Hay que ser un tanto insensato, temerario, osado y estar muy seguro de uno mismo, todo a la vez, para atreverse a versionar y reinterpretar una de las grandes obras maestras de uno de los más grandes creadores cinematográficos de todos los tiempos. Es el caso del israelí Hagai Levi, que se ha enfrentado a una actualización, casi 50 años después del original, de Secretos de un matrimonio, de Ingmar Bergman, serie de seis episodios para la televisión sueca rodada en 1973, protagonizada por Erland Josephson y Liv Ullman y que posteriormente se estrenó en cines con un remontaje de algo menos de tres horas (y que tuvo un epílogo, 30 años después, en 2003, en la tv movie Saraband, que a la postre fue también el testamento fílmico del cineasta).
Obviando las comparaciones, que siempre son odiosas y en este caso aún más, el gran mérito del realizador hebreo ha sido el de actualizar la magna ópera del cineasta sueco y dotarla de absolutas actualidad y contemporaneidad. De este modo, la minuciosa disección de la irrefrenable descomposición de un matrimonio que para el mujeriego irreductible Bergman era una especie de exorcismo autobiográfico (“Tardé tres meses en escribir el guion pero había tardado mucho más tiempo en experimentar todo lo que se cuenta”, afirmaba) se convierte aquí en un fidedigno documento, entre lo sociológico y lo psicoanalítico, de la realidad de la pareja, de cualquier pareja, a día de hoy. Un reflejo del signo de estos tiempos.
Para empezar, Levi le ha dado un giro copernicano decididamente feminista a los roles protagonistas y la mujer ha pasado a ser quien lleva la voz cantante, la que comete las infidelidades, la que decide abandonar el hogar y la que soporta el peso de la pareja, sobre todo económicamente. Mientras, el hombre comparece como el más sensible, el más dependiente (y no sólo en lo económico, también sentimentalmente) y el que se ocupa de la hija. Además, se tocan temas impensables en la primera mitad de los años 70 y que a día de hoy son recurrentes en la sociedad, como el poliamor o la copaternidad electiva entre un varón soltero y una mujer homosexual.
En un momento dado del primer capítulo, una joven que está llevando a cabo un estudio sobre “matrimonios heterosexuales monógamos” (sic) felicita a los protagonistas por su éxito, que consiste en haber aguantado diez años casados, cuando la media de duración de los matrimonios en Estados Unidos es de 8,2 años [En España, según datos del INE, es exactamente el doble, 16,8 años, y hay que destacar que en ambos países, probablemente por razones económicas derivadas de la pandemia coronavírica, en 2020 el número de divorcios cayó un 15 por ciento respecto a años anteriores, aunque tiene toda la pinta de ser algo meramente coyuntural]. Es decir, que aunque Secretos de un matrimonio aborda la crisis concreta de la pareja compuesta por Mira y Jonathan, no deja de ser una radiografía de la sociedad capitalista occidental, donde, da igual de qué país hablemos, entre el 50 y el 60 por ciento de los matrimonios ni acaban felices ni mucho menos comen perdices.
Tal es así que en el mundo audiovisual, especialmente en el de las plataformas, las historias de desamor y ruptura no sólo son tendencia, sino que están proporcionándole a dichas plataformas algunos de sus más sonados éxitos. Dígase que como lógica reacción al mainstream hollywoodiense, que apuesta película tras película por reivindicar el modelo de familia tradicional por encima de todas las cosas, dígase que como intento por atraer a un público deseoso de productos realistas y que reflejen la realidad cotidiana y circundante.
En 2019, Netflix triunfó rotundamente con Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach, que contaba cómo la pareja formada por Adam Driver y Scarlett Johansson acababa como el rosario de la Aurora. La película fue incluso nominada a seis Oscar (incluidas las categorías de Mejor Película, Mejor Actor y Mejor Actriz) y ganó una estatuilla, que fue a parar a manos de Laura Dern como Mejor Actriz Secundaria por su encarnación de una abogada matrimonialista sin ningún tipo de escrúpulos… que es exactamente lo que hay que tener para dedicarse a ese trabajo.
En 2020 se estrenó en Movistar+ El estado de la unión, miniserie británica compuesta por diez episodios de diez minutos de duración, creada por el escritor Nick Hornby y dirigida por Stephen Frears. En ella, Rosamund Pike y Chris O’Dowd dan vida a los miembros de una pareja que está a punto de separarse pero, antes, deciden darse una oportunidad asistiendo a terapia. Antes de cada sesión, se reúnen en un pub y mientras ella toma una copa de vino blanco y él una cerveza analizan, en este caso con mucho humor y sin excesiva acritud, las cosas que les unieron y las que les están separando. La conclusión, como en las dos series anteriormente citadas, es que el amor, por muy fuerte que sea, nunca es suficiente.
Además, casualidad o no, en las salas de cine españolas se estrenó el 17 de septiembre, exactamente una semana después de que se emitiera el primer episodio de Secretos de un matrimonio, la producción italiana Lazos, firmada por Daniele Luchetti (discípulo aventajado del genial Nanni Moretti) y basada en una novela de Domenico Starnone. Una tragedia dividida en tres capítulos que abarca 30 años en la vida de un matrimonio napolitano y que le da una vuelta de tuerca demoledora al tema de la descomposición de la pareja, porque aquí lo que se plantea no es la separación ni el divorcio, sino el hecho de seguir juntos a pesar de todos los pesares para hacerle la vida imposible al “contrario” y no permitirle que rehaga su vida.
Lamentablemente, las frías estadísticas nunca han cuantificado el porcentaje de matrimonios que han perdurado en semejantes e insoportables circunstancias, mucho peores que un divorcio (semi)civilizado como el que firman los protagonistas de Secretos de un matrimonio, una de las series de las que más se van a hablar este año y que está destinada a ganar más de un premio en el ámbito interpretativo.
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