Carmen Mola se quitó su disfraz literario de Mask Singer el pasado 15 de octubre, en Barcelona, cuando la presunta autora fue galardonada con el septuagésimo Premio Planeta, el del millón de pavos. Los asistentes a la gala gesticulamos más que los Javis al descubrir que, tras el seudónimo, se escondía un ente trinitario compuesto por los escritores y guionistas Jorge Díaz (Alicante, 1962), Agustín Martínez (Lorca, 1975) y Antonio Santos Mercero (1969, Madrid). Ninguno es advenedizo: amén de la trilogía compartida de La novia gitana, el primero escribió las novelas Cartas a Palacio y La justicia de los errantes y fue coordinador de guiones de la serie Hospital Central; el segundo, las novelas Monteperdido y La mala hierba y guiones en Sin tetas no hay paraíso, Víctor Ros o Crematorio; el tercero, novelas como Pleamar o El final del hambre y guiones de cine y televisión como Felices 140, MIR o, de nuevo, Hospital Central.
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—Si tuvieran que escoger un adjetivo para describir cómo ha sido su último mes, ¿cuál elegirían?
—Jorge Díaz (JD): Loco.
—Antonio Santos Mercero (ASM): Intenso.
—Agustín Martínez (AM): Fascinante.
—Roberto Saviano dijo sobre Elena Ferrante, más o menos, que lo maravilloso de no conocer su identidad era que uno se podía centrar en sus novelas. ¿Qué han ganado y qué han perdido desenmascarando a Carmen Mola?
—JD: Me parece una frase perfecta. Nosotros, cuando creamos a Carmen Mola, queríamos que la gente se centrara en nuestras novelas y no en nuestra persona. ¿Qué hemos perdido ahora? Que dejamos de tener eso, esa ignorancia de la gente sobre quiénes somos para centrarse, únicamente, en el contenido de lo que escribimos. Ahora hay gente a la que le parece bien, gente a la que le parece mal, pero esto es como cuando ves una película después de haber leído una novela, llega el protagonista y resulta que te lo imaginabas de otra manera. Pues la gente se imaginaba a Carmen Mola de otra manera, pero era su imaginación. En realidad, nunca nadie dijo cómo era Carmen Mola.
—Cuando se enteran de que, por ejemplo, la librería Mujeres y Compañía retira sus libros porque la autora no es una mujer, ¿qué piensan?
—ASM: Pensamos que es una decisión coherente, ¿no? Si sólo tienen libros de mujeres, tienen a Carmen Mola pensando que lo es y luego se descubre que no lo es, lo más normal es retirarlos.
—¿Es más rentable hoy firmar como Cecilia Böhl de Faber que como Fernán Caballero?
—AM: Creo que no, que no hay una rentabilidad especial en firmar como hombre o como mujer. Lo que vamos viendo, por un lado, es una mayor integración de la mujer, un mayor número de autoras publicando, cosa que me parece muy buena porque va creciendo, en este sentido, la igualdad, aunque todavía hay una desigualdad en el número de escritores/escritoras. Al final, lo que funciona o lo que llega a los lectores es la novela. Los autores no somos importantes. Da igual si una novela la ha escrito un hombre o una mujer. A la hora de comprar una novela, uno no la compra por que sea un hombre o una mujer el autor, sino porque hay algo que le interesa de la novela o porque se la han recomendado. Al final, la literatura funciona mucho por el boca-oreja: alguien lo ha leído, el libro gusta y, entonces, se va corriendo la voz. Creo que no es el nombre lo que te lleva a comprar la novela. El nombre te llevará si te has leído otras novelas de ese autor antes y te gustan. Entonces, sí que sigues comprando libros de ese autor; si no, no.
—JD: Y queremos pensar que nadie lee las novelas por ser una profesora de matemáticas porque, entonces, todas las profesoras de matemáticas serían superventas (risas).
—Centrémonos en La Bestia. En la nota de prensa, se habla de Dickens; yo añadiría al cóctel a Galdós, pero también a Don Winslow y, en cierto modo, a Stephen King. Háblenme de sus referencias. ¿He acertado con algún autor?
—ASM: Nos gusta lo que has dicho (risas).
