa, a modo de elegía, el fin de una vida. Así, Antonio Soto muestra la vida como un viaje, el tópico latino del peregrinatio vitae, donde el fin del viaje es el fin de la vida, con un camino que es doloroso, pero también es feliz, donde se nos muestran los Ulises perdidos, las otras mitades de uno mismo.
No obstante, la mayoría de poemas comparten una temática muy distante del viaje, el cual actúa más como marco al presentarnos los ambientes mediterráneos con Alejandría, Tunicia —o Túnez— y Grecia, y este es el del amor homoerótico, representado a través del Eros, la expresión pandémica de los placeres en el amor, de la sexualidad, así como de lo romántico y el alma, la expresión urania, celeste, del amor.
Abrázame, Idris, abrázame,
y que tu abrazo se alargue
como la noche.
Borra de mis ojos la tristeza
que arrastro desde la niebla y el frío.
Sé para mí, como la luz diáfana
de la mañana,
el horizonte azul que duerme en tus ojos,
el barco que regresa de la tormenta
al refugio del puerto más seguro.
Los poemas, que destacan por el tono light y descafeinado en comparación con los ya vistos del autor en poemarios como Lolitas (1999), se desarrollan en una monotonía agradable, lo que invita al lector a una lectura lenta, tranquila, de recostarse en la cama o sofá a leer y olvidar por unos instantes la vida para así adentrarse en el aura mediterránea que generan los versos. Ninguno de los textos sale de la línea que muestran los primeros poemas: todos ellos guardan la sencillez clasicista y la tragedia del amor.
Encontramos a Idris, que encarna la belleza generalmente en la contemplación, con observaciones idealizadoras del joven, aunque son también bastantes los poemas que recuerdan a aquella poesía de la experiencia de los ochenta escrita en segunda persona, dirigiéndose directamente al lector, con un vocabulario sencillo, libre de artificios y que reduce la retórica al ritmo, un ritmo que se sostiene y favorece a la lectura, que no resulta forzado, pero sí muestra un trabajo, una elaboración detrás.
Como conclusión, pues, vemos que Noches de Tunicia se compone de setenta y tres poemas sencillos y profundos, donde la muerte se hace sublime y el amor se hace bello, donde se da la conjunción de Eros y Tánatos, la vida como amor y la muerte como un lugar sereno que culmina la tragedia. La tragedia de los amantes, un mito clásico recreado en un lugar sin tiempo, el mundo mediterráneo y las noches de Tunicia.
Sobre tus ojos la vida y la muerte,
el canto del ruiseñor y la espada.
¿Adónde he de ir a besar tus labios?
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Autor: Antonio Soto Alcón. Título: Noches de Tunicia. Editorial: Huerga y Fierro Editores. Venta: Todostuslibros y Amazon
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