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Eduardo Sacheri: «La crueldad humana va mudando sus estrategias»

Eduardo Sacheri: «La crueldad humana va mudando sus estrategias»

Lo cotidiano es una constante en la obra literaria del escritor argentino Eduardo Sacheri, que en su última novela vuelve a abordar temas universales a partir de un relato sobre la adolescencia y un torneo escolar de fútbol: «Cualquier juego, y el fútbol también, es un mundo en pequeño», asegura.

El funcionamiento general del mundo, editado por Alfaguara, es el título de la última novela de Sacheri (Buenos Aires, 1967), autor de libros como El secreto de sus ojos, que fue llevada al cine en una cinta que ganó el Oscar a la mejor película internacional en 2010, y La noche de la Usina (Premio Alfaguara de Novela 2016) que también fue adaptada a la gran pantalla, entre otros muchos.

«Lo que me condujo a escribir es tratar la vida que me ha tocado vivir, poblada de gente común, pero las emociones, los temores y los sentimientos no son comunes: somos seres ordinarios habitados por cosas que no lo son, y el papel de la literatura es alumbrar eso», segura el autor en una entrevista con Efe.

En su novela habla del inesperado viaje en coche que Federico Benítez emprenderá con sus hijos adolescentes desde Buenos Aires a la lejana Patagonia. En cuatro días de viaje, este hombre ensimismado y torpe contará la historia de su desangelada adolescencia y del Primer Torneo Interdivisional de Fútbol del Colegio Nacional Normal Superior Arturo del Manso, jugado en 1983.


Como su protagonista, Sacheri fue testigo en su adolescencia del regreso de Argentina a la democracia desde la dictadura militar, una experiencia vivida desde la escuela que, considera, es «una caja de resonancia interesantísima de la sociedad».

Y en la escuela de su novela se desarrollará un torneo de fútbol que se convertirá para su protagonista, y gracias a una profesora, en un «laboratorio» del mundo: el del juego «es un mundo en pequeño», sostiene el autor. Sacheri ha escrito sobre este deporte en otras de sus obras porque, asegura, el juego que representa el fútbol tiene para él «una fertilidad simbólica muy interesante» y constituye una metáfora. Y para su protagonista, lo importante fue cómo vivió esa experiencia: «La vida es muy compleja, contradictoria y confusa y los juegos nos dan un puñadito de reglas y objetivos». Pero también existen las «trampas», indica el autor, que se pregunta cómo será de importante ganar para que estemos dispuestos a humillarnos para vencer.

En esta novela, Sacheri habla también del acoso escolar, de cómo era en su adolescencia y cómo es ahora. En la actualidad, sostiene, «es más visible y está bien porque es más hablable y, en consecuencia, eso hace la realidad más modificable», pero cree no obstante que «la crueldad humana va mudando sus estrategias». Así, los hijos del protagonista se asombran de la «crueldad corporal» del acoso escolar en los años 80 mientras que su padre les habla de la «crueldad virtual» de esas prácticas en la actualidad, más duraderas y causantes, en definitiva, de «marcas más profundas». Es un diálogo generacional que busca evitar la ingenuidad de la idea de que hay un momento mejor que otro, sostiene Sacheri, que opina que «cada una tiene sus zonas más oscuras».

Ttambién habla de la función de los maestros que, para el autor, deben combinar «el conocimiento, la afectividad, la exigencia y el buen humor». Los dos adolescentes descubrirán facetas y vivencias de su padre desconocidas para ellos, algo que los adultos hacen para «evitar compartir las zonas más oscuras y frágiles del pasado como una forma de protección», indica.

Es una infancia y adolescencia en la que el protagonista de la novela, como Sacheri, vivió el fin de la dictadura argentina: «En los años 70 la sociedad argentina era extraordinariamente violenta y la dictadura fue el paroxismo de la violencia». «Nuestra concepción de la convivencia era violenta porque había toda una sociedad que creía que la interacción se basaba en la imposición de la fuerza, del control», indica el autor que asegura que, aunque no tiene en general una mirada optimista de su país, considera que Argentina sí fue capaz «de dejar la violencia atrás y aprender a convivir sin pretender anular al otro».

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