Una historia diferente del mundo (Espasa) es el nuevo libro de Trías de Bes (Barcelona, 1967), en el que propone revisar los grandes hitos de la historia de la humanidad desde la perspectiva del comportamiento humano, para entender cómo las emociones, los instintos y las conductas determinan el funcionamiento y el devenir de la humanidad.
Zenda publica el prefacio de la obra.
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PREFACIO
UN MUNDO FELIZ
En el año 2014 visité una pequeña isla, al oeste de Francia. Es una isla bañada por las revueltas y frías aguas del Atlántico; llana, sin montañas ni colinas y rematada por bellos faros y caminos que la recorren de uno a otro extremo. Su arena es fina y brillante y, de vez en cuando, asoman matas de hierba, que al secarse se tornan ocres y, con el tiempo, se impregnan de un nácar blanco: el salitre del gran océano. Las nubes sobrevuelan la isla, y del mismo modo que la noche cubre el día, el viento la envuelve y la engalana de un aroma de esperanza y futuro mecido por las olas.
Si el lector decide visitarla, puede acceder en coche desde el continente y cruzar una larga pasarela antes de aparcar en el puerto, pues la isla es virgen y apenas contiene cuatro carreteras mal asfaltadas. Una vez allí es posible alquilar una bicicleta y pedalear a lo largo de la misma, desde Sainte-Marie-de-Ré hasta el Phare des Baleines, en la otra punta, y disfrutar de su singular belleza y de su luz. Eso fue lo que yo hice, como tantos turistas.
En algunos puntos del recorrido, al margen del camino, fui descubriendo paradas al aire libre donde se vendían productos artesanales: desde sal de romero, mermelada, caramelos o mostaza hasta hierbas aromáticas.
Me detuve en una de ellas: los productos estaban expuestos a la intemperie, en muebles de madera de estilo colonial, incluso había bandejas con muestras para degustar antes de comprar. Cada producto llevaba el precio marcado, pero, aunque lo busqué, no encontré por ningún sitio al responsable de la tienda. Lo llamé. Lo esperé. No apareció nadie. En su lugar vi un rótulo que rezaba, tanto en inglés como en francés:
Escoja el producto que desee, deposite el dinero del precio en la cajita y tome usted mismo el cambio si es necesario.
La cajita en cuestión era en realidad una cesta pequeña de mimbre, con una piedra que, a modo de pisapapeles, impedía que el viento se llevase volando los billetes de otros que habían pasado antes y ya realizaron sus compras.
No había absolutamente nadie para controlar o vigilar. Cualquiera podía llevarse todo el género, incluso las bonitas estanterías de madera. O podía robar el dinero de la cajita. O, haciendo gala de un sentido particular y subjetivo de la justicia, pagar solo una proporción del precio indicado en la etiqueta, abonando la cifra que uno considerase adecuada o ajustada a su propia economía.
Sin embargo, eso no ocurre en la isla de Ré.
Los visitantes dejan en la cesta el dinero de lo que se llevan y toman, si es menester, el cambio exacto. Lo que en otro lugar del mundo sería arrasado en cuestión de minutos, ahí es una forma de comercio normal y corriente, sostenible y duradera.
Recuerdo que adquirí unos sabrosos caramelos artesanales y sal de cocina, productos típicos de la isla. Pagué con un billete de veinte euros y tomé el cambio pertinente. En la cestita de mimbre conté cerca de trescientos euros. Asombrado por la experiencia, continué pedaleando con la caricia de la brisa del Atlántico en el rostro y sin poder dejar de pensar. Una mesa, un tarjetón escrito y unos cuantos productos artesanales; cero tecnología y, aun así, habían tenido que pasar siglos para que el ser humano pudiese sostener un planteamiento semejante. Poca innovación técnica pero una enorme innovación social.
La siguiente cuestión que me vino a la cabeza era consecuencia de la anterior. Esta innovación tan increíble, esta forma de comercio única en el mundo y de una confianza sin igual en el ser humano —confianza en su ética, en su responsabilidad, en su sentido de alteridad, equidad y empatía— era eso, fruto de una evolución en conductas, emociones e instintos. Y pensé que nunca nos habían explicado la historia de la humanidad desde esa perspectiva. Ahondamos en la historia a través de los hechos, las guerras, las victorias y derrotas, los descubrimientos… Pero somos resultado de mucho más que eso. Y, lo más importante, la evolución se ve espoleada por las emociones: detrás de cada hecho histórico hallamos compasión, violencia, justicia, perdón, solidaridad, miedo, seguridad, disfrute, sufrimiento, percepción del riesgo, expectativa y un largo etcétera de instintos profundamente humanos.
¿Podríamos revisar los principales hitos de la historia de la humanidad desde tal perspectiva? El reto es ambicioso: revisar la historia de las civilizaciones sobre la base de cómo los comportamientos y su evolución han condicionado y determinan el funcionamiento de las sociedades desarrolladas.
Esa es precisamente la razón de ser de este libro: la sociedad y la organización política y económica actual de los países, cada vez más uniformes, son resultado de la naturaleza humana. La política, la sociología o la economía no son nada en sí mismas. Absolutamente nada. Tomemos esta última como ejemplo: cualquiera de las teorías económicas, principios, reglas, leyes y descubrimientos carecen de fundamento intrínseco porque no se mantienen constantes de forma universal, como sí sucede con las leyes de la física. Las leyes sociales están sujetas a las leyes de la naturaleza humana. Y el ser humano muta qual piuma al vento, como cantó Verdi en su Rigoletto. Son leyes condicionadas a una cultura, a una civilización y a un momento de la historia. Al estadio evolutivo de la condición humana.
