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Montaigne, Goethe, Tolstoi, Balzac, Chéjov… Así mueren los genios

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Montaigne, Goethe, Tolstoi, Balzac, Chéjov… Así mueren los genios

La muerte, en apariencia al menos, es igual para todos e iguala a los genios con las personas comunes, pero hay modos de afrontarla, de esperarla, abrazarla o rehuirla, como revela Muertes imaginarias, obra con la que el psicoanalista y escritor francés Michel Schneider (1944) recibió el Premio Medicis en 2003 y que ahora se ha traducido al español.

Montaigne, Goethe, Tolstoi, Balzac, Chéjov, Pascal, Kant, Stendhal, Flaubert, Marina Tsvetaeva, Jean Rhys, Freud, Nabokov, Dino Buzzati o Truman Capote son algunos de los nombres, de las personalidades, de los caracteres abordados por Schneider en el momento de su muerte, en una obra que emula Las vidas imaginarias de Marcel Schwob y que ha publicado el sello malagueño EDA Libros, con traducción del catedrático de filología francesa Antonio Álvarez de la Rosa.

Si Schwob inventó las vidas de unos personajes más o menos ilustres, Schneider recurre tanto a la realidad como a la ficción para contar cómo fue la muerte de treinta y seis escritores, lo que él mismo ha denominado «treinta y seis paradas en las encrucijadas de la muerte».

Estas «encrucijadas» están escritas al margen de los manuales de literatura, centradas en las circunstancias trascendentes o trágicas, a veces ridículas o un tanto campanudas, incluso a medio camino entre lo dramático y lo cómico, y siempre cuestionando la verdad o falsedad de aquellas últimas palabras con las que, en el trance de la muerte, algunos de estos genios se vieron obligados a despedirse del mundo sin bajarse del pedestal que habían ocupado en vida.

Los editores de la obra en español han asegurado que se trata de treinta y seis autores «amados» por Schneider, quien ha trazado retratos de cada uno de ellos «en los que la ficción y la realidad se amalgaman haciendo que el lector no pueda deslindar lo que le corresponde a cada categoría«, porque de lo que se trata es de reflexionar sobre la muerte, sobre el ser humano y sobre su momento postrero.

Pero al tratarse de escritores, y de la particular relación que estos mantienen con la posteridad, los relatos de Schneider van un paso más allá: «El escritor no escribe para no morir, sino para morir un poco más vivo», según establece el autor de Muertes imaginarias.

El conocimiento que Schenider tiene de la vida y de la obra de cada uno de los autores que aborda es, según sus editores, «apabullante», lo que le permite teñir estos relatos, que también son semblanzas y que también son reflexiones, de emoción, alegría, lirismo y en bastantes ocasiones de un particular sentido del humor, como puede ejemplificar el capítulo dedicado al sabio francés Pascal, uno de los clásicos que son citados con más frecuencia:

«Pascal murió de nada, de su enfermedad de querer estar enfermo todo el tiempo. Los hipocondríacos también se mueren», escribe Schneider para concluir recurriendo a una paradoja que probablemente hubiera hecho las delicias del matemático, físico, teólogo y apologeta francés:

«Morimos solos y, por lo tanto, hay que actuar como si se estuviera solo, espeta Pascal en alguna parte de sus Pensamientos. Se muere solo. Eso es lo que elijo como su última frase. Emplea el impersonal, duplicando así el anonimato de la cosa. Se muere. Y Pascal murió solo. Pero con un papel en el bolsillo que decía que nunca se muere solo«.

Michel Schneider fue, entre 1988 y 1991, alto funcionario del Gobierno francés y director de Música y Danza del Ministerio de Cultura, ha escrito libros de tema musical, como «Glenn Golud, piano solo», y obras dedicadas a autores como Proust y Baudelaire.

El traductor de Muertes imaginarias, Antonio Álvarez de la Rosa, fue vicerrector de la Universidad de La Laguna hasta su jubilación, reside en Málaga, fue premio Rafael Cansinos Assens por su traducción de Querida maestra… (Mujeres en la correspondencia de Flaubert), y este mismo año ha publicado su traducción de la antología de la correspondencia de Flaubert titulada El hilo del collar (Alianza).

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