Ha sido sin duda alguna un proceso largo, desde el primer bosquejo hasta llegar a la conclusión de la novela. Siempre me he sentido inclinado por los temas literarios, desde niño. Me encantaba leer de todo: cuentos, tebeos, libros infantiles… poco a poco libros más serios. Incluso, cursando los estudios primarios en un colegio de frailes, gané un concurso de relatos a nivel provincial. Luego la vida, que a veces toma decisiones por nosotros, me empujó a realizar estudios técnicos, carreras de ciencia, hasta que después de casado me licencié en Derecho. No fue hasta prejubilarme cuando pude dedicarme a una de mis aficiones favoritas. Participé de inmediato en una fundación que trataba de rescatar la memoria de líderes socialistas asturianos y allí tuve la suerte de encargarme de varios de los mismos. Era una labor ardua: buscar datos, documentos, rebuscar en archivos, localizar descendientes o amistades de los mismos que siguiesen vivos… Es cierto que yo trataba de novelar las biografías de forma inconsciente, pero solía gustar a los lectores y les hacía más fácil asimilar el texto. Después también participé en un grupo coleccionista ligado a la minería que dedicaba una sección importante a narraciones relativas al tema y que publicaba anualmente una recopilación de todas ellas. Ahí me publicaron ensayos y algún cuento o novela corta.
Pero me faltaba lo que yo consideraba esencial: escribir una novela. En algún sitio he leído que un escritor novato debería escribir sobre temas que conociera, y si algo yo conocía desde que nací era el ambiente de las cuencas mineras asturianas, además de trabajar en la principal empresa hullera del país. Pensé entonces que la protagonista debería ser una mujer, para apartar toda sospecha de ser una autobiografía, tal como suele suceder en muchas ocasiones. Yo hacía años que vivía en Oviedo, pero mis padres seguían residiendo en una de esas cuencas mineras e iba a visitarlos con frecuencia, y un día en la calle me crucé con la hermana mayor de uno de mis vecinos de infancia. De pronto recordé las peripecias que aquella chica había experimentado en el colegio de monjas de la localidad y que me fueron narradas por una de sus amigas, hacía ya tiempo. Fue como acercar una cerilla a una materia inflamable. Entonces me hice una idea de por dónde podía comenzar la narración.
Teniendo también en cuenta que mi heroína particular, desde la primera vez que vi la película, ha sido Escarlata O’Hara, protagonista de Lo que el viento se llevó. Claro que Escarlata no era una heroína de buen corazón y amada por todos; muy al contrario, era vanidosa, caprichosa, manipuladora y temperamental. Muy consciente de sus encantos, gozaba coqueteando con los hombres. Pero, sobre todo, si algo caracterizaba a este personaje era la perseverancia y empeño que ponía para conseguir lo que se proponía. Lorena Pañeda, la protagonista de La puerta oculta en el muro, tiene algunos rasgos de Escarlata O’Hara, como la perseverancia y empeño para conseguir las cosas que considera importantes a lo largo de su vida, pero no es vanidosa, ni caprichosa, es trabajadora y tenaz en sus esfuerzos para conseguirlos. Ella cree ciegamente en la educación como medio para superar los obstáculos que la confieren a una clase social baja y lograr así pertenecer a otra superior más acorde con su preparación académica y cultural.
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Autor: Juan José Menéndez. Título: La puerta oculta en el muro. Editorial: Velasco. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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