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Roger Corman, rey de la serie B y mentor del nuevo Hollywood de los años 70

Roger Corman, rey de la serie B y mentor del nuevo Hollywood de los años 70

Cincuenta años después de su primera y ya brillante realización —Cinco pistolas (1955)— y a treinta y uno de la última —La resurrección de Frankenstein (1990)—, cuando puede darse por concluida su filmografía, todavía cabe preguntarse si la verdadera vocación de Roger Corman —uno de los grandes paradigmas de la serie B— fue la producción o la realización. No faltan quienes sostienen que, cuando emplazó su cámara por primera vez, lo hizo para ahorrarse el sueldo de un director bajo contrato. Dicha teoría podría desmentirse aludiendo al vigor narrativo que Roger Corman supo imprimir a todas y cada una de sus películas, porque contaba tan bien las historias que conseguía que el espectador no reparara en todas las carencias inherentes a los bajos presupuestos con los que trabajaba.

Sin embargo, no es menos cierto que su actividad como realizador se reduce a poco más de quince años (1955-1971). Otros diecinueve después firma el ya citado Frankenstein, y desde entonces hasta ahora sólo ha dirigido un episodio de la serie de televisión Masters of HorrorHaeckel’s Tale (2006)— mientras ha seguido produciendo al ritmo infatigable que le ha caracterizado desde sus comienzos. Es más, ateniéndonos a la dudosa elocuencia de las estadísticas, la filmografía del Corman realizador comprende 56 títulos, frente a los 362 del Corman productor. Tal vez tengan razón quienes apuntan que las primeras inquietudes de este impagable mercenario de la AIP le encaminaban a la producción, que no a la realización cinematográfica.

En cualquier caso, fuera cual fuese la verdadera vocación de este maestro de los rodajes bajo mínimos, el cinéfilo ha de agradecer a Corman un buen número de maravillas, al igual que la forja de una buena parte de esa generación que cambió Hollywood a comienzos de los años 70.

"No duda en subirse a una avioneta y viajar en ella a todos los autocines y las salas de reestreno del país, enseñando Cinco pistolas a los gerentes de los distintos establecimientos"

Tras realizar estudios de ingeniería y servir en la armada, se emplea como encargado del correo en la 20th Century-Fox. Sin embargo, en 1953, cuando vende su primer argumento, se lo compra la competencia: Allied Artists. Se dice que para su primera producción —cifrada en 12.000 dólares y dirigida por Wyott Ordung en 1954 con el título de The Monster From the Ocean Floor—, Corman hubo de convencer al inventor del submarino monoplaza que aparece en escena de la publicidad que supondría para el aparato salir en la película para que el sujeto en cuestión se lo dejara gratis durante la filmación. Fuera como fuese, de lo que no hay duda es de que, antes de que acabe el año 54, el incipiente productor, dando ya muestras de su futura capacidad de trabajo, pondrá en marcha dos cintas más, basadas en sendos argumentos suyos. The Fast and the Furious, dirigida por John Ireland y Edward Sampson, y Highway Dragnet, de Nathan Juran, son sus títulos respectivamente.

Tras demostrar que puede ser rápido, barato y bueno en Cinco pistolas, western que inaugura esa línea en la que Budd Boetticher y Randolph Scott —ya maestros en el género— vendrán a abundar a partir de 1956, no duda en subirse a una avioneta y viajar en ella a todos los autocines y las salas de reestreno del país, enseñando Cinco pistolas a los gerentes de los distintos establecimientos. Su objetivo es convencerles para que contraten su siguiente realización. En muchos casos lo consigue porque el cine de Corman —que entonces oscila invariablemente entre el western y la fantaciencia— sintoniza a la perfección con los jóvenes de la época.

Sean o no sean conscientes de ello sus primeros espectadores, el Corman de aquellos años es el realizador por antonomasia de los jóvenes que se dan los primeros besos en el viejo Chevy frente a la pantalla del autocine y bailan al ritmo de Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, Gene Vincent y los primeros intérpretes de rock & roll. Más aún, ese Corman es uno de los realizadores más representativos del cine de los años 50.

