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Sentido (del humor) y sensibilidad

Sentido (del humor) y sensibilidad

“Pero ¿podemos reírnos o no de todo?”. “Sí, pero no de cualquier modo.” Esta fue la atinada respuesta que una madre improvisó para su hijo en tiempo real, y que tuve la suerte de oír hace poco en el metro. Lo cierto es que, a pesar del ingenuo tópico de que la comicidad es siempre liberadora, en tanto que desmitificadora y subversiva, resulta evidente que hay modos buenos y malos de reírse. De un lado, está la risa del niño acosador, la del torturador y la del malo de película que va a destruir al mundo; y también la risa obligada de los lacayos, con la que se embriagan los tiranos. Del otro lado, está la risa de Luciano, la de Erasmo, la de Cervantes, la risa, en fin, del amigo que se ríe contigo de ti, de sí mismo y de todos, porque todos estamos hechos de la misma materia, esto es, de la quintaesencia del polvo. Esta segunda risa es muy difícil de alcanzar, pues exige una experiencia y una maduración de la experiencia que solemos llamar sabiduría, así que no es extraño que sea uno de los rasgos que asociamos al clásico. Y es una pena que, salvo algunas excepciones, la literatura española, olvidando el legado de Cervantes, haya tendido más a la sátira y el sarcasmo que al humorismo tierno y trágico.

"La novela está compuesta por una polifonía de fragmentos breves, ágiles y variados, que invitan a la relectura, al subrayado, a la lectura en voz alta, al comentario"

Es doble, pues, el mérito de una novela como Quédate más tiempo, de David Viñas Piquer, que no sólo se atreve a tratar con humor un tema tan doloroso como el del alzhéimer en un sistema literario hostil al humor, sino que, además, lo hace con la combinación perfecta entre la comicidad, la ternura y la inteligencia. En la misma novela, el autor reflexiona sobre diferentes teorías acerca de la risa (para Bergson es una anestesia momentánea del corazón, para Freud una forma de liberarnos de la compasión, para Lacan una escenificación del carácter autónomo del inconsciente…), para presentar a continuación su propia concepción del humor, que aquí hace las veces de arte poética. Se trata, como diría Cortázar, de un humor trascendente, que “no solo busca hacer reír”, sino que quiere “que primero nos riamos y luego pensemos, porque entonces la carcajada inicial se convierte ya solo en una media sonrisa que tiene poco que ver con lo que nos ha hecho reír y mucho con la aparición de un nuevo sentimiento que lo reestructura todo y que para mí se parece mucho a la ternura”.

"Son innumerables las situaciones y las reflexiones en las que se entremezclan lo tierno, lo absurdo, lo trágico y lo humano"

La novela está compuesta por una polifonía de fragmentos breves, ágiles y variados, que invitan a la relectura, al subrayado, a la lectura en voz alta, al comentario, y, no menos importante, a seguir leyendo, porque son un fresco en movimiento que dibuja una historia, casi una epopeya: la de un narrador que frente al absurdo y la muerte es capaz de mantener la inteligencia, la humanidad y el humor.

Son innumerables las situaciones y las reflexiones en las que se entremezclan lo tierno, lo absurdo, lo trágico y lo humano (que nunca es demasiado humano), tras las cuales siempre quedan resonando todo tipo de perplejidades filosóficas acerca de la memoria, la identidad, el tiempo o el sentido.

¿Somos sólo memoria?

“A mi madre nunca le gustó el queso y ahora come queso no porque le guste el queso sino porque se ha olvidado de que no le gusta el queso”.

¿Es la memoria sana la única capaz de recordar y reconocer al otro, o ella también ejerce la confusión?

Al despedirse el narrador de su madre, que aquel día no lo ha reconocido, aquélla le dice: “A ver si la próxima vez nos acordamos más el uno del otro”.

¿Es la vida un bumerán de tiempo destinado a regresar a la infancia?

“La hija tratando a su madre como si fuese su hija y la madre haciendo caso de todo lo que su hija le decía con voz de madre. Cruzas esa puerta y te encuentras el mundo al revés”.

¿Sólo hay una forma de experimentar el tiempo?

“Ahora mi madre tiene el poder de hacer que la gente viaje al futuro o al pasado y es capaz de lograr que discutan entre sí (¿o con ella?) personas que vivieron en épocas muy diferentes. Ya le hubiera gustado tener tanto poder a H. G. Wells”.

¿Recordamos los hechos o los recuerdos de los hechos, o las palabras con las que simplificamos por primera vez esos hechos?

El narrador se siente como Borges, en “La noche de los dones”: “Los años pasan y son tantas veces las que he contado esta historia que ya no sé si la recuerdo de veras o si sólo recuerdo las palabras con que la cuento”.

¿Somos un yo autónomo o el producto de la mirada que los demás arrojan sobre nosotros?

Woody Allen habla de un psicoanalista que vive retirado en Suiza, y que “está revisando su autobiografía con el propósito de incluirse en la misma”.

"La fragmentariedad de la novela sugiere tanto la dispersión mental de un enfermo de alzhéimer, que imaginamos deslavazada como un viejo estandarte tras la batalla de la vida"

La fragmentariedad de la novela sugiere tanto la dispersión mental de un enfermo de alzhéimer, que imaginamos deslavazada como un viejo estandarte tras la batalla de la vida. Pero bien podría representar también la fragmentariedad de cualquier persona, que debe enfrentarse a una realidad absurda, plural, inasumible e incoherente, que apenas logra agrupar en pequeños grumos de sentido que no dejan de disgregarse.

Todo ello parece sugerir que la diferencia entre una mente sana y una mente enferma no sea tanto una cuestión cualitativa como cuantitativa. Es el grado de absurdo, de incoherencia y de dispersión lo que las diferencia, no el hecho de que unos sean plenamente racionales, y los otros no, lo cual no significa caer en la asunción nihilista de que todo vale, ni romantizar ingenuamente la enfermedad, sino sólo asumir que todos participamos de diferentes modos de una misma fragilidad, que nos hermana.

Quédate más tiempo es también la ficcionalización de un proceso de duelo: “Para que se entienda —dice el narrador—: esto no puede estar pasándole a mi madre (negación), joder (cólera), me cago en la puta (más cólera), aunque peor sería la muerte (negociación), vaya mierda todo (depresión), más vale que lo asuma y me prepare para lo peor (aceptación)”. Es la inteligencia venciendo al absurdo, es el humor venciendo a la perplejidad, es la alegría venciendo a la tristeza, es un hermoso homenaje, es un manual para perplejos, es un breviario de consuelos y, en fin, una excelente novela.

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Autor: David Viñas Piquer. Título: Quédate más tiempo. Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros y Amazon.

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Bixen
Bixen
2 años hace

Mi madre no come queso (de postre) si no queda vino en la botella; pan siempre hay. Con el de Burgos rompe las reglas, pues es que es que estaría a régimen, que se lo come quién sabe cuándo… pero ella sólo y sola a veces, combatiendo la migraña; el huequillo, más bien.