Glasgow, julio de 1973. Se llama Alice Kelly, tiene trece años, y ha desaparecido. Han pasado ya quince horas desde que alguien la vio por última vez. El agente Harry McCoy sabe que las probabilidades de un desenlace fatal son muy altas. Apenas se ha desplegado el dispositivo policial de búsqueda cuando el guitarrista Bobby March, la estrella de rock local, sufre una sobredosis en un hotel; la víspera había actuado en un concierto en el que, a juicio de McCoy, no estuvo muy brillante. Sea como sea, los periódicos necesitan noticias sangrientas; los mandos de la policía, resultados; y la ley, respeto, cueste lo que cueste. Para colmo, la sobrina del jefe de McCoy se ha eclipsado; McCoy, discretamente, tendrá que localizarla. Pero ¿podrá Harry McCoy con todo?
A continuación Zenda adelanta las dos primeras páginas de Bobby March vivirá para siempre, tercera entrega de la serie protagonizada por el agente McCoy.
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Es Billy, el sargento que está en el mostrador de entrada, el que responde a la llamada. Se trata de una mujer, sin aliento, asustada, medio llorando. Dice: «Quiero informar de la desaparición de un niño».
Cuando se produce una llamada como ésa, todo el mundo se endereza en sus sillas, deja de rellenar las quinielas, deja sobre la mesa el bocadillo a medio comer. Los que tienen hijos abren sus billeteras por debajo de la mesa y echan un vistazo a las fotos de Colin, Anne o la pequeña Jane y le dan gracias a Dios por que no sean ellos los que han desaparecido. Los más jóvenes se ponen serios, intentan no imaginarse sacando a un bebé de un sótano o de debajo de una cama, al jefe felicitándolos y a una llorosa madre dándoles las gracias.
Los que son religiosos se santiguan o rezan en silencio para que el niño esté a salvo. Y aquellos que ya han pasado por algún caso similar, le dan la bienvenida al profundo miedo que se instala en su estómago, porque saben que no existe un límite al mal que se le puede llegar a infligir a los niños, y que la criatura que ha desaparecido tal vez estaría mejor muerto a esas alturas.
Y, como si se tratase de una piedra que cae en el agua, las ondas empiezan a esparcirse por la ciudad. Poco importa la voluntad de silenciarlo, las noticias relativas a niños desaparecidos siempre salen a la luz. Los policías llegan a sus casas y les hablan a sus esposas o novias, les dicen que no lo comenten con nadie, pero lo hacen. Un chelín cae en el cajetín de una cabina de teléfono al otro lado de la calle, frente a la estación, un periodista del Daily Record responde al otro lado de la línea y un policía gana un billete de diez libras por las molestias. Poco tiempo después los muchachos que venden periódicos en la puerta de la Estación Central gritan: «¡Última edición! ¡Niña desaparecida!».
Y antes de que te des cuenta, la niña desaparecida es el principal tema de conversación de toda la ciudad. Es de lo único que hablan los policías cuando se reúnen en el vestíbulo de las iglesias antes de que les den las instrucciones para la búsqueda; de lo que hablan todos los periodistas: que se plantean cómo acceder a los padres, y hacen apuestas de cuándo la encontrarán. Es de lo único que hablan los chiquillos en los patios traseros, cuchicheando y contando rumores e historias sobre cómo la metieron a la fuerza en un coche.
Pero cuando cae la noche y la cháchara se acalla, todavía hay una persona que no tiene ni idea de cuál es el tema de conversación en Glasgow. Alice Kelly. Ella es la única que no sabe que todo Glasgow está hablando de ella. Lo único que sabe es que le han cubierto la cabeza con una bolsa de tela, que sus manos están atadas y que ha mojado sus braguitas. También hay otra cosa que Alice sabe. Poco importa la fuerza con la que grite para que venga su madre, su madre no va a poder oírla. Nadie va a oírla.
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Autor: Alan Parks. Traductor: Juan Trejo. Título: Bobby March vivirá para siempre. Editorial: Tusquets. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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