—JD: Has acertado de lleno en Galdós. Stephen King yo no lo había pensado, pero sí. De hecho, hay una parte en la que La Bestia es un poco cuento gótico. Ahí puede estar. Y Don Winslow no lo veo, pero como me apasiona, te lo compro.
—Por la prosa directa, de frase corta, y la sucesión permanente de hechos trepidantes.
—ASM: Yo añado al Víctor Hugo de Los miserables por esa niña huérfana, los desclasados y los desfavorecidos, y la sublevación del pueblo contra los curas en la matanza de los frailes.
—AM: Como estaba diciendo Jorge, no necesariamente de Stephen King o de Lovecraft, pero sí que hay un toquecillo de literatura de terror dentro de La Bestia.
—¿Cómo se han dividido el trabajo? Para empezar, la novela transcurre en 1834, en un Madrid que es, nunca mejor dicho, un polvorín colérico. ¿Alguno de ustedes lideraba la labor de documentación?
—AM: No. Nos dividimos mucho el trabajo los tres. Trabajamos mucho a través de reuniones y tormentas de ideas. Así vamos pergeñando toda la novela. Y, en la documentación, todos nos documentamos. Todos nos metemos en 1834, leemos a Galdós, a Mesonero Romanos, periódicos de la época, y, al final, cada uno aporta diferentes puntos de vista sobre el año en concreto.
—JD: Y nos mandamos muchas cosas. “Oye, leed esto que he encontrado” y tal. Pero como la trama de la novela la creamos todos en conjunto, conviene que todos tengamos acceso a la misma información. Entonces, cosas sobre el cólera, sobre los barrios de Madrid, sobre la Cerca, uno las encuentra, se las manda a los demás, etcétera, pero no tenemos esa división de trabajo de “tú haces esto, yo esto”. Con lo cual, trabajamos muchísimo (risas).
—ASM: Es que a todos nos gusta también leer y aprender y meternos. Las sociedades secretas, que es un tema que sale en la novela: es difícil investigar las sociedades secretas porque, por definición, no se sabe muy bien qué hacían (risas). Pero Galdós en La Fontana de Oro habla de las sociedades secretas, y no es que sea un ensayo sobre las sociedades secretas, pero sí te pone un poquito en la época y te hace ver que en cada café se estaba organizando una revuelta de algún tipo.
—AM: Al final, los tres necesitamos tener esa documentación y meternos en el año para escribir la novela. Aunque esa documentación luego no aparezca en la novela, te sirve para estar muy conectado al momento.
—El ecosistema es terrible: “El alcantarillado es malo —escriben— y en el suelo se forman ríos de agua que arrastran basura arrojada por los vecinos en cualquier parte”; La Cerca es una frontera entre, literalmente, dos mundos; las prostitutas “son como ganado: alimento para los más ricos”… ¿Por qué eligieron este contexto?
—ASM: 1834 es un año particularmente violento. Digamos que el incidente fundacional, lo que nos decide meternos ahí, es la matanza de frailes el 17 de julio de ese año: se levanta el pueblo madrileño en un brote de ira brutal contra el clero. Y se cargan a 80 frailes.
—JD: En una tarde.
—ASM: Eso nos deja alucinados. Además, es un suceso poco conocido. Desde luego, nosotros no lo conocíamos. Eso ya nos anima porque, primero, es muy Carmen Mola ese tipo de incidente: nos gusta hacer retratos de la violencia. Creemos que lo que estamos haciendo en nuestras novelas es una exploración de la violencia. De la violencia y del mal. Luego, descubrimos que acababa de empezar la primera guerra carlista, que había una epidemia de cólera en Madrid, que no se podía entrar ni salir de la ciudad y que los pobres estaban en los arrabales dejados de la mano de Dios… No sé, empieza a haber una serie de ingredientes que nos empujan a meternos en ese año.
—AM: Me da la sensación de que Madrid estaba en un momento en el que podía haber desaparecido. Directamente. Estaba como en el canto de una moneda.
—Madrid, amén de un escenario, ¿es un personaje?