Y quien no entienda esto nunca comprenderá el mundo. Quien no entienda que un sistema de comercio como la isla de Ré no responde a un principio económico, legal ni político, sino a un principio de psicología y conductas humanas, nunca logrará abarcar en su totalidad el misterio de los asuntos sociales.
La esencia de este libro que el lector tiene en sus manos pertenece a dicha aproximación humanística: para comprender cómo funcionamos y nuestro devenir como especie, es necesario entender la conducta humana. Es la naturaleza humana la que amasa los principios y normas sociales. Como veremos a lo largo de los siguientes capítulos, el funcionamiento de las sociedades a través de la Historia y todo sistema económico que adoptaban emanan de un entramado de invenciones, de pactos implícitos, de juego entre las partes. Todo es una gran convención, unos pactos tácitos surgidos de la más descarnada naturaleza humana.
Con esto en mente, mi objetivo ha sido recorrer la historia de nuestras emociones, conductas e instintos, de sus contradicciones y paradojas, de sus locuras y razones, tomando como hilo conductor nuestras formas de organización y funcionamiento.
Hace siglos, la esclavitud era algo normal. En la Edad Media una barra de pan tuvo el mismo precio durante trescientos años. Nuestros ancestros preferían la guerra antes que el intercambio. Hoy todo esto nos parece imposible. ¡Han cambiado tantas cosas! ¿Por qué? ¿Cómo es posible?
La respuesta es la misma que a la pregunta de por qué en la isla de Ré se confía en que el cliente pague y no robe pese a no haber vigilancia. Se respetará la recaudación del comerciante por un simple motivo: ética, valores, principios de un lugar visitado por personas que aman la naturaleza, la paz. El respeto por los demás es su forma de vida y principal mandamiento. Un planeta Tierra impregnado de tales valores exhibiría sistemas sociales que hoy no existen más que en lugares recónditos, como nuestra pequeña isla francesa. Tal vez algún día sea posible que el mundo entero funcione así. Y tal vez entonces sí podríamos hablar de un mundo feliz.
BREVE INDICACIÓN PARA LA LECTURA DE ESTE LIBRO
He realizado un paseo por la historia de la humanidad con el objetivo de explicar e identificar los inventos, las convenciones que son la base y el motor de las sociedades modernas, las manijas que dan cuerda a los autómatas que somos los ciudadanos. Algunas convenciones nos oxidan, otras dan poca cuerda y otras nos dan tanta que nos revolucionan y crean grandes burbujas y otras debacles económicas o financieras. Y otras son las que sostienen el sistema, las que lo aguantan todo.
Lo increíble del caso es que los inventos y convenciones que lo sostienen todo no son tantos; las economías actuales se sustentan gracias a apenas un número limitado de inventos o convenciones. No pretendo abordar una historia exhaustiva del mundo —ya hay muchos libros de historia—, lo que quiero es centrarme única y exclusivamente en la historia de los pilares psicológicos básicos, en esas columnas sin las cuales la gran catedral de los sistemas de funcionamiento económico y social de los países desarrollados se derrumbaría como un castillo de naipes. Lo que haré es desgranar las conductas e instintos subyacentes y profundamente humanos que dieron pie o hacen posible cada invento, cada instrumento social y económico.
Así, ¿qué instintos subyacen y propiciaron la propiedad privada? ¿Y las sociedades anónimas? ¿Qué conducta humana hace posible un billete de cincuenta euros? ¿Debido a qué comportamientos surgieron los seguros?
Cuando sea preciso, identificaré también la consecuencia que tuvo para usted, para mí, para la sociedad, para la humanidad la adopción y conservación de tal invento. Si aceptamos en un momento de nuestra historia que una pieza de metal valía igual que un buey, ¿qué cambió en nuestras vidas? ¿Qué supuso para nosotros? ¿Cuál fue la consecuencia?
Dicen que las personas no cambiamos: la búsqueda de la felicidad, la codicia o la ambición, el miedo y el placer o la necesidad de seguridad están y estarán siempre ahí, son parte de nuestra naturaleza. Quizá sea cierto persona a persona. Pero la psicología social, aunque despacio, evoluciona y avanza. Si bien tenemos el vicio de regresar de vez en cuando a lo peor de nosotros, poco a poco la educación, la ética y la compasión van haciendo de este mundo un sitio mejor.
Y ahí se forman las verdaderas leyes universales de las ciencias sociales que nunca logramos desgranar en forma de ecuación. Es la conducta humana, la que no encontramos en los animales, la que explica la evolución del mundo. Ahí están los cimientos. Fundamentos humanos para una ciencia inexacta.
En resumen, las sociedades las conforman personas. Y las personas nos regimos por leyes extrañas y contradictorias, que contienen en su raíz emociones e instintos. Leyes, esta vez sí, universales, en tanto que humanas. De ellas emana el funcionamiento y el devenir de la humanidad.
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Autor: Fernando Trías de Bes. Título: Una historia diferente del mundo. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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