«Bienvenido al Hotel California» es una de las canciones más conocidas de todos los tiempos. Compuesta por Don Felder, Don Henley y Glenn Frey, del grupo Eagles, con la importante (y no acreditada) aportación de Joe Walsh en el arpegio final de guitarra, se estrenó como sencillo en febrero de 1977, desde entonces ha sido un clásico del rock, y como tal ha sido obviamente objeto de múltiples estudios e interpretaciones. Hubo incluso una propuesta para convertirla en película, pero el grupo no lo vio claro y no prosperó.
La letra es una especie de collage de imágenes relacionadas con la atracción que California ha ejercido desde el siglo XX entre todo tipo de soñadores y creadores. Con el auge de la música popular, de la industria del entretenimiento (y de las drogas) esta atracción siempre ha seguido creciendo, y esta canción es una de las creaciones que mejor captura una parte de ello. Su protagonista se acerca hacia California (Los Ángeles, principalmente) atravesando el desierto hacia el oeste, y llegando de noche se ven unas luces titilantes, tenues, mortecinas. Debido al cansancio (o a otras razones), decide parar en un hotel, mientras oye las campanas de una «misión», probablemente procedentes de una iglesia de los tiempos de la conquista española. Una vez allí se va cruzando con diversas otras personas en escenas difusas, parte atractivas y parte amenazantes, empezando por una presencia femenina con una vela que le da la bienvenida, siguiendo con un capitán que le dice que allí no tienen vino desde hace años, continuando con una fiesta con gente guapa… y una bestia de algún tipo, y acabando con un portero de noche que le comunica que puede hacer el check-out cuando quiera pero que nunca podrá irse.
Por lo que han ido contando sus compositores a lo largo de las décadas siguientes, se trata de una alegoría extendida sobre la fama y sus consecuencias, y sobre la pérdida de la inocencia al ir en pos de tu sueño y encontrarte también con su parte de pesadilla. Los autores han citado cosas como la serie The Twilight Zone y el libro y la película The Magus, originalmente de John Fowles, al hablar de sus influencias para crear este alucinado corto musical y de misterio de seis minutos y medio, una interpretación de la vida loca en Los Ángeles en los 60 y 70. En otras ocasiones se han referido a esta canción como «un símbolo de América», «una afirmación sociopolítica» y «una sucesión de conflictos: luz/oscuridad, bien/mal, juventud/madurez, espiritual/secular, arte/comercio». El hotel es a la vez realidad, como lugar físico (el Beverly Hills Hotel, en concreto) donde se vive y se crea como artista de paso, a la vez que se conoce a multitud de fauna semejante, y también metáfora de lugar adonde se va por decisión propia pero que luego te atrapa en su laberinto.
Como notas de la traducción, decir que las «colitas» del segundo verso se refieren a una parte de la planta de la marihuana, y que no es «Mercedes Benz» más tarde, sino «Mercedes bends«, un juego de palabras que se podría traducir como «mareo de Mercedes», que sigue al retorcimiento a lo Tiffany en el mismo verso (probablemente refiriéndose a las elaboradas piezas de la famosa joyería). «Bends» («curvas») es como se llama a lo que se siente en submarinismo cuando se asciende demasiado rápido de las profundidades. Para cuando llegamos ahí en la canción las alucinaciones ya han debido de empezar a hacer efecto en el visitante en sentido estricto, y también en el soñador llegado a California que empieza a notar lo extraño que puede ser ese mundo de la fama que siempre ha deseado vivir. Los «steely knives» (cuchillos acerados) que aparecen después son una referencia a otro grupo de la época, Steely Dan, que ya habían mencionado a los Eagles en una de sus letras. Y sí, Henley sabe que el vino no es un licor, pero le parece «una tontería andar discutiendo procesos químicos».
Versión original
Versión de nuestros Héroes Cansinos
Letra y traducción:
On a dark desert highway, cool wind in my hair
warm smell of colitas, rising up through the air.
Up ahead in the distance, I saw shimmering light.
My head grew heavy and my sight grew dim.
I had to stop for the night.
There she stood in the doorway.
