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El amor moderno es una cosa muy triste

El amor moderno es una cosa muy triste

Jimina Sabadú ha escrito un libro muy triste. Lógicamente trata sobre el amor. Su título es La conquista de Tinder (Turner), que, en principio, suena animado. ¡Vamos a la gran fiesta del emparejamiento moderno! Luego la fiesta, como todos saben, es un mercado. Pero lo que ignoran muchos es que se trata en realidad de un matadero.

Se lee rápido y hasta con risas porque Jimina Sabadú es sobre todo una centrifugadora del absurdo. Yo la he tratado cuatro o cinco veces en los últimos quince años. La conocí en mis tiempos de Lengua de Trapo, que, dicho sea de paso, fueron mis mejores tiempos como escritor. Fracasaba sin saberlo. Fracasar con plena consciencia no es tan divertido.

De fracasar trata el libro de Jimina, porque el amor es otro fracaso que se pospone eternamente, y algunos tienen la suerte de morirse creyendo en el amor, en el amor que iba a venir al día siguiente de morirse. No iba a venir, no.

"Ser mujer consistía en recibir likes de todos los hombres inscritos en esta red social de amores de menú, así pusieras como foto de perfil una pared con gotelé"

La conquista de Tinder, por hablarles del libro ya sin preámbulos, va de todo en realidad. Empezamos y volvemos a Tinder, como punto de fuga de la esperanza, pero la viga maestra del texto es una desilusión generalizada, muy propia de los 40 años. Todo es vagamente una mierda. A lo mejor Tinder te alegra el día. Te haces un Tinder.

Jimina se hizo un Tinder, pero ya tenía —o a la vez tenía— otras presencias fantasmáticas, ya fuera en Meetic, en Badoo o en una cosa llamada Pure (?). De todo ello extrajo la conclusión de que no había nada por inventar, pues si en la calle una chica gusta a muchos hombres, y un hombre a pocas mujeres, en Tinder et alia era lo mismo. Ser mujer consistía en recibir likes de todos los hombres inscritos en esta red social de amores de menú, así pusieras como foto de perfil una pared con gotelé, pues los hombres disparan a todo lo que se mueve según las horas y las copas, según la desesperación. Todos esos likes no hacen feliz a ninguna mujer. Seguramente la acercan un poco más a la infelicidad.

De esta evidencia refleja pasa Jimina Sabadú a hablar del amor romántico, de hombres y mujeres, de las cosas del querer de toda la vida de Dios. Por momentos, el discurso de la autora es un poco como sentarse una tarde a tomar café con ella, y dejarla hablar. Quiere decirse que tampoco está tan claro que sepa lo que quiere decir. Como tomando café, uno intenta explicarse. En otros, Jimina echa mano de citas de Lévi-Strauss o Christopher Isherwood para afianzar unas ideas que tiene más maduradas, y que dan orden y concierto a un libro donde sale mal parado todo el mundo: la gente, tú, yo, todos, todas. Es como un libro para darse de baja de lo social, y quedarse en casa con una planta bonita. Así de triste es.

"No se puede hacer un libro sobre sexo sin desnudarse uno el primero, como es obvio"

Una virtud, algo morbosa, bien es verdad, del libro es su sinceridad, el modo en el que la autora habla de intereses sexuales y apetencias carnales en primera persona y sin mucho eufemismo. No se puede hacer un libro sobre sexo sin desnudarse uno el primero, como es obvio.

Sin embargo, la gran baza de la autora es la frase, una frase, una sentencia perdida en el discurso, que de pronto, epifánica, te noquea. “El amor romántico no es equivalente al orden establecido”, por ejemplo. Aquí Sabadú reniega de esa manía que se le tiene al amor (romántico) según la cual este emparejamiento sirve para validar el statu quo y preservar las instituciones y que pongan toros por la tele. Es una idea punzante: el amor romántico es tan loco que, precisamente, si algo hace es ir contra el sistema, muchas veces.

“En mi experiencia personal los hombres que se emparejan con mujeres que ya tienen hijos suelen ser buenas personas”, leemos en La conquista de Tinder. Pero también: “Durante el trío los hombres tienden a no cambiar de preservativo, así que ninguna de las dos mujeres está protegida contra las enfermedades de transmisión sexual, pero ellos sí lo están”.

"Es decir, el objetivo de entrar en Tinder es borrarse de allí lo antes posible"

Mi frase favorita es ésta: “Este es un juego en el que sólo ganas si sales de él”. Es decir, el objetivo de entrar en Tinder es borrarse de allí lo antes posible, inmejorablemente encontrando una pareja estupenda junto a la que olvidar enseguida el paso mutuo por esta aplicación para ligar. “Tinder sólo me trajo desdicha”, concluye la autora.

Pero la vida real tampoco da muchas alegrías. “La experiencia me dice que el chico más majo del bar nunca entra a nadie”. Los bares, con todo, siguen siendo el lugar elegido para por fin conocerse después de horas de cháchara tentativa en Tinder. Según este libro, ya hay locales especializados en alojar estos careos decisivos, no tanto porque el dueño del bar lo quiera, sino porque la imaginación del cortejo tampoco da para más: ni muy caro, ni muy barato, ni muy céntrico, ni muy periférico, ni muy castizo ni muy hipster; y todos acaban en el mismo.

