«Quiero conocer mejor la Historia de España», le preguntan a veces a Arturo Pérez-Reverte. «¿Puede recomendarme alguna novela histórica sobre (tal o cual) periodo?». Es curiosa esa tendencia, que parece aumentar últimamente, de querer saber algo más del pasado, pero no a través de libros de Historia con hache mayúscula, sino envueltos en los ropajes del entretenimiento novelesco, como si leerse un volumen puramente histórico, sin Alatristes ni nada, sonara a demasiado árido o a volver al cole con los profesores que te hacían la puñeta. Bueno, pues para aquellos que no necesiten esa muleta en la que apoyarse, este tomo de 575 páginas es lo indicado.
Precisamente el propio Pérez-Reverte es quien más ha hecho por conseguir que el nombre de Rocroi se haya mencionado en los últimos 20 años más de lo que solía hasta entonces. Es el punto culminante de su saga de novelas Las aventuras del capitán Alatriste, y a pesar de que en ellas la acción aún no ha llegado ahí (solo aparece en los recuerdos del narrador, Íñigo Balboa), el nombre de este pueblo francés, muy cerca de Bélgica, ya ha adquirido para sus seguidores un tono casi legendario. José Palau, que murió en 2015 sin ver publicado este libro, y José Luis Mirecki, militar de profesión, son los encargados de bucear entre los papeles y recopilar gran cantidad de detalles sobre el lugar y la famosa batalla, ocurrida en mayo de 1643, en la que los famosos y temidos tercios de Felipe IV fueron derrotados a campo abierto, por primera vez en generaciones, por el ejército francés al mando de Louis de Bourbon, duque de Enghien y futuro príncipe de Condé. Y al igual que muchos ejércitos de aquel tiempo formaban sobre el campo de batalla con un cuerpo central de infantería flanqueado por dos alas de caballería y/o mosquetería, también puede considerarse de la misma manera la disposición de este libro: el cuerpo central sería el capítulo 7, El desarrollo de la batalla, que no llega hasta la página 346, flanqueado por un lado por los seis primeros capítulos que describen los ejércitos, el orden de batalla y las impresiones de varios otros escritores de Historia, y por el otro por la investigación sobre los prisioneros tras la contienda, las conclusiones, las notas, las fuentes y la bibliografía.
Es una disposición que tiene sentido, incluso a nivel narrativo, describiendo primero los prolegómenos y alimentando en el lector las ganas de llegar a la batalla, pero la verdad es que yo recomendaría leer este libro de otra manera, sobre todo para aquellos lectores sin gran formación militar o conocimiento exhaustivo del periodo. Tras leer las cuatro páginas de la introducción, yo empezaría directamente por la batalla, en concreto la rápida descripción hecha con los utilísimos mapas de las páginas 422-428, donde se puede obtener una impresión general de cómo se desarrolló el combate, comenzado a las 3 de la madrugada y cómo van siendo eliminadas las tropas españolas hasta la derrota final hacia las 10 de la mañana. Aunque no venga mucho a cuento, ¿recuerdan ustedes la película Titanic, la de James Cameron? Tratando un hecho de final ya conocido, su guion comienza precisamente relatando en rápido detalle cómo ocurrió el suceso (el iceberg, los compatimentos estancos, el barco irguiéndose casi en vertical, la rotura del casco y el hundimiento final), para luego pasar a contar la trama que quiere mostrar desde el principio. Algo así es la impresión que se obtiene aquí cuando se empieza conociendo ya el desarrollo general de la batalla: cada nuevo detalle que se aprende tiene mejor sentido una vez que se sabe lo que acabará ocurriendo más tarde.
A continuación, yo pasaría a leer el resto del capítulo 7, y después iría escogiendo entre lo demás lo que más interesara a cada lector en orden descendente. El capítulo 1, Rocroy en la Historia Militar, da un rápido repaso a las seis veces en que la ciudad adquiere protagonismo en los conflictos bélicos franceses, desde 1557 hasta 1871. El capítulo 2, La batalla de Rocroy en los libros de Historia, es una colección de nada menos que 22 versiones de la misma batalla, escritas entre los siglos XIX y XXI, comenzando por la de Antonio Cánovas del Castillo en 1868 y acabando por la de Peter H Wilson en 2009. Es una de esas ideas que en principio parecen interesantes, pero luego tienen su problemática, o al revés, que al principio parecen complicadas pero luego resultan mejor de lo previsto. La verdad es que tiene su cierto interés leer los mismos sucesos vistos desde diferentes puntos de vista, épocas históricas e incluso nacionalidades, pero creo que se le saca más partido, de nuevo, si se ha leído antes la descripción de la batalla hecha por los autores del volumen en el capítulo 7.
Los capítulos 3 y 4 describen pormenorizadamente los ejércitos del Rey Católico (Felipe IV) y de Su Majestad Cristianísima (Luis XIII, que muere en París cuatro días antes de la batalla). Estos dos, junto a los capítulos 5 y 6, que hablan del orden de batalla de cada contendiente, son los que pudieran ser considerados más «áridos» o para gente realmente muy interesada en el detalle militar, como las distinciones entre sargento mayor, sargento de batalla o sargento a secas. Recomiendo no dejar de leerlos aunque no se recuerde todo, porque donde menos se espera hay una pizca de información útil o curiosa. Tengo que decir, sin embargo, que la parte de la historia de los ejércitos franceses desde 1598 hasta 1659, que abarca 42 páginas, se hace un tanto aburrida: «En enero de X año se levantaron Tales y Cuales regimientos, que fueron a las campañas de Y y Z. Eran tantos suizos, tantos franceses, tantos polacos y tantos escoceses, mandados por el duque de este, el conde de ese y el marqués de aquel, etc». Y vuelta a empezar con el año siguiente, y así 61 veces. La parte de los órdenes de batalla también es de esas con muchos datos (fecha de formación de cada unidad, batallas anteriores y posteriores, maestros de campo que tuvieron, y así para las casi 100 unidades que juntaron entre ambos bandos), pero, de nuevo, está bien que estén ahí para poder consultarlas en el momento en el que se necesite conocer un detalle más concreto.
El capítulo 8, El mito de los prisioneros de Rocroy, es bastante interesante también, ya que intenta desbrozar uno de los aspectos menos claros del combate, que es la matanza de varios españoles cuando ya se había producido la rendición, y va acompañada de 18 páginas con listas de nombres de oficiales españoles prisioneros tras la lucha, donde por ejemplo podemos ver que uno de ellos fue un sargento llamado Francisco de Quevedo (el escritor del mismo nombre, de 62 años entonces, estaba al final de su vida, entre San Marcos de León y la Torre de Juan Abad). Y por último están las conclusiones de los autores y la parte de notas y bibliografía.
En cuanto al talante del libro, está escrito, en parte, con un cierto aire reivindicativo: «Nuestra intención es aportar datos que clarifiquen y desmitifiquen muchas de las afirmaciones que se dan por buenas cuando se escribe sobre esta batalla», sobre todo el tema de la importancia real de la derrota y su significado o no como señal definitiva del ocaso del imperio español, ya que la versión francesa más o menos oficial de los hechos es la más seguida por historiadores de todas partes. En este libro se hace amplio uso de varias fuentes españolas, entre ellas las del responsable del bando español aquel día, Francisco de Melo, las de uno de los principales maestros de campo, el duque de Alburquerque, y varios combatientes que sobrevivieron.
En definitiva, es un libro serio y sin asomo de novelería, pero no exento de pasión por parte de sus autores y con mucha información útil.
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