—JD: Madrid es un personaje de todas nuestras novelas. Desde la primera novela que escribimos como Carmen Mola pensamos que teníamos que retratar Madrid y que había ciudades mejor retratadas… No mejor, porque la gente que ha retratado Madrid lo ha hecho muy bien, pero sí más retratadas. Pongo por caso, evidentemente, Nueva York o Londres, pero también, en España, Barcelona. Entonces, pensábamos: “Tenemos a Galdós, que ha retratado Madrid maravillosamente bien; Madrid: Capital de la gloria, de Zúñiga… pero también pensamos que Madrid es nuestra ciudad, hayamos nacido o no en Madrid. Es la ciudad que queremos, la ciudad en la que vivimos, y nos gustaba que Madrid estuviera presente. En las tres primeras novelas era más una presencia, bueno, en la que el ambiente era el de Madrid, contábamos cosas de Madrid, pero en esta novela sí que es un personaje. Es: “Esto está pasando en Madrid, pero Madrid te engulle”.
—Ese Madrid es una bestia.
—ASM: Es una bestia, pero en la oscuridad de ese Madrid también dejamos que entre un rayo de luz. De esa niña y de esos pobres de los que no se ocupa nadie, en la aventura, en la novela, sí que aparecen personajes que se preocupan por la suerte de esa niña, y eso da esperanza. Es el trasunto del madrileño que ayuda a los demás, que no se fija en quién es, de dónde es o cuánto dinero tiene. Y la Madrid que contamos es una ciudad que sobrevive a sí misma, que siempre renace. Hay algo de homenaje a la ciudad.
—¿Se parece el Madrid de 1834 más de lo que creemos al de 2021?
—AM: Se parece mucho, en realidad. Fue también un descubrimiento para nosotros. Al final, la novela y el Madrid de 1834 es un espejo deformado de nuestra realidad. No es idéntico, evidentemente, porque la situación ha cambiado mucho, no estamos en el mismo momento histórico, pero sería como si te metieras en el Callejón del Gato y vieras Madrid en esos espejos. Tienes muchos elementos: la epidemia de cólera relacionada con la covid-19…
—La proliferación de bulos…
—AM: La necesidad de generar un culpable ante algo que no se entiende: los curas dicen que la epidemia es un castigo divino; los pobres que son los curas los que envenenan el agua para acercarles a la Iglesia…
—JD: Está ese Madrid perimetrado en el que no se puede salir de La Cerca. Las ciudades de alrededor no quieren recibir madrileños y Madrid no quiere recibir gente de fuera. Entonces, ahí hay algo muy local, por el tema del confinamiento, pero como dice Agustín, ¿y si La Cerca de ahora es el Mediterráneo, hemos dejado fuera a los pobres y no queremos recibirlos dentro? No es nuestra intención más inmediata, pero hay algo de eso.
—AM: Hay ecos continuos: cómo determinados poderes usan la desgracia, en este caso el cólera, para ganar su batalla política. Y uno puede encontrar referentes fáciles con la actualidad.
—¿Tienen los autores un personaje que sea más suyo que de los demás?
—JD: Evidentemente, hay uno que a ti te gusta más y otro se lo tiene a otro, pero los personajes son todos de todos.
—ASM: A mí me gusta Donoso Gual, el exguardia real tuerto, borrachín, muy amargado por una pena de amor, que ya no quiere saber nada de la vida más allá de tomarse un aguardiente con su amigo Diego y que, poco a poco, la vida, esa niña y el descubrimiento del amor le van abriendo una grieta en el corazón, y se le va ablandando el corazón y va cambiando el personaje.
—JD: A mí también, pero me temo que a Donoso le gusta el Donoso del final y a mí me gusta el del principio (risas).
—ASM: Me gustan los personajes que describen un arco y que la historia los modifica.
—AM: Te diría Donoso. Es uno de esos personajes que ha crecido mientras hacíamos la novela. Cuando teníamos las reuniones, pensábamos que no iba a ser tan importante, o no le prestábamos tanta atención. Cuando nos pusimos a escribirla, cobró vida propia. Pero, por no repetir con Donoso, te voy a decir Lucía, que es un ejemplo de lucha desesperada y de puro amor por su hermana, y cómo se va enfrentando a todo, y cómo va encontrando compañeros de viaje… y ese viaje me parece muy interesante: cómo alguien, desde lo más bajo, consigue destruir el núcleo de lo que está pasando.
—¿Qué han aprendido mientras escribían La Bestia?