"Si hay algo común a esa veintena de títulos que inauguran su filmografía, eso es el brío que sabe imponer a la hora y poco más que duran sus realizaciones"

Antes de que acabe la década que le ha visto nacer como cineasta, el maestro de la estrechez y la carencia ha dirigido más de 20 películas. Esto significa que rueda un mínimo de cuatro filmes al año. Entre ellos cuentan títulos como The Day the World Ended (1955), un acercamiento al miedo al holocausto nuclear que atenaza a la Norteamérica de aquel tiempo; Attack of the Crab Monsters (1957), una de sus primeras propuestas encuadradas en esa pantalla de terror de la que será un maestro indiscutible en la siguiente década, pero realizada desde esos planteamientos fantaciéntificos en los que aún se encuentra; o I, Mobster (1958), un insólito melodrama entre hampones, de fotografía llamativa, que demuestra que Corman, como el buen mercenario de la puesta en escena que es, se mueve con idéntica soltura en todos los géneros. Porque si hay algo común a esa veintena de títulos que inauguran su filmografía, eso es el brío que sabe imponer a la hora y poco más que duran sus realizaciones.

Con tales antecedentes, no es de extrañar que nuestro cineasta encuentre abiertas de par en par las puertas de la AIP. No en vano en 1954, cuando sus amigos y a veces productores James H. Nicholson y Samuel Z. Arkoff han fundado el estudio, lo han hecho con la firme decisión de impulsar ese cine adolescente del que Corman ya es —junto a Jack Arnold— uno de sus directores más brillantes.

Así las cosas, el entendimiento entre el realizador y la casa llega a ser tan grande que suele considerarse a Corman fundador de la AIP. Con dicha marca el cineasta realiza el ciclo de Poe, lo mejor de su filmografía. En los siete títulos que integran la serie —La caída de la casa Usher (1960), El péndulo de la muerte (1961) La obsesión, Historias de terror (ambas de 1962), El cuervo (1963), La máscara de la muerte roja (1964) y La tumba de Ligeia (1965)—, el maestro del bajo presupuesto demuestra ser uno de los mejores adaptadores de Edgar Allan Poe.

"El rodaje de The Little Shop of Horrors le ocupa durante un par de días y una noche, después de haber empleado una semana en la redacción del guión"

En estrecha colaboración con Vincent Price —protagonista de todas ellas—, el guionista Richard Matheson, el director artístico Daniel Haller, el director de fotografía Floyd Crosby y el resto de lo que bien puede llamarse su compañía estable, se convierte en el artífice del vigor narrativo, el cromatismo y las angulaciones de cámara que llegarán a ser las principales señas de identidad de la AIP. Haciendo virtud de la necesidad, Corman, lejos de dejarse llevar por esas truculencias y esos efectos especiales que tanto tientan a los cineastas que trabajan con producciones de más envergadura, crea su espanto y su inquietud en base a sutilezas.

Que sus presupuestos comiencen a ser más holgados no significa que su ritmo de rodaje decrezca. Es tanta la complicidad que existe entre Corman y sus colaboradores que el cineasta puede seguir trabajando a la velocidad que le caracteriza. Así, rodar el ciclo de Poe —uno de los capítulos principales de la historia del cine de terror, al que de alguna manera se puede unir The Haunted Palace (1963), adaptación de El extraño caso de Charles Dexter Ward (1943), novela corta y póstuma, de H. P. Lovecraft—, no le ha impedido con anterioridad realizar una notabilísima parodia del género en The Little Shop of Horrors (1960). El rodaje de esta última le ocupa durante un par de días y una noche, después de haber empleado una semana en la redacción del guión. A esta serie, siempre protagonizada por Price, también cabe añadir El cuervo, que a la larga es una parodia del más célebre poema de Poe.

"Mediados los años 60, a Roger Corman ya se le aplaude hasta en los grandes estudios, los mismos que le cerraron la puerta cuando iba a visitar a los exhibidores con su avioneta"

The Intruder (1962) es una denuncia del racismo reinante en los estados sudistas. Además de ser considerada por la crítica su primera película “importante y personal”, también es una de las primeras manifestaciones de esa nueva sensibilidad que el problema racial inspira a la juventud rebelde de la Norteamérica de los años 60. En efecto, diez años después de sus primeras realizaciones, Corman sigue en sintonía con los adolescentes. De hecho, serán obra suya algunas de las primeras películas sobre la juventud de la época. Así, Los ángeles del infierno (1966) es un acercamiento a los motoristas aludidos en el título, en tanto que The Trip (1967) retrata, cuando la pantalla apenas ha dado noticia de ello, una experiencia con ácido lisérgico.

Unos años antes, en el 63, Roger Corman ha vuelto a esa ciencia ficción bajo mínimos en El hombre con rayos X en los ojos, una delicia protagonizada por Ray Milland.

