Sé que estás descubriendo el mundo. Sé que te mueves con los ojos muy abiertos, con esas orejas tuyas, alargadas, como en punta, siempre alerta, pequeñas antenas que te conectan con el mundo. También contigo mismo.
A veces me da la impresión de que lo sabes todo del mundo, de que ya vienes con tu libro de instrucciones de la vida dentro de ti, mucho más complejo, mucho mejor que el que llevamos nosotros los humanos, por muy grandes y poderosos que nos podamos creer en ocasiones.
Eres un buen compañero. Ahora que eres pequeño hay que estar muy pendiente de ti. Por tus necesidades y todo eso. Pero no sólo por eso. Eres como un niño, de algún modo más fuerte que un niño, pero también con tus debilidades de niño. Nuestro deber es cuidarte, velar por ti, aunque tú nos recuerdas, me recuerdas, también, mi propia debilidad, vulnerabilidad.
Eres muy listo. En seguida sabes dónde colocarte, dónde sentarte, cómo pedir las cosas, cómo dirigirte a nosotros, que debemos parecerte, desde el principio, unos gigantes, mejores o peores, espero que buenos. Pero unos gigantes en cualquier caso.
A veces pensarás que somos injustos, y puede que lo seamos, o pensarás que somos arbitrarios. Lo cierto, seguramente, es que nos movemos con reglas distintas, y que aspiramos a que tú comprendas esas reglas, pero lo cierto es que nosotros también debemos aprender las tuyas, para hacerte feliz.
¡Cómo te gusta salir a pasear! No lo dices, claro, pero supongo que te gustará que la gente te mire, que los chicos y las chicas se acerquen a ti y te hagan arrumacos. Estás en ese momento, por ahora, por guapo, por simpático, por cara de buena gente… de llamar la atención, de llamar la atención de las personas, y también de otros perros. Del mundo.
El mundo es tuyo, porque lo amas, y yo sé que también nos amas a nosotros. Ahora nos debemos preocupar de hacerte fuerte, enseñarte, para resistir algunos peligros del mundo… No todos, sería imposible; tampoco los conocemos nosotros.
He dicho que tienes cara de buena gente. La tienes. Se ve que eres bueno. El veterinario, cuando te vio por primera vez, dijo que habías tenido mucha suerte, que habías caído en una buena familia. Yo también lo creo. Nos esforzamos porque sea así: por quererte, por hacerte la vida más amable, aunque este mundo al que has venido no sea del todo bueno, no lo sea muchas veces. Pero la vida es mejor o peor en buena parte según nuestro actuar, según nuestra capacidad para amueblarla, de acciones, de ideas, de obras nuestras y ajenas, para nosotros y para los demás.
Tú eres un regalo de la vida para nosotros, un regalo en el mejor sentido de la palabra, pero no sólo para disfrutarlo, sino para hacer de la vida algo mejor. Sólo porque tú existes ya es mejor la vida. Tú la haces mejor.
Y además eres una oportunidad que brinda la vida para mejorar la nuestra… y por supuesto tus días, todos tus días. Espero que estemos a la altura de ti mismo, de tu bondad, de tu cariño, de la generosidad que el mundo ha mostrado con nosotros, trayéndote.
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