Escribe Alberto Buitrago en el prólogo de este libro (Ediciones Bajamar): “Las cerezas rojas no son para siempre no es una invocación al carpe diem, es una invitación urgente al carpe horam. Tampoco es una recurrencia al collige, virgo, rosas, es mucho más, es (Ausonio me perdone) una orden: collige et comede cerisias. Recoge y cómete las cerezas. Todas, las más dulces y las más ácidas. Porque los frutos se recogen para comerlos, porque se pudren de hoy para mañana, porque el tiempo huye, la vida huye, y no deberíamos perdernos ni un leve susurro ni una sola cereza».
***
El calor de un roce
de luz en la espalda,
leve, insistente
y la humedad
de la lluvia
arrasando
la rigidez del miedo.
***
Tú frente a las nubes
solo quieres el horizonte
de la infancia, la paz
de saberte esperado,
el abrazo dulce
con mantilla de alma de niño.
Borras la niebla,
dibujas flores y un sol
como si siempre existiera
cuando lo llamas.
Una película de sonidos grises
atrapa desde el fondo del abismo.
Paseo la orilla de la noche,
lloro el desamor sin alas
y callada deshago la sal
de sus besos y aquellas
lágrimas que evaporan
los últimos deseos.
Al alba reposo y te miro
mientras desapareces,
y solo es sueño lo vivido.
***
Envié su ausencia
a la cripta del olvido,
pozo negro al que me asomo
algunos días de lluvia ácida,
cuando la página en blanco
no se despereza
y permanece bloqueada
en el silencio.
Hoy me rodea la luz
del azulejo, una buganvilla
y las nubes reflejando
el Tejo en el alma.
***
Busco la sombra
que ahuyente el vacío
de la ausencia
de tus manos
y una voz que susurre
la noche incandescente.
***
Cuando llegas a mi hombro,
un susurro de ramas
de olivo y jazmín
llegan contigo.
Arropas mi espalda
con la miel de tus besos,
suavemente,
y un volcán despierta
cavidades del alma.
Súbito despliegas,
en un día invisible,
sus aires de fiesta.
Interesante revista. Gracias por permitir mi ingreso.
Cómo hago para publicar mis poemas