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Oviedo en el espejo de Vetusta

Oviedo en el espejo de Vetusta

“Me honra Ricardo Labra al ofrecerme redactar un epílogo a este extraordinario ensayo que es El caso Alas Clarín. La memoria y el canon literario”, escribe para esta obra Tolivar Alas. “Una obra”, continúa, “que aúna historia, pensamiento y crítica, no sólo literaria, debido a la altura del especialista que la firma”.

Zenda ofrece el resto de este epílogo.

He redactado un buen número de prólogos, en su mayoría a monografías jurídicas, pero mi única relación con el reducido género de los epílogos se limita a una traducción, por cierto endemoniada, al que el profesor canadiense Pierre Issalys hizo a un libro de mi discípula Alejandra Boto tras su paso por Quebec. Bien es cierto que los prólogos, maquetación y sistemática al margen, se redactan igualmente tras leer las páginas a las que preceden. Mala cosa sería que no ocurriera así.

Hoy la tarea es más grata, aunque no menos exigente, porque la genética no proporciona ciencia infusa. Si acaso, algo puede ilustrarme mi condición de ovetense y la experiencia vivida desde niño en relación con Clarín y la capital asturiana. Ese «Oviedo en el espejo de Vetusta», en el que aún sigue mirándose, aunque la sociedad levítica se haya transformada por la pleitesía a la hostelería o la construcción desde ese Consistorio desde el que Alas impulsó y bautizó el Teatro Campoamor o el quiosco de El Bombé.

La obra de Labra advierte con lucidez desde el primer momento que «Leopoldo Alas en La Regenta inmortaliza a una ciudad, la suya. Un libro y una ciudad que desde entonces se codifican y descodifican respectivamente, reconociéndose y negándose al mismo tiempo. Un libro que es memoria de una ciudad y, hasta fechas recientes, una ciudad que era deliberado olvido del libro que la evoca». Aún hoy, ¿qué placas recuerdan que en Uría 34 se escribió La Regenta? ¿O que en la Fuente del Prado murió el escritor «bajo la gran magnolia del jardín» que evocó Fernando Vela, allí presente? Aún en la Transición se demolió el soberbio inmueble, con grandes sillares, donde Clarín pasó exactamente un tercio de su vida, en el ángulo de las calles Campomanes y Puerta Nueva Alta. Calle, esta última, que nada más fallecer Leopoldo Alas fue bautizada con su nombre, aunque entre 1937 y 1945 se eliminó, siendo ya milagroso que se repusiera en tiempos tan difíciles. Lo señalo porque Oviedo está saturado de lápidas e inscripciones en fachadas, relacionadas con notables y no tanto, que nacieron, vivieron o fallecieron en esos lugares. Quizá no deje de ser significativo que, fotos folclóricas al margen, el único sitio donde en ocasiones la ciudad honra a Clarín sea en el cementerio de El Salvador. Allí ya no escribe ni hace daño.

Encuentro en el libro de Labra la famosa diatriba del obispo Martínez Vigil, con el que me topo a diario por casa, en el boceto de un retrato de Dionisio Fierros, ciertamente revelador del personaje, al que, en buena parte, dediqué mi librito 1891 en Oviedo y su Universidad, ya que en tal año se realizó el primer censo de parroquias y arciprestazgos de Asturias. El personaje del fraile mitrado es una parte significativa del Oviedo de Clarín, como, en la porción más luminosa, lo será la Universidad de la influencia krausista y la Extensión Universitaria. Una Universidad pujante, en medio de la decena entonces existente en el país, que comienza a perder influencia nacional —incluso normativa— con el temprano fallecimiento de Alas y los prontos traslados a Madrid de otras de sus figuras más carismáticas, aunque la huella —caso de Altamira o Posada— traspasará incluso el océano.

Contrastar lo señalado por Labra sobre la influencia de Clarín en su Universidad es sumamente enriquecedor, pese a los olvidos que pronto comenzaron a aparecer y sucederse. O las tergiversaciones tópicas, que creo haber desmontado con documentación oficial, de que Alas era un durísimo calificador de sus alumnos.