I heard the mission bell
and I was thinking to myself,
«This could be Heaven or this could be Hell».
Then she lit up a candle and she showed me the way.
There were voices down the corridor.
I thought I heard them say,
«Welcome to the Hotel California,
such a lovely place (such a lovely place),
such a lovely face.
Plenty of room at the Hotel California.
Any time of year (any time of year)
you can find it here».
Her mind is Tiffany-twisted, she got the Mercedes bends.
She got a lot of pretty, pretty boys she calls friends.
How they dance in the courtyard, sweet summer sweat.
Some dance to remember, some dance to forget.
So I called up the Captain,
«Please bring me my wine».
He said, «We haven’t had that spirit here since nineteen sixty-nine».
And still those voices are calling from far away.
Wake you up in the middle of the night
just to hear them say,
«Welcome to the Hotel California
Such a lovely place (such a lovely place).
such a lovely face».
They livin’ it up at the Hotel California.
What a nice surprise (what a nice surprise).
Bring your alibis.
Mirrors on the ceiling,
the pink champagne on ice,
and she said, «We are all just prisoners here, of our own device».
And in the master’s chambers
they gathered for the feast.
They stab it with their steely knives,
but they just can’t kill the beast.
Last thing I remember I was
running for the door.
I had to find the passage back
to the place I was before.
«Relax,» said the night man.
«We are programmed to receive.
You can check out any time you like,
but you can never leave!»
—
En una autopista oscura y desierta, mi cabello al viento fresco,
cálido olor de colitas elevándose por el aire.
Hacia adelante, en la distancia, vi luz titilando.
Mi cabeza se volvió pesada y mi visión se volvió difusa.
Tuve que parar a pasar la noche.
Allí estaba ella de pie en el dintel.
Oí la campana de la misión
y estuve pensando para mí:
«Esto puede ser el Cielo o esto puede ser el Infierno».
Entonces ella encendió una vela y me mostró el camino.
Había voces por el pasillo.
Pensé que las oía decir:
«Bienvenido al Hotel California,
un lugar tan bonito (un lugar tan bonito)
una cara tan bonita.
Mucho espacio en el Hotel California.
En cualquier momento del año (en cualquier momento del año)
puede encontrarlo aquí».
La mente de ella es retorcida a lo Tiffany, tiene mareos de Mercedes.
Tiene muchos chicos guapos, guapos a los que llama amigos.
Cómo bailan en el patio, dulce sudor de verano.
Algunos bailan para recordar, otros bailan para olvidar.
Así que llamé al capitán:
«Por favor, tráigame mi vino».
Él dijo: «No hemos tenido ese licor aquí desde 1969».
Y aún esas voces siguen llamando desde muy lejos.
Te despiertan en mitad de la noche
solo para oírlas decir:
«Bienvenido al Hotel California,
un lugar tan bonito (un lugar tan bonito)
una cara tan bonita».
Están viviendo a tope en en Hotel California.
Qué sorpresa tan bonita (qué sorpresa tan bonita).
Traeos vuestras coartadas.
Espejos en el techo,
champán rosa en hielo,
y ella dijo: «Somos todos prisioneros aquí, por designio propio».
Y en los aposentos del dueño
se reunieron para el festín.
La apuñalan con sus cuchillos acerados,
pero simplemente no pueden matar a la bestia.
Lo último que recuerdo es que yo estaba
corriendo hacia la puerta.
Tenía que encontrar el pasaje de vuelta
al lugar donde estaba antes.
«Relájate», me dijo el portero de noche
«Estamos programados para recibir.
Puedes hacer el check-out cuando quieras,
¡pero nunca te puedes ir!».
Traducción de Rogorn Moradan
En el bar de Lola, cuando ella está de humor, a veces te deja pedir una canción. Eso sí, te vas tú a la máquina, te la buscas y te la pones tú, y luego te las apañas con los aplausos o los abucheos de la concurrencia. Si algún zendadano se anima, que busque cambio en el bolsillo, pida la siguiente y nos cuente algo sobre ella.
Sacad vuestras sucias manos de California, gringos.
Temazo clásico del rock del rock clásico.