Zenda publica cinco poemas de Antonio Díaz Mola que forman parte de un libro inédito en preparación, El mundo que inventamos. Los dos primeros poemas corresponden a la primera sección, de carga contemplativa; y los tres siguientes a la segunda sección, de poética amorosa.
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QUERER SER AVE
Qué misterio la altura en desbandada
y cómo significa el sol lo que promete:
instaura luz y dota con desvelo
un aluvión de pájaros sin nombre,
una tensión con alas de retorno.
Somos lo que miramos y pensamos.
O irreducible compostura
bajo una sombra frágil que rebasa
la línea horizontal donde sabemos
cuánto destino es vuelo y pirueta,
cuánta verdad irradia el camuflaje.
Somos pájaro en alma y con justicia.
De qué modo la pluma con que escribes
diseña en el papel un dulce canto
que cada cual asume como propio.
Qué nitidez de bucles en el aire
y nadie podrá nunca desmentirlo:
ajusto la mirada, entrego al tiempo
el silencio universal de comprender
qué es la gravedad, por qué me excluye.
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ÁRBOL
A un poeta
Ya has mirado, mucho antes, este árbol.
Aquí nada es premura.
Y no te has dado cuenta, sin embargo,
que respirabas pulso detenido:
novato ante la vida,
tan verde como el verde de las hojas.
Donde cae la fruta
puede uno esperar súplica o tragedia:
así sucede un paso a otro paso:
y la recoges
para limpiarla o ser
adivino de brillos en su forma.
Así ocurre que alguien muere de amor
a la sombra del árbol
donde la gravedad es infinita:
y has contemplado
el acontecimiento insólito
de ramas conectadas con el tiempo.
En este árbol, en su corteza inerte,
ha contado los días el fenicio
numerando la carga y la demora.
Esta raíz custodia el huracán,
el río, la montaña y lo invisible.
Desconoces los nombres en latín
de las taxonomías, y eso es grato:
una manera triste de morir
es volverse científico y aséptico
frente al papel en blanco del poema.
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OCCIDENTE
En la vegetación del promontorio
las olas son verdades imprevistas.
Me miro en su reflejo y soy efímero.
Hemos llegado al límite
sabiendo que las flores
agotan su color en el naufragio,
y ceden luz al coral, la espuma y el futuro,
ser consecuencia solo, o ser verdad,
errante ceremonia de pétalos flotando
cuya deriva es de agua y de relieve.
Las horas se conquistan desde lejos,
y queda el infinito
al mirar cómo el sol se va marchando
en un surgir de pájaros sin nombre:
escala del que admira con paciencia,
virtud de dos que se aman, y se intuyen
con el silencio mutuo
de estar en la caricia o el adiós.
Parques cerca del mar, y cementerios
aislados de la vida, pero en ella.
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EL SEMÁFORO
Aún hay tiempo
para que nos sorprenda la tormenta
que los aires barnizan con extracto
de colonia empapada por la piel.
Aún hay tiempo de respirarlo todo.
Amar es olvidar el abrigo en el perchero
en días igual que hoy,
en la espera de un paso de cebra
con lluvia de minutos,
calados y encalados,
y ser entonces yo contigo alguien
en dos pulsos unánimes,
unísonos de asombro y tal vez luz.
Señal de los semáforos
tan verde y tan precisa. Dadnos más.
Más viento que alborote el pelo,
más niebla mitológica,
más combustible en coches hacia dónde.
Estatuas soportando la erosión
nos hemos convertido
en este cruce de avenida vacía,
estatuas de amantes a la intemperie
o latido por dentro
revestido de tela de órgano vital.
Que cambien los colores,
eterno acontecer;
y estemos para siempre en su albedrío.
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EL ROSA EN LAS ESCALAS
Date cuenta: el rosa es un color
de una nube camino a no ser nube,
de un algodón de feria en el agosto
de la ciudad al sur,
y, en ambos casos,
rosa es igual que un hecho sometido
a la caducidad:
descolorida nube si anochece
o digerido algodón si lo mordemos.
Solo prevalece aquí la esencia de lo humano.
Rosa es también el nombre de la chica
que rozó con placer
el clítoris rosado y sigiloso.
Rosa es el alma
cuando pasas el chicle
de tu boca mojada hasta la mía.
En Biblias grises, rosa es el milagro.
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BIO
Antonio Díaz Mola (Málaga, 1994) se interesó desde muy temprano por la literatura y el dibujo. A los 20 años comenzó a escribir sus primeros versos. Su poesía cuenta con influencias de la Generación del 27 y de la literatura mexicana contemporánea. Ha sido galardonado con el XII Premio de Poesía Joven RNE y Fundación Montemadrid. Además, ha ganado el Premio de Poesía Ateneo de Málaga en 2019, así como el XXXII certamen González Waris y el I certamen del Museo del Vino de Málaga.
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