El Asesino de la Baraja, apodado así por la prensa, o Alfredo Galán Sotillo, según su partida de nacimiento, salió de su casa en Madrid la mañana del 24 de enero de 2003 dispuesto a matar con su pistola Tokarev TT-33. Durante los sucesivos meses, acabó con la vida de seis personas, y su carrera asesina terminó abruptamente cuando decidió entregarse a la policía.
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—Con dos novelas a tus espaldas, Equinoccio (1º edición en Playa de Ákaba, 2016, 5º edición en Tierra Trivium) y Cambio de rasante (Tierra Trivium, 2018), y varios libros de relatos, ahora te adentras en la escritura de true crime. ¿Por qué decidiste escribir El asesino en un naipe?
—Trabajé durante trece años en una empresa de Tres Cantos, y uno de los asesinatos se produjo exactamente en el lugar por el que pasaba todos los días. Desde entonces me surgió la necesidad de investigar por qué había sucedido aquello, cuál era la motivación del criminal, pero no había tenido la oportunidad hasta ahora.
—Un hombre que dijo que mataba para sentir algo. ¿Quién es Alfredo Galán?
—Un ser peligroso carente de empatía. Alguien que no conoce la palabra “remordimiento”, capaz de valorar la vida de un ser humano como un juego.
—¿Alfredo Galán nació o se hizo un hombre sin empatía y remordimiento?
—Alfredo Galán perdió a su madre siendo niño. Las personas que le conocían hablaban de un pequeño introvertido y mediocre en los estudios. Ninguno recuerda episodios crueles en su infancia, pero sí mencionan un antes y un después de su personalidad tras su misión en Bosnia. Por tanto, no parece que naciera sin empatía ni remordimiento.
—A la hora de escribir sobre un crimen real, ¿es suficiente con revisar el sumario del caso?
—No es suficiente, pero sí imprescindible. La información propagada en la red no es indiscutible. El sumario judicial sí.
—¿Cuál ha sido tu método de trabajo?
—Es preciso recopilar toda la información vertida. El sumario es crucial, pero también lo es la documentación mediática y fuentes primarias como testigos o fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. Tras compilar y analizar todos los datos logrando una visión amplia y minuciosa sobre el comportamiento del criminal, posteriormente es necesario filtrar, seleccionar los aspectos más importantes que permiten comprender el suceso en su integridad. Al lector no le interesan cuatro mil páginas de un proceso judicial en bruto. Lo que busca es la información manipulada que le genere inquietud desde el rigor de la veracidad.
—¿Cuánto tiempo te ha llevado escribir este libro?
—Tardé seis meses en escribirlo. En documentarme, unos dos años.
—En unos siete meses, Alfredo Galán asesinó a seis personas y lo intentó con otras tres. Comenzó su andadura criminal el 24 de enero de 2003, cuando ejecuta en Madrid a un padre en presencia de su hijo de apenas dos años y medio, y termina el 3 de julio del mismo año, cuando se presenta ebrio en la comisaría de Puertollano y confiesa ser el asesino. ¿A qué dificultades se enfrentaron las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado?
—El principal escollo reside en que no fueron capaces en un primer momento de establecer el móvil. Cuando la motivación del crimen está identificada es mucho más sencillo deducir los próximos movimientos de su autor y establecer una hipótesis sobre su perfil. El Asesino de la Baraja se movía al azar y en diferentes puntos de la comunidad de Madrid, por lo que establecer una vinculación de los primeros asesinatos suponía un verdadero reto, y solo produciéndose más muertes las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado podrían encontrar un nexo de unión. Esto ocurrió cuando se percataron de que todas las muertes habían sido ocasionadas por la misma arma.
—¿De dónde sacó el arma?
—El arma y los cartuchos fueron comprados por un precio irrisorio en un bar de Bosnia y la trajo a España clandestinamente escondida en un televisor.
—Un hecho que marcó la investigación fue la interferencia de la prensa.