Aunque la proximidad a los planteamientos contraculturales de algunas de sus propuestas juveniles le haya valido la crítica de los sectores conservadores, mediados los años 60 a Roger Corman ya se le aplaude hasta en los grandes estudios, los mismos que le cerraron la puerta cuando iba a visitar a los exhibidores con su avioneta. De ahí que cuando vuelve a interesarse por el gansterismo sea la Fox quien le produce La matanza del día de san Valentín (1967). Fue aquella una impecable recreación, con trazas de documental, de la matanza ordenada por Al Capone el Día de los Enamorados de 1929, cuando los sicarios de Caracortada —acaso el gánster que más cine ha inspirado— asesinaron en un garaje a siete miembros de la banda de Bugs Moran, última batalla de las guerras mafiosas que convirtió a Capone en rey del hampa de Chicago.

"Es el Corman productor quien pone en marcha lo que Jonathan Demme, uno de sus acólitos, fue a llamar la Academia de Técnica Cinematográfica de Corman"

Tres años después, tras un primer paréntesis insospechado anteriormente, abunda en el drama criminal con Mamá sangrienta (1970), basada en la verdadera historia de Kate Baker, también conocida como Ma Baker, la mujer que enseñó a robar, secuestrar y asesinar a sus cuatro hijos, escribiendo al hacerlo todo un capítulo en la historia criminal estadounidense. Mamá sangrienta, donde la crueldad sucede a la ternura y la violencia al patetismo, en opinión de algunos críticos es la obra maestra de Corman. Cuando llega a las pantallas, las horas del realizador en la AIP ya están contadas.

Es en 1971, cuando la que fue su productora por antonomasia intenta cambiar el montaje de Gas-s-s-s, una comedia de anticipación, cuando Corman parte con la AIP y decide fundar su propia empresa. Con su marca se estrena El barón rojo (1971), extraña película bélica donde se nos refieren las hazañas de Manfred von Richthofen, el héroe de guerra alemán en los cielos de la Gran Guerra.

La resurrección de Frankenstein, lejos de esa nueva incursión en el terror que aparenta ser a tenor de su título, lo es en la ciencia ficción. Basada en la celebrada novela que Brian Aldiss da a la estampa en 1973 con el título de Frankenstein desencadenado, más que una vuelta a ese moderno Prometeo que es la abominación del barón Frankenstein, lo que se nos propone es un viaje en el tiempo, el de Joe Buchanan (John Hurt), desde un futuro sombrío a la Suiza decimonónica, donde un joven científico, el doctor Victor Frankenstein, se debate entre el tormento y la inspiración.

Como productor, Roger Corman ha sido responsable de títulos tan notables como A través del huracán (1965) y El tiroteo (1967), los dos inolvidables westerns de Monte Hellman; conviene asimismo señalar El horror de Dunwich (Daniel Haller, 1970), Humanoides en el abismo (Barbara Peters, 1980), por citar sólo algunas de esas 362 producciones aludidas.

"Fue distribuidor en Estados Unidos de los grandes títulos de realizadores europeos como Federico Fellini, François Truffaut, Joseph Losey e incluso del japonés Akira Kurosawa"

Es el Corman productor quien pone en marcha lo que Jonathan Demme, uno de sus acólitos, fue a llamar la “Academia de Técnica Cinematográfica de Corman”. En efecto, nuestro hombre también será el productor de Francis Ford CoppolaDementia 13 (1963)—, Martin ScorseseBoxcar Bertha (1972)—, Peter BogdanovichSaint Jack (1979)-—y tantos otros de aquellos cineastas que cambiaron Hollywood al filo de los años 70.

Al igual que aquellos realizadores, muchos de los cuales colaboraron con él como directores de la segunda unidad, ayudantes de dirección o guionistas, gracias a este antiguo mercenario de la AIP, actores como Jack Nicholson, Robert de Niro, Bruce Dern o Dennis Hopper pudieron interpretar algunos de los mejores personajes de los comienzos de su filmografía.

Distribuidor en Estados Unidos de los grandes títulos de realizadores europeos como Federico Fellini, François Truffaut, Joseph Losey, e incluso del japonés Akira Kurosawa, he ahí otra prueba de que para Roger Corman el cine es más que un negocio como podría serlo cualquier otro. No hay duda de que es uno de los cineastas más sobresalientes que dio la pantalla estadounidense en la segunda mitad del pasado siglo.

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