—JD: Cuando escribes una novela siempre aprendes. Yo no sé quién dijo que cuando querías aprender sobre algo, tenías que escribir una novela. Por ejemplo, sabía lo que eran los carlistas, pero no me he enterado de quiénes eran los carlistas de verdad hasta que empezamos a escribir la novela. De cualquier forma, no sé si es aprender porque, teóricamente, lo sabes, pero sí hemos aplicado lo siguiente: para nosotros, siempre ha sido fundamental, por encima de todo, la trama; en esta novela hemos dicho: “Vale, la trama es fundamental, está por encima de todo, pero vamos a intentar hacer una novela de más calidad literaria, de mejor escritura”. Y creo que lo hemos conseguido.
—ASM: Es un género nuevo para nosotros. Veníamos de la novela policíaca o thriller, si lo prefieres, y esto es un thriller histórico. Yo me meto en la novela histórica a ciegas. Jorge había hecho ya algo de novela histórica, pero Agustín y yo no.
—AM: Yo en televisión sí.
—ASM: Pues yo no: yo entraba totalmente a ciegas. Eso ya es un aprendizaje. En la novela histórica, cuál es la proporción del marco histórico, del hecho histórico y de la ficción, cómo lo vas manejando… eso es tantear, aprender y ver qué tal queda.
—AM: Yo ya lo sabía todo de antes (risas). Les he enseñado.
—El personaje de Ana Castelar, aristócrata con simpatías republicanas y amante de Diego Ruiz, le dice a éste: “Ojalá llegue el momento en que los ciudadanos de este país estén lo bastante formados como para tomar las riendas”. ¿Hubieran preferido recibir el Planeta de las manos del presidente de la República que de Felipe VI?
—JD: Me encanta que nos haya dado el premio Felipe VI porque es la representación de la Jefatura del Estado. Si la Jefatura del Estado fuera otra, también me habría gustado de la Jefatura del Estado que estuviera.
—ASM: Carmen Mola es apolítica por pura necesidad: hay tres personas y, evidentemente, en cuestiones de política no puedes poner de acuerdo a dos españolitos; a tres…
—AM: Está muy bien que la mayor autoridad, sea la que sea, conceda un premio literario. Al final, lo que nos importa es que el libro tenga relevancia, llegue a la gente y sea importante. Si para eso tiene que venir el rey, que venga.
—JD: Me parece tan mal que se abuchee al rey como que se abuchee al presidente. Es el rey de todos mientras esté; si no está, ya no. Y es el presidente de todos mientras esté. Nos representa, está ejerciendo su cargo y hay que respetarle. Y si además viene a darnos un premio, pues más todavía (risas).
—Antes de que se me olvide: Alfaguara anuncia para 2022 Las madres, cuarta novela protagonizada por Elena Blanco. ¿Cómo van a torear esto?
—JD: Con la mayor naturalidad. Se torea con la mano izquierda. Nosotros tenemos que cumplir nuestros compromisos, y tenemos el compromiso con Alfaguara de entregarle una novela. Además, la mejor novela que podamos escribir sobre Elena Blanco. Estamos muy contentos, a nosotros nos gusta mucho Elena Blanco y esperamos que Las madres sea nuestra novela favorita de Elena Blanco.
—AM: Ojalá que, de alguna forma, fuéramos como futbolistas que tienen que trabajar en exclusiva para alguien. Nosotros somos autores y publicamos. Y hemos publicado La Bestia con Planeta porque nos han dado el Planeta y seguiremos publicando con Alfaguara. No es nuestra guerra.
—JD: Mientras nos dejen, seguimos.
—Para finalizar: dedican el libro “a mi madre”. Por curiosidad, ¿quién es la madre de Carmen Mola?
—JD: Hemos querido dedicársela “a mi madre” por no dedicárselo a “nuestras madres”, para que cada una de nuestras madres sintiera que es para ella. Como dijo Agustín el día de la presentación, hemos perdido a nuestros padres en los últimos años. Entonces, ellos no estaban para verlo pero, afortunadamente, nuestras madres estaban ante la tele ese día, y queríamos dedicárselo tanto a ellos, donde estén, como a ellas que, afortunadamente, están presentes.
—ASM: Yo estaba pensando en una respuesta más metafórica: “La madre de Carmen Mola es una mañana de cañas en la que decidimos escribirlo”. Pero me gusta más tu respuesta (risas).
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