"Jimina Sabadú ha visto que Tinder sólo sirve “para herir y acomplejar”, amén de para que algunos hombres te ofrezcan dinero por acostarte con ellos"

Jimina Sabadú ha visto que Tinder sólo sirve “para herir y acomplejar”, amén de para que algunos hombres te ofrezcan dinero por acostarte con ellos, en la confianza de que, no siendo tú prostituta, ellos son menos puteros. “Una cantidad entre los veinte y los cincuenta euros. Ni siquiera subían a cien”.

“Las mujeres para los hombres somos papel higiénico” vs “Las mujeres elegimos un hombre como quien elige un artículo de lujo”.

Es todo el rato así de descarnado, el libro.

Tinder, en fin, es “la casa del terror”, y conseguir una pareja bonita no es lo mejor que puede pasarte. “La recompensa no ha sido el amor, sino marcharse”.

La conquista de Tinder es de esos ensayos un poco amateur y un poco de encargo que, al final, acaban siendo de lo mejor de su autor y, sobre todo, de lo más sincero. Como si al ir a hablar de otra cosa uno dijera: «Bueno, pues aquí, ahora que nadie mira, voy a contar cosas de mí que nunca había contado y que creía que nunca iba a contar». Hay miradas bastante escalofriantes de la autora sobre sí misma. Y eso es bueno porque siempre que uno cuenta algo íntimo se abre una conversación.

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Ricarrob
Ricarrob
2 años hace

¿Por qué siempre las propias experiencias personales fracasadas se tiende a generalizarlas, a intentar convertirlas en universales y las experiencias satisfactorias y gratificantes a que sean especiales, particulares y únicas? Por cierto, hablar de amor romántico en entornos de redes sociales en prácticas de tríos, etc., parece un contrasentido, un oxímoron. El relato se parece más a la búsqueda frenética del éxtasis paroxístico total e inalcanzable. Este relato es totálmente contrapuesto al ideal del amor cortés drl siglo XII. Ya sé, ya sé que se dirá que era totalmente utópico. Pero, bueno, la época en la que estamos acepta como reales las utopías ideológicas y políticas y califica de utopía inalcanzable el amor cortés y romàntico…

Isaac
Isaac
2 años hace

Me estoy leyendo el libro y es cojonudo. Desopilante y, a la vez, tremebundo. Jimina Sabadú habla de cómo las apps nos despersonalizan y nos convierten en productos de consumo sexual o emocional, por lo que es casi imposible encontrar una relación verdadera en ellas. Inevitablemente en Tinder, como en las demás apps de citas, casi todo es mentira, media intención o puro egoísmo. Creo que Jimina deja claro que esto es debido a la mierda capitalismo ultraliberal que nos está quedando, especialmente desde la irrupción de las redes sociales en nuestras vidas. Creo que hacen falta libros como este, contados desde las entrañas y sí, también, desde los fracasos personales, para descubrir la auténtica realidad de este mundo de márketing personal, gurús, coaching y filosofía positiva que, para mí, apesta.

Ricarrob
Ricarrob
2 años hace
Responder a  Isaac

Estoy de acuerdo en que son fracasos personales y no generales. También estoy de acuerdo en que el capitalismo ultraliberal es una mierda pero las culpas también son personales; si admitimos el relativismo de la verdad, de la mentira, de todo, si admitimos y nos regodeamos en esta sociedad líquida, si tragamos con los conceptos posmodernistas, si nos llevamos el móvil hasta para defecar, si no hablamos cara a cara con personas que vemos y que sentimos y si solo guasapeamos, los culpables somos nosotros. Y carguemos al ultraliberalismos de las culpas de la otra parte de mierda de vida que llevamos.

Isaac
Isaac
2 años hace
Responder a  Ricarrob

Tienes razón en que cada uno debe apechugar con sus decisiones de vida. Y que hay mucho victimismo posmo que da penita. No sé si te refieres a eso, pero si es así, estoy contigo. Pero volviendo al libro, no se trata de un desahogo, ni de una llorera de niña bien. Expone una realidad, que hemos vivido muchos, en estas apps que a día de hoy son el medio principal para conocer gente pasados los veinte. Una realidad caracterizada por el engaño, el clasismo y la cosificación. Se puede tener suerte en la vida o ser un héroe sabio que sabe dónde vivir una vida plena. Pero la gran mayoría de nosotros ha vivido la frustación que te provocan estas apps a largo plazo. Y creo que las nuevas generaciones ya no conocerán otra cosa. Como decía antes, es valiente contarlo

Paula
Paula
2 años hace

La promesa de infinitos contactos en el mundo virtual hace que cada contacto «real»… se deprecie, se devalúe. Tal vez estamos con una persona que vale la pena, pero… qué tal si nos estamos perdiendo algo mejor, un contacto nuevo que nos propone internet?. Y si el próximo no funciona, siempre hay uno más, a un click de distancia. Y con tanta sobreabundancia de propuestas, todo tiende a ser intercambiable, descartable, efímero.