Como recuerda Ricardo Labra, en los fastos del III Centenario de la Universidad (para ser exactos del comienzo de la actividad docente), en pleno «ambiente de confraternización académica y ciudadana, el rector Fermín Canella, junto con el resto de ponentes, se abstuvo de mencionar el nombre de Leopoldo Alas Clarín dentro de la larga enumeración de agradecimientos y encomios, de laudatios y menciones ponderativas que polinizaron aquella mañana el patio porticado del edificio histórico». Algo que, aún no pudiendo ofrecer audiencia a los implicados, duele sobremanera a quienes llevamos conjuntamente los apellidos Alas y Canella. El autor del libro que los lectores ya habrán escrutado con admiración, no se olvida del cincuentenario del fallecimiento de Clarín, en 1951 y del centenario de su nacimiento, un año más tarde; a mi juicio, las reflexiones son de un gran valor histórico-literario.

Como lo es, ya para lectores especializados, el análisis del canon literario, parte del subtítulo del ensayo. Para Labra, a Clarín «lo configuran una serie limitada de obras que desde una perspectiva dialéctica se consideran memorables». Algo evidente; pero añade: «quiénes son los que determinan que una obra alcance el estatus de memorable: los lectores, los especialistas, ¿o los grupos dominantes de una sociedad? […] Leopoldo Alas Clarín excede con frecuencia los marcos clasificadores, resultando siempre sus escritos problemáticos de categorizar. La dificultad que plantea a los investigadores para su encasillamiento la dualidad dialéctica entre el escritor y el periodista, no hace más que repetir la propia diacronía de la recepción de su obra por parte de los lectores. Leopoldo Alas Clarín siempre fue reconocido popularmente como crítico literario y muy en segundo término como escritor. En las escasas ocasiones en las que los periódicos nacionales lo mencionan, hasta los años sesenta del siglo pasado, Leopoldo Alas Clarín siempre aparece como crítico literario».

En fin, el último capítulo de El caso Alas Clarín. La memoria y el canon literario, nos relata, digámoslo crudamente, el odio de la ciudad; es verdad que en momentos de resentimiento y dramatismo hacia la figura del escritor. El deseo de denigrar y destruir el recuerdo de su monumento en el Campo de San Francisco o el ignominioso proceso y condena de su hijo, el rector de la Universidad, «legalmente asesinado» en palabras dedicadas por Jorge Guillén, su compañero en Halle.

En un epílogo, entiendo, su redactor no debe recomendar una lectura posterior, como no fuera de la contraportada, sino felicitar a los lectores que han llegado al final del recorrido, por la elección de un libro que les habrá enseñado no poco y hecho reflexionar y mucho. Pero sí cabe, evidentemente, trasladar gratitud y enhorabuena al autor y celebrar que editoriales como Luna de Abajo, apuesten por la publicación de obras de tan alto nivel intelectual y de tamaño interés, me atrevería a decir que cívico.

Después de tantos años, no es ya Oviedo quien se refleja en ese simbólico espejo de la heroica ciudad novelada, sino los ovetenses que, en una proporción no desdeñable, siguen identificándose, quizá a su pesar, con ciertos arquetipos que —no siendo exclusivos de los aquí empadronados— parecen encontrarse a medio enterrar. ¿Cuántas fotos no se habrán hecho en las dos últimas décadas junto a cierta escultura de la plaza catedralicia, sin tener la más remota referencia literaria, llamémoslo lectura, del personaje y la obra que coprotagoniza? La foto es recuerdo, pasado desde el mismo momento de captarse, pero también apariencia. El caso Alas Clarín nos deja, magistralmente, ese regusto amargo de la ciudad de Alas y su tiempo y de las aludidas señas de identidad, de las que también se contagiaron algunos eruditos que, hay que agradecerlo, se fijaron en la obra clariniana y hasta fantasearon con su vida, como puede cotejarse en la magnífica biografía de Lissorgues.

Sí me queda intentar saldar la deuda con Ricardo Labra de haberme hecho madrugador partícipe de esta investigación —que no es la primera en similar temática—, de haberme obsequiado con la temprana lectura de un trabajo maduro, original y brillante y, en fin, de haber plasmado, científicamente, la verdad sobre tantos aspectos de obra y vida de mi antepasado. Y, como mérito adicional, con una elegancia exquisita a la hora de rehuir no ya tópicos, sino dogmatismos tan tentadores para quienes como Labra tanto saben de la figura central de su libro.

—————————

Autor: Ricardo Labra. Título: El caso Alas Clarín: La memoria y el canon literario. Editorial: Luna de Abajo. Venta: web de la editorial.

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