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Kraken en la Cuesta de Moyano

Kraken en la Cuesta de Moyano

Imagen de portada: Pablo Terzagui

También llamados horarium, los libros de horas eran textos manuscritos de caligrafía primorosa. Anteriores a la imprenta, se iluminaban a mano con el mismo afán que se escribían. Muy estilados durante la Edad Media, solían regalarse a las damas de alta alcurnia el día de año nuevo. Sus páginas reproducían los versos de las oraciones; sus viñetas, escenas de la Biblia, del devocionario cristiano e, incluso, de las labores del campo dependiendo de la época del año. Lujo al alcance de muy pocos, se concebían por encargo, de modo que siempre eran piezas únicas. Sólo por eso, hoy son uno de los objetos más preciados por los bibliófilos. Las muy ricas horas del duque de Berry (1410), del taller de los hermanos Limbourg, está considerado el manuscrito iluminado más importante del siglo XV.

El libro negro de las horas de Constanza de Navarra, en realidad es un apócrifo debido al ingenio de Eva García Sáenz de Urturi, un texto mítico al que se alude en el título de la esperada nueva novela de esta escritora. Publicada por Planeta, está llegando en estos días a las librerías. En sus páginas, los lectores también se reencontrarán con el inspector de la Ertzaintza Unai López de Ayala, Kraken, quien, en esta ocasión, deberá hacer frente a un caso que le toca muy de cerca: “Se le plantea un secuestro imposible», explica la novelista. “Su madre, que lleva muerta cuarenta años, ha sido secuestrada, porque resulta ser la mejor falsificadora de libros antiguos y le dan una semana para encontrar el épico Libro negro de las horas, que todos los bibliófilos creen que no existe”.

"En esta novela lo descubrirán más humano. Nos creíamos que era huérfano de padre y madre desde los seis años, y aquí nos encontramos con algo imposible"

Eva García Sáenz de Urturi parece haber encontrado ese paradójico equilibrio en el que lo castizo resulta ser universal. Fuertemente enraizada en su Álava natal —Vitoria es la ciudad blanca de su celebrada trilogía—, ha logrado ser una de las autoras más leídas del actual thriller vasco-navarro —si podemos referirnos a él—. Sin embargo, este apego a la ciudad que la vio nacer no le ha impedido engrosar las listas de escritores más vendidos en países como Italia, Alemania, Francia o Estados Unidos. Resumiendo, los dos millones de lectores que esperaban el regreso de Kraken están de enhorabuena.

“En esta novela lo descubrirán más humano. Nos creíamos que era huérfano de padre y madre desde los seis años, y aquí nos encontramos con algo imposible: le dicen que su madre está viva. De ahí su desesperación por saber el origen de una mentira familiar”.

Foto: Pablo Terzagui

Esta búsqueda de sus verdaderos orígenes —“un doble reto, un triple enigma, demasiados interrogantes”— lleva a Kraken de Vitoria a Madrid. El lector también viaja de una época a otra. De la Vitoria de la segunda mitad de los años setenta al Madrid ligeramente futuro, el de la primavera de 2022, la que viene. En la Vitoria pretérita sabremos de la historia de Ítaca Expósito, la madre de Unai, abandonada por sus padres siendo un bebé. Cuando la recogieron las monjas del colegio de la Veracruz, llevaba una ejemplar de la Odisea en el capazo, de ahí su nombre. Pero la edición del poema de Homero no es una cualquiera. Se trata de un extraño incunable de una imprenta italiana, datado en 1483. “Casi artesanal, primitivo, con caracteres góticos y una sola columna. Lomo repujado. Sin hongos, sin humedad, todas las páginas sin mutilar”.

"En la bibliofilia hay una parte críptica que resulta un mundo fascinante"

Aquello fue toda una premonición. Auspiciada desde niña por la hermana Aquilina, una monja taimada y astuta como cualquier seglar, esta impía religiosa, tras percatarse de las dotes de la pequeña Ítaca, hará de ella una niña prodigio, “la Mozart” vitoriana. Con el tiempo, Ítaca llegaría a ser la mejor falsificadora de libros antiguos del mundo.

La segunda época y el segundo escenario de El libro negro de las horas están localizados en Madrid. Esto es, en el Madrid de la primavera que viene. Aquí se nos descubre el mundo de los bibliófilos. El de la Cuesta Moyano, el tradicional mercadillo de libros de lance. La autora alavesa rinde ese homenaje que el lugar precisa desde mucho antes que empezasen a reclamarlo sus impulsores y amigos en las redes sociales. Tampoco falta la calle de Cervantes, centro del barrio de las letras y epicentro del mercado español del libro de lance.

“En la bibliofilia hay una parte críptica que resulta un mundo fascinante”, comenta Eva García Sáenz de Urturi. “Es un universo paralelo donde el continente es el mismo, el libro. El formato físico es igual, pero no tiene nada que ver con la literatura contemporánea”. Ni con el panorama editorial de nuestros días ni con el mundo literario.

"Nadie posee un libro para siempre, las personas son efímeras, acaban muriendo. Un libro no muere. Es mucho más longevo y todos somos sus custodios temporales"

En efecto, para empezar, es muy frecuente que el bibliófilo no lea los libros que atesora. Son piezas antiquísimas, rarísimas; las únicas, las más valiosas. Pero un sencillo hojeado podría estropearlas. Más cerca del coleccionista de arte que del biblioencandilado —por así llamar a aquellos que tienen la casa llena de libros y viven para las ediciones contemporáneas—, el bibliófilo, como el coleccionista de pintura, cree que su misión es conservar el texto para la posteridad, entiende que “nadie posee un libro para siempre, las personas son efímeras, acaban muriendo. Un libro no muere. Es mucho más longevo y todos somos sus custodios temporales”.

En las páginas de El libro negro de las horas, hay bibliófilos que, por dicha custodia, son capaces de matar convencidos de que tan elevada empresa lo merece.

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