Fotografía de portada: Outumuroo
El 22 de diciembre de 2008 coincidí con Joana Bonet en el viaje relámpago que la entonces ministra de Defensa realizó a la base militar de Herat (Afganistán) con motivo de las fiestas navideñas. La columnista de La Vanguardia, además de ex directora de revistas como Woman y Marie Claire, estaba documentándose para una biografía sobre Carme Chacón que ahora, catorce años después, sale a la luz bajo el título Chacón: La mujer que pudo gobernar (Península). En cuanto a mí, algunas semanas antes había convencido al gobierno socialista para que autorizara la creación de una red de bibliotecas en