En el prefacio de la obra que Ida Pfeiffer publicó en 1852 sobre su viaje a Islandia, se puede leer una frase que por sí sola justifica, en mi opinión, la publicación del libro que tienes en tus manos: «Y tú, querido lector, ruego disculpes mi amor por la aventura […], que a ojos de muchos no concuerda con lo que se espera de mi sexo». Así era y así sigue siendo, no lo olvidemos, la situación de las mujeres en muchos lugares del mundo: antes de dar el primer paso, nos vemos en la obligación de pedir perdón. Ese primer paso, insignificante, inadvertido cuando lo daban los hombres, supuso una verdadera revolución para avanzar en la adquisición de los derechos de la mujer.
Odiseas femeninas no es un libro reivindicativo, o quizá no lo es en el sentido que podría esperarse, sino un libro que recoge la historia de once mujeres que caminaron lejos de los senderos trillados. Sus nombres no son los más extraordinarios de esa lista casi cerrada a la que se suele acudir cuando hablamos de grandes viajeras. Y desde luego no todas son ricas, desprejuiciadas, emancipadas o valientes. Afortunadamente, son tan humanas como los hombres, y aquello que en realidad las une son las contradicciones: lidiaron con sus virtudes y aceptaron sus debilidades. Ninguna de las mujeres que figuran en este libro descubrió islas ni plantó banderas en nuevos continentes, pero ¿acaso todos los hombres fueron héroes? En 1890, Nelly Bly, periodista estadounidense que con 24 años dio la vuelta al mundo, escribió: «Los hombres no tienen el monopolio del éxito». Yo añadiría que tampoco el del fracaso.
Cuando se escriben libros sobre mujeres les exigimos que sean sobresalientes y excepcionales, pero yo quiero leer historias de mujeres sin premios Nobel, pero con curiosidad por el mundo que las rodea. Mujeres, sin adjetivos. De este modo tendremos a nuestra disposición una lista tan larga como la de los hombres y podremos narrar sus gestas y sus fracasos, y, con suerte, de todo ello aprenderemos. Beryl Markham, aviadora y entrenadora de caballos nacida en 1902, logró un récord mundial al ser la primera persona en sobrevolar el océano Atlántico en solitario de este a oeste. Su aterrizaje fue un tanto accidentado y sufrió algunas heridas por las que necesitó asistencia médica. En la rueda de prensa que se convocó poco después, un periodista le preguntó qué era lo primero que iba a hacer después de aquella gran hazaña. «Me gustaría lavarme el pelo», contestó Beryl.
Así son las mujeres cuyas historias recogen estas páginas. Se dejaron llevar, escribieron los libros más bellos, tomaron la iniciativa, en ocasiones antepusieron las necesidades de su familia a las suyas propias, lucharon por sus creencias y fracasaron en el amor, pero también aprovecharon las oportunidades que les brindó la vida, pidieron ayuda cuando la necesitaron y acertaron al subirse al tren que las llevaría adonde deseaban ir. ¿Seremos capaces de actuar como ellas? Si nosotras hemos cambiado, no lo han hecho menos los lugares que ellas visitaron. Quizá aún tengamos ocasión de experimentar sus mismas sensaciones al ver los bosques de secuoyas en Yosemite, o de sentir la fuerza de los volcanes en Hawái. Tendremos que ir hasta allí para descubrirlo. Podemos ser tan extraordinarias o mundanas como ellas, y permitirnos expresar el temor a lo desconocido. Ese será nuestro vínculo.
Quiero dedicar este libro a las mujeres que vivieron las más increíbles odiseas y luego decidieron sentarse a descansar, y en especial a mi madre.
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Autora: Olga García Arrabal. Título: Odiseas femeninas: 11 historias de mujeres de otro tiempo para viajar hoy. Editorial: Anaya Touring. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Tengo el libro de Nelly Bly entre los libros de viajes, descubrimientos y exploraciones. Igual que los de Santa Teresa están junto a los de San Bernardo de Claraval. En mi biblioteca no hay segregación por sexo. Será conveniencia comercial que se hagan libros exclusivamente de mujeres, si no, que me expliquen a qué separar sexos.