«Sobre las 12.30 de la mañana vi una portería abierta, en el número 89, de color marrón. Entré hasta el salón y vi a un hombre con un mono azul. Se quedó mirándome y yo saqué la pistola del bolsillo derecho de la chaqueta del chándal. A la izquierda había un niño de 3 o 4 años, sentado en una mesa. Estaba comiendo. Dirigí el arma a la cabeza del hombre y le dije: “De rodillas y mirando a la pared”. El hombre, sin articular palabra, obedeció, mientras el niño observaba la escena. Puse la pistola a cuatro centímetros de su cabeza y apreté el gatillo». (Alfredo Galán Sotillo)
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Matar por matar
Siempre se ha dicho que el ser humano, llevado a una situación extrema, es capaz de asesinar a otro igual. Los motivos los hay muy variopintos: celos, venganza, poder, sexo, traición, justicia que se toma por la mano cuando la verdadera falla… En el caso de los llamados asesinos en serie —y el que nos trae hoy aquí lo es— no solo importa el porqué. En palabras de la criminóloga Paz Velasco de la Fuente, «no es suficiente con averiguar qué los motiva a matar una y otra vez. La pregunta que debemos hacernos es: ¿qué consiguen al matar? Para responder a por qué matan se intenta determinar el móvil del crimen; pero para responder a para qué matan, debemos buscar la finalidad última de sus acciones»
El deseo, por perverso que sea, es lo que hace que la violencia sea comprensible. Sin eso, el asesino bien puede ser un fantasma.
¿Efectos psicológicos de una guerra?
Alfredo Galán Sotillo, exmilitar destinado en Bosnia en ayuda humanitaria, atacó en la Comunidad de Madrid y durante el año 2003, a 9 personas, de las cuales 6 resultaron asesinadas. Su modus operandi era disparar a quemarropa su pistola Tokarev TT-33 que sacó, de manera clandestina, de su paso por el país de los Balcanes. Pero no solo el arma fue lo que se trajo de la guerra, también un trastorno de personalidad que se agravó a su regreso.
Se ha rumoreado durante mucho tiempo, especialmente tras los casos que ha habido en Estados Unidos, sobre la afectación psicológica que una guerra puede causar en sus Fuerzas Armadas. Según los exámenes psiquiátricos que se le realizaron a Alfredo, no padecía ningún trastorno mental. Sí, en cambio, un trastorno de la personalidad desadaptativa con rasgos paranoides. Rehuía a la gente y se sintió engañado y traicionado cuando, tras ser relevado su grupo de Bosnia, fue destinado a la Operación Marea Negra, en Galicia. «Él se había enrolado en el ejército para matar. No para limpiar chapapote».
Y mató, sí, pero no solo en el ejército.
«No había un móvil concreto para matar. Simplemente es muy fácil, y lo podría seguir haciendo veinte años más».
Un naipe por casualidad
Durante uno de los primeros crímenes, bajo el cuerpo de la víctima apareció un naipe. La prensa, a veces demasiado ávida de sensacionalismo, decidió apoderar a su asesino en serie el Asesino de la Baraja creyendo, erróneamente, que ese as de copas lo había puesto el susodicho ahí. Ese sobrenombre aumentó su ego narcisista y también sembró el terror en un país que había leído la prensa un año atrás cuando el Asesino del Tarot llenaba sus portadas. Pero voy a ir un paso más allá: ¿pudieron los medios de comunicación determinar su historia criminal o al menos influir en ella? Tras ese crimen vinieron más, y tras ese as de copas le sucedió el 2. Y el 3. Y el 4.
«¿Qué ocurre cuando la firma del asesino ni siquiera se le ha ocurrido a él y ha sido fruto del azar que un naipe esté en el lugar y momento oportunos, bajo el cuerpo de una víctima, provocando que la prensa apodara al Asesino del Naipe sin que ni siquiera este haya adquirido ese rol?».
Sin Ficción.
La muerte en un naipe es el noveno libro de la colección Sin Ficción, de la editorial Alrevés, una colección dirigida y prologada por la escritora Marta Robles necesaria para todos los que amamos el género true crime, tan en boga en la actualidad.
Pese a que los nueve se rigen por unas características similares, en esta ocasión Jimena Tierra alterna escritos sumariales con declaraciones de Alfredo y contenido teórico relacionado con los procesos mentales, las conductas y los aspectos criminalísticos. No hay entrevista con el protagonista del caso (porque él se ha negado), pero sí un paseo por esa maldad humana sin motivo ni explicación, algo tal vez injustificable para los que necesitamos una razón convincente, un hilo del que tirar para entender la conducta humana.
Por qué siempre siento que los artículos quedan inconclusos…
Un libro fantástico… y fantásticamente aterrador de Jimena Tierra, la maestra.