Desde la primera página de Una historia ridícula, las palabras de Marcial, el protagonista, parecen iluminarse en la oscuridad de la ficción. El autor, cual ventrílocuo, presta su voz al personaje y la oímos clara y precisa, como si nos hablara sobre las tablas de un escenario. Siguiendo los consejos del doctor Gómez, quien le ha regalado una serie de libretas y una grabadora, Marcial ha decidido contar su vida y opiniones a los lectores, esos seres sin rostro que lo observan en silencio desde las butacas del teatro.
Marcial Pérez Armel emparenta con Gregorio Olías, personaje central de Juegos de la edad tardía; pues se parece al héroe de la ópera prima del autor: un vulgar oficinista que en sus ratos libres sueña con ser Faroni, ingeniero, políglota, poeta. De igual forma que Marcial fabula ser escritor y filósofo, pese a que, como el mismísimo Don Quijote a su muerte, sea capaz de comprender a ratos que semejantes fantasías son pura ficción.
Nuestro héroe cursó de joven un ciclo de Comercialización de Productos Alimentarios gracias al cual entró a trabajar en un matadero. Su tesón lo ha convertido en jefe de planta, lo cual le obliga a ver morir todos los días a miles de animales, sin que la contemplación le cause estupor. Antaño los mataba él mismo; ahora supervisa, dirige a quienes lo hacen. Pero su mundo interior poco tiene que ver con este éxito profesional, porque su conciencia actúa como la del protagonista anónimo de las Memorias del subsuelo de Dostoievski, funcionario gris en cuyo fuero interno anida el fracaso, al igual que en el alma de Marcial.
El subsuelo dostoievskiano encarna la conciencia de uno mismo frente a un mundo real que se revela hostil para quien, albergando un alto concepto de sí mismo, ve frustradas sus expectativas de reconocimiento y encuentra ofensas en todas aquellas actitudes de los demás que no sean de franca admiración. Al igual que el hombre del subsuelo, que cree ser víctima de afrentas imaginarias, Marcial es sensible en exceso, acomplejado, incapaz de mantener relaciones satisfactorias con los demás. De ahí la doble condición de héroe trágico (lo que él pretende en su imaginación) y de payaso (lo que termina mostrando en público).
No quisiera con todo lo anterior dar la imagen de que Una historia ridícula es un libro serio y grave. Muy al contrario, es ante todo una novela humorística que nos hace sonreír a cada página y recuerda constantemente al Quijote, como por ejemplo cuando Marcial alterna momentos de lucidez, en los que reflexiona del modo más locuaz, con otros del más absoluto desvarío. Por ejemplo, habla del tierno amor y, a las pocas líneas, del instinto asesino hacia su amada Pepita. De igual forma que el hidalgo de La Mancha es un hombre cabal en tanto no le sacan el asunto de los libros de caballerías.
Otra característica cervantina del humor de Una historia ridícula es la seriedad. A lo largo de la novela, Marcial recalca: Yo nunca hablo en vano. Repito: yo nunca hablo en vano. ¿Mi visión del mundo? Trágica y trascendente. Esto es la historia de mi vida, a la par que un ensayo sobre mi mismo. A lo largo de mi vida he recibido incontables ofensas. Aquí el lector respondón dirá: “Pues como todo el mundo”. Falso. Yo he recibido más ofensas que todo el mundo. Y el único remedio que existe contra las ofensas es el duelo.
Lo anterior, antes que amalgama de citas tomadas de la novela, pretende ser muestra de la ventriloquía de Landero: la voz de Marcial nos habla desde el papel con una prosa esencial, sin palabras de sobra; sencilla y compleja, ligera y profunda, trivial y sutil.
—————————————
Autor: Luis Landero. Título: Una historia ridícula. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: