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Sombras de Reikiavik

Sombras de Reikiavik

«Abrieron una grieta en mi mente. Y después se colaron por ella y se pusieron a trabajar»

ERLA BOLLADÓTIR

Islandia, 26 de enero de 1974. Tras pasar la noche de fiesta con sus amigos, el joven de 18 años Guðmundur Einarsson desapareció cerca de la localidad de Hafnarfjördur, a escasos kilómetros de Reikiavik. Diez meses más tarde, el 19 de noviembre de 1974, Geirfinnur Einarsson (sin parentesco alguno con el primero, pese a la coincidencia patronímica), un hombre de 32 años, casado y con hijos, de Keflavik, al suroeste de la capital islandesa, recibe una llamada a su domicilio desde una cafetería próxima al puerto, que le insta a salir de casa. Su coche apareció horas más tarde en las inmediaciones del bar. Las llaves estaban puestas en el contacto. No había rastro de él.

Para hacer más fácil a la policía la localización de esa persona que realizó la llamada de teléfono, un artista local decidió modelar una estatua de arcilla del sospechoso. El nombre del busto: Leifinnur. La reacción de la sociedad fue abrumadora. Todos conocían a alguien cuyas facciones eran idénticas.

Así comienza nuestra historia de hoy, con los casos que abrieron la veda al crimen en Islandia, un pueblo armónico, una isla plácida no necesitada de ejército, donde todo el mundo se conocía y nadie echaba la llave a la puerta de su casa, creyendo que estaban a salvo de una maldad desconocida.

EL VIAJE DE ERLA

Anthony Adeane.

El periodista británico Anthony Adeane (Londres, 1991) narra ambas desapariciones en este libro que os presento aquí, Sombras de Reikiavik (RBA Serie Negra), y lo hace mediante un viaje, el de Erla Bolladóttir, protagonista indiscutible y una de las sospechosas de las supuestas muertes de los jóvenes. Con ella se recorren 40 años de la considerada «investigación criminal más extensa de la historia de Islandia». Una crónica amarga, llega de rumorología y política, que fue escribiéndose sobre una página en blanco con demasiados tachones y cuyo desenlace acabó pesando como una losa en la isla y sus habitantes.

En un primer momento, se culpó a seis jóvenes de la muerte de Guðmundur: Sævar Ciesielski, Kristján Viðar Viðarsson, Tryggvi Rúnar Leifsson, Albert Klahn Skaftason, Guðjón Skarphéðinsson y Erla Bolladóttir y a otros cuatro, conocidos como Los Cuatro del Klúbburinn de la de Geifinnur, a raíz de una confesión hecha por Erla en la que los implicó.

Para entender qué pasó, si es que aún es viable hacer eso, el escritor divide este true crime en dos partes, con un interludio que las enlaza. En la primera, Adeane hace una explicación lineal de cómo transcurrieron los hechos. En la segunda, este joven periodista tiene la pericia de dar un giro rotundo a los acontecimientos, transformando el guion de lo que parecía un caso sencillo de cotejar. Tal es el cambio de mentalidad que consigue implantar en el lector que le hace replantearse de nuevo toda la base de la investigación, regresando al inicio.

LOS AÑOS 70 EN ISLANDIA

Dos años después de las desapariciones de ambos jóvenes, la búsqueda se estancó. La policía islandesa, inexperta en asuntos de crímenes, y la prensa, contaminada, no habían conseguido averiguar qué había ocurrido durante esas dos noches. En aquella época, el gobierno estaba a punto de entrar en colapso a consecuencia de los problemas con la OTAN y de una Guerra del Bacalao que llevaba tiempo minando la confianza que sus ciudadanos tenían puesta en sus políticos, esos que solo hacían que poner sus tierras en manos de extranjeros. La presión de la sociedad para encontrar una solución y la histeria colectiva que todo ello generó hizo que el gobierno islandés pidiera ayuda externa. Es cuando el conocido como Kommisar Kugelblitz Karl Schütz, agente de la policía secreta alemana, entra en escena, convirtiéndose en el artífice que consigue meter entre las rejas de la prisión de Síðumúli a los sospechosos de ambas desapariciones.

«El cazador de espías alemán salva al gobierno islandés», apuntaban los periódicos alemanes.

Nada más lejos de la realidad. La pesadilla no hacía más que empezar.

LA PRISIÓN DE SÍÐUMÚLI

En la prisión de Síðumúli, donde fueron llevados varios de los acusados, entre ellos Sævar, se vivieron episodios que bien podrían parecerse a los ocurridos en Guantánamo. Mediante heterodoxos métodos como el aislamiento en solitario, la suministración de drogas, la privación del sueño, la negación a hablar con sus abogados, los largos interrogatorios sugestivos de más de 10 horas o las torturas, los investigadores intentaron hacerles creer a los jóvenes que eran culpables y debían confesar. Todo ello, junto a la manipulación psicológica que sufrieron, ocasionó un funesto impacto en su memoria que provocó las firmas de confesiones falsas. Estas confesiones interiorizadas no reales se producen cuando una persona llega a creer que ha cometido un crimen del que es inocente.

«La memoria puede ser burlada con mucha facilidad y podemos llegar a creer que hemos cometido actos de los que no nos creíamos capaces y que nuestra percepción de quienes somos es tan vulnerable al cambio como un recuerdo lejano que intentamos recuperar».

OUT OF THIN AIR

«Cuando recuerdo algo, no es como si tuviera una especie de máquina matemática en la cabeza. Está contaminado desde el punto de vista de los hechos. Está mezclado con deseos, con miedos… La memoria es muy caprichosa» (Erla Bolladóttir)

Out of Thin Air es un documental dirigido por un colega de Adeane, Dylan Howitt, sobre los casos de Guðmundur y Geirfinnur grabado entre 2014 y 2016. Tirando de archivos y entrevistas, es gracias a Erla Bolladóttir que se reconstruye parte de lo vivido y narrado en este true crime. Se puede ver en la plataforma Netflix.

EL ÚLTIMO GIRO

Años después de las condenas, Sævar inició una batalla para que los casos fueran reabiertos y demostrar así su inocencia, sin éxito. Falleció siendo un vagabundo en 2011. La catedral de Reikiavik estaba a rebosar. Pero su lucha no fue en vano. La aparición de unos diarios de Tryggvi, otro de los condenados, escritos durante su estancia en prisión, demostraron que sus confesiones sobre su participación en las desapariciones no eran fiables y que sus recuerdos habían sido distorsionados y no podía fiarse de su memoria: «Estoy cansado, me cuesta hablar, no puedo pensar, no puedo, tengo el día de mañana, sé que todo va a ser igual, no recuerdo, no sé nada, y acabaré perdiendo la cabeza. Estoy completamente exhausto» (del diario de Tryggvi).

Guðmundur y Geirfinnur.

El viernes 24 de febrero de 2017, el Tribunal Supremo decidió, por fin, reabrir los casos.

Esta es la historia de un crimen sin crimen, dos asesinatos sin cadáveres y muchas historias inventadas, fingidas o imaginadas sobre la base de una memoria que es endeble, frágil y moldeable, como un taco de plastilina.

Lo que les ocurrió a Guðmundur Einarsson y Geirfinnur Einarsson sigue siendo un misterio. Nunca se encontraron sus cadáveres.

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