Puede que lleguemos tarde y que esta ola de calor, quizá la némesis igualmente malvada de Filomena, ya haya pasado por su región. Pero en todo caso todavía queda verano por delante y la oportunidad de ver cómo los personajes de estas series lo pasan todavía peor que nosotros en plenos calores estivales.
Cruel Summer redefine el término de culebrón revirado cual carretera de montaña. Esta historia de rivalidad adolescente mezclada con secuestros, asesinatos y otras cosas del querer se fracciona en tres líneas narrativas, 1993, 94 y 95, que nos permiten apreciar cómo puede degenerar una vida en apenas un puñado de meses. La serie, eso sí, lo aprovecha bastante bien para alimentar nuestra curiosidad y generar suspense, creando nuevos y vistosos huecos que necesitaremos rellenar con un nuevo episodio. Al final todo es un melodrama al filo de lo imposible con algunas interesantes reflexiones sobre los valores USA, pero presentado y contado de manera vistosa (y artificiosa).
The White Lotus le ha funcionado tan bien a HBO que ha decidido extender su formato de miniserie a una segunda temporada, concebida, eso sí, como antología con otros protagonistas y escenario. Las aventuras de un grupo de turistas de clase alta en un resort de lujo en Hawái da para una trama de humor negro, enredo y crítica social protagonizada por un puñado de individuos encerrados en una celda de oro y en perpetua, y también comprensible, crisis de identidad. Si quieren descubrir el saco escrotal de Steve Zahn, sin duda esta es su serie. Ah, y Alexandra Daddario.
White Lines, también en Netflix, tuvo una vida más bien corta. Estrenada el pasado verano de manera más bien discreta, era sin embargo la primera apuesta original de los creadores de La casa de papel para la empresa de Los Gatos, California, ahora enredados con la mucho más exitosa Sky rojo. Una producción ambientada en Ibiza de reparto internacional y un verdadero mejunje de géneros a la manera de Álex Pina y Esther Martínez Lobato, desde el thriller hasta la comedia negra y el drama romántico. La serie tenía música de Tom Holkenborg, alias Junkie XL, y una factura visual fantástica muy propia para estos días de devaneo estival.
El embarcadero, en Movistar, es otra serie que mezcla romance y thriller, si bien de una manera más fracturada y definitivamente dirigida a almas torturadas. La premisa, en la que una mujer descubre que su marido fallecido no es quien decía ser y comete la imprudencia de conocer a “la otra”, que vive en la Albufera de Valencia, deriva en un verdadero carrusel de sudorosas emociones para Verónica Sánchez e Irene Arcos, viradas en post-producción a un color dorado-amarillo. Adivinen quiénes son sus productores: sí, son Álex Pina y Esther Martínez Lobato.
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