—Marcó la investigación y la construcción del asesino en serie. Junto al cuerpo encontrado en la Alameda de Osuna se halló un naipe, una carta de la baraja española: un as de copas. Todas las indagaciones demostraron que aquel hecho fue casual y, sin embargo, la prensa apodó de inmediato al depredador como «el asesino de la baraja», alimentando su ego desmesurado y, quizás, fomentando la continuidad de matar.
—Todos los crímenes de Alfredo Galán son terribles, pero hay uno que a mí me ha impresionado, y es en el que hiere a la dueña del bar de Alcalá de Henares y mata a su hijo delante de ella. ¿Trataste de entrevistar a los supervivientes?
—Traté de entrevistar a la hija del portero de Chamberí y a una de las víctimas de Tres Cantos, pero finalmente no fue posible. Es comprensible. Este tipo de dramas, sufridos en primera persona, son demasiado difíciles de soportar.
—¿Por qué decide entregarse?
—Galán estuvo durante tres meses matando sin piedad. De pronto llegó el buen tiempo, él mismo comenta que usar guantes le complicaba su actuación, a lo que se suma que, según sus declaraciones, la ineficacia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado le producía una inquietud desmesurada. “Podría haber estado matando 20 años más”, declaró. Atendiendo a sus palabras, ese nerviosismo por no ser capturado (y esa necesidad de reconocimiento constante) le llevó a emborracharse y entregarse.
—Trataste de hablar con el asesino en la cárcel, pero Alfredo Galán no aceptó. ¿Qué dudas te quedaron por resolver?
—La madre de una de las víctimas también lo intentó sin éxito. Creo que la respuesta primordial que todos tratamos de alcanzar ante un hecho incomprensible es por qué. La segunda es lo que tiene previsto hacer cuando salga.
—¿Crees que puede volver a matar?
—Quiero pensar que controlando su medicación no tendrá instintos asesinos, pero es algo que no tengo la capacidad de asegurar a priori.
—Se dice que en España hay menos asesinos en serie que en otros países. ¿Es esto cierto?
—Estadísticamente es cierto que en España hay menos asesinos en serie que en otros países, pero en el siglo XXI se han duplicado los casos. No hay una conclusión tajante respecto al motivo. La cultura influye en el número de criminales de un país y algunas vertientes tienden a pensar que a medida que nuestra sociedad se ha vuelto menos igualitaria, y por tanto más competitiva, los criminales han proliferado, en cuanto su motivación principal es la económica.
—Entonces, ¿se podría afirmar que fomentar la solidaridad y crear un verdadero estado del bienestar previene contra los asesinos en serie?
—Hay quien dice que toda sociedad sana debe tener un índice de criminalidad concreto. Creo que es una utopía la creación de un estado de bienestar que prevenga de conductas que no se ven amedrentadas por una condena, o que sí se ven pero que valoran más la recompensa que les produce matar que el riesgo de acabar en prisión.
—¿Por qué es necesario escribir sobre crímenes reales?
—Necesitamos recordar que no todo el mundo es bueno. Que el sistema jurídico y judicial es imperfecto y necesita ser revisado. Y que tenemos la gran suerte de ser protegidos por un equipo humano profesional que hace lo posible para que los ciudadanos de a pie podamos caminar tranquilos entre verdaderos monstruos.
—Dices que el sistema es imperfecto y necesita ser revisado. ¿En qué podría mejorar este sistema para evitar los asesinatos en serie?
—En la actualidad un criminal que ha asesinado en el 2003 sale impune a los 40 años, generalmente sin haber pagado la responsabilidad civil a las víctimas y sin ningún tipo de control. Hace unos años (2015) se estableció la prisión permanente revisable, lo que implica que ciertas personas podrán pasar el resto de su vida entre rejas, pero habría que regular la puesta en libertad de los delincuentes anteriores a esa ley.
—¿Volverás a escribir sobre true crime?
—Tardaré mucho en hacerlo, aunque no lo puedo negar categóricamente.
—¿Tan dura fue la experiencia?
—Es duro trabajar sobre un crimen real. Mucho más que inventarlo.
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