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Maravillosa y mísera ciudad, de Pier Paolo Pasolini

Maravillosa y mísera ciudad, de Pier Paolo Pasolini

Pier Paolo Pasolini fue un intelectual, escritor y cineasta italiano nacido en Bolonia en 1922 y asesinado en Roma en 1975. Con unos inicios marcados por su importante contribución a la corriente de la nueva poesía dialectal italiana, su obligado traslado a Roma en 1950 dejará una impronta indeleble en su vida y su obra. Murió asesinado en Ostia el 1 de noviembre de 1975: el caso, aún no resuelto, constituye uno de los episodios más oscuros y lacerantes de la historia italiana del siglo XX.

La editorial Ultramarinos celebra el centenario del nacimiento de Pasolini (1922-2022), que tiene lugar este mes de marzo, con el libro Maravillosa y mísera ciudad. Poemas romanos, con traducción de María Bastianes y Andrés Catalán, un particular homenaje al poeta y a la ciudad de Roma: una exhaustiva recopilación de los poemas que giran en torno a la ciudad y a la experiencia vital del autor en ella. Una edición que funciona como una poco habitual guía de viaje por esta ciudad, a través de sus calles y su historia.

El libro incluye un texto de los traductores que dialoga y expande los poemas de Pasolini con múltiples referencias a sus otros libros y a sus películas. Cierran el libro los textos del poeta Franco Buffoni y del arquitecto Francesco Careri sobre Pasolini y Roma —escritos también para esta edición— y varias imágenes originales de poemas de Pasolini a máquina con sus correcciones a mano. Un libro para redescubrir la obra de Pasolini, ya sea como director de cine o como poeta civil, iluminando el mapa de Roma desde una perspectiva particular, adentrándose en ella y mostrándola al margen de los lugares que aparecen en las guías turísticas.

Fotograma de Mamma Roma (1962)

Romanas serán sus primeras películas, Accattone (1961), Mamma Roma (1962), La ricota (1963) y Pajaritos y pajarracos (1966); romanas serán sus novelas Chavales del arroyo (1955) y Una vida violenta (1959); y romanos sus poemarios Las cenizas de Gramsci (1957), La religión de mi tiempo (1961) y Poesía en forma de rosa (1964). En muchas de sus obras la ciudad es la propia protagonista: Pasolini cartografía obsesivamente su geografía y da testimonio de la vida del subproletariado que habita sus márgenes. La Roma de Pasolini es la Roma del extrarradio, de la pobreza, la Roma de los tugurios, de los solares abandonados y las ruinas. Es la Roma de la miseria de la posguerra y la del milagro económico de los sesenta criticado por el autor al final de su vida.

Maravillosa y mísera ciudad recoge casi todos los poemas de tema romano de Pasolini, y con ellos recoge también la contradicción intrínseca de una ciudad que, en palabras del poeta, es «macabro desconsuelo y alucinada alegría». La selección de textos que presentamos corresponde a los primeros que escribió al llegar a esta ciudad en 1950.

*******

La mañana. Cuánto asombro carente de alegría.

Un coro que se desgrana en mil ecos

(fresco e indolente un motor se aleja

sobre el adoquinado húmedo… grita

y grita el vendedor, con su carrito)

bajo las agitadas ropas al sol, es un coro

disonante y ciego. Cuánta calma

dentro de este desorden. Solo, contemplándolo,

hay un hombre, un hombre de verdad,

uno que de verdad pierde el don

de su juventud, que verdaderamente

muere… Deberá sin embargo decirse, al final,

que no es otro, que es él mismo quien vive

esta suerte que es tan nueva

como para gritar de asombro. ¡Y de

mañana, cuánta vida en el rione,

bajo el hielo tibio, bajo la luz oscura!

***

Desde el callejón, rozando un cielo encapotado,

como en el interior de un cuarto, los sonidos

cautivos se acercan y se aclaran,

en este día de Roma que termina. Como

en un patio de la infancia… un paso

de animales, un adiós, un casto golpe

contra un objeto vacío, hace resonar

en el pecho un eco familiar: donde el mundo,

muriendo, repite pocas y queridas notas.

***

Acabada la fiesta en una Roma sorda

a toda expectativa ingenua, acabado el día,

como basura al viento los pasos

de regreso, las voces, los silbidos, van

muriendo apiñados en las calles, dispersos

en los zaguanes. Es la pausa de la cena:

después, más tarde, con el peso tembloroso

de la sombra sucia, sin aire, sobre

la ropa de fiesta de una gente extraña,

allí donde el caos de la ciudad se congela

en claridades de luces que jalonan

las calles tapiadas por una paz

de muerte, vuelve la antigua noche…

Por los paseos abandonados del río

halos resplandecientes de farolas,

alguna estrella junto a las nubes…

y en la periferia, de Testaccio

a Monteverde, se estanca exhausto y húmedo

un reverberar de voces de paseantes

y motores: remota incrustación

de nuestro mundo en el mudo universo.

***

Irrumpen en los oídos, atentos, desde

los nuevos campos del Aniene los viejos

grillos, y me gritan en silencio

mi desamparada soledad.

Extraviado en esta vieja

calma campestre que no es la mía

vuelvo a casa, y, bajo los lejanos puntos

de luz de los suburbios, los grillos

elevan un canto que envuelve

de melancolía el remordimiento

y de monotonía el terror.

***

Sobre el fondo de un trillado y absorto

canto de grillos, un silbido de muchachos

desconocidos, y sus voces puras,

abrasan en un segundo lo que queda

de mi inquietud, mi oído.

Siento en mí una debilidad de muerte,

cuando intacto, puro, cálido, como

antes, percibo apenas un golpe

irrisorio en el pecho (donde el llanto

es leve como la humedad sobre los sordos

campos del Aniene), al escuchar de nuevo

aquellos grillos, aquellas puras inflexiones

de voces, aquel frenético, cristalino

murmullo que, al perdurar, me condena.

***

La lluvia ha barnizado la tierra

alrededor del Aniene. Voz casi

de la agitada calma, un muchacho

entre montículos de cal y de ladrillos

raspa con un alambre una roída

tapa. Con los camiones lejanos

vibra confusa la periferia, y

muere el día inútil; inútiles

cantan el silencio las cigarras

en la triste penumbra encendida.

***

Sobre las enfurecidas orillas del Aniene

en una descarnada abyección me confino,

como un enfermo, a mendigar

vidas vulgares y por tanto divinas…

Estoy tan solo (yo que sólo

me compadecía cuando el amor

me unía a aquellas vidas que no otra cosa

que misterio ofrecían al dejarse amar)

que resulta increíble: solo

estoy, pero profanado por una multitud

de desconocidos a los que amo, como si fueran

partes de una única criatura de la creación.

———————

Autor: Pier Paolo Pasolini. Traducción: María Bastianes y Andrés Catalán. Título: Maravillosa y mísera ciudad. Editorial: Ultramarinos. Venta: Todostuslibros.com

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