Si hay una lectura elegante para estas Navidades (o para cuando sea), es esta que nos propone la editorial Siruela de la escritora y periodista californiana Virginia Postrel.
¿Cuántos nombres de telas es usted capaz de recitar de memoria? Al perder la literatura de los tejidos estamos perdiendo un caudal léxico valiosísimo: bogolán, brocado, calicó, chintz, fustán, indiano… Este siglo enfermo de un triste alzhéimer de incultura, olvida que los hombres somos “herederos de un gran tapiz de metáforas” cuyo significado se va oscureciendo como el futuro al que nos dirigimos, donde desaparecerá para siempre una forma antigua y sabia de hablar: “cortados por el mismo patrón; de buen paño; pender de un hilo; cardar la lana. Las historias que contamos tienen flecos, los enigmas son madejas, a veces perdemos el hilo cuando hablamos. Mientras gira y gira la rueca del tiempo, hilvanamos retales de vida, y nunca nos preguntamos por qué llevamos tantos siglos hilando y entretejiendo en nuestra lengua expresiones como estas”.
Este libro, entre otras cosas, nos recuerda que Atenea era la diosa del tecné, el arte y el conocimiento productivo artífice de la civilización; que protegía los olivos, los barcos y los tejidos; y que en griego histós es una palabra que designa tanto el telar como el mástil que sostiene las velas, histía. Apenas recordamos que cuando Atenea y Ulises traman algo, “tejen un plan”; que texto y textil comparten la misma raíz: texeje (tejer).
A través de los textos de este libro singular se teje con delicadeza la memoria del mundo trazando un recorrido complejo y muy divertido por las curiosidades más extravagantes, el conocimiento más singular, la geografía humana más cercana.
Sabremos que el algodón se domestica; que el telar de peso griego está íntimamente ligado con la filosofía; que los tejedores manejaban la trama y la urdimbre como si fuesen teoremas de Euclides; que los telares de tiro chinos fueron llevados a la Francia del Dieciocho para tejer los brocados, una ilusión de “naturaleza salvaje” en el seno de las geometrías perpendiculares del telar; que al igual que los chinos domesticaban gusanos de seda, los pueblos mesoamericanos criaban la cochinilla, que contenía diez veces más colorante que el quermes, y que los barcos cargados de ese insecto valiosísimo eran perseguidos con patente de corso, como si se trataran de doblones de oro.
Y bueno. Siguiendo con el juego interminable que nos propone la autora y si no logran perder el hilo del argumento, siempre pueden recordar que una de las historias más complejas de amor y muerte de la memoria de Occidente nace en el centro mismo de un misterioso laberinto, enredada en un simple ovillo.
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Autor: Virginia Postrel. Título: El tejido de la civilización. Editorial: Siruela. Venta: Todostuslibros y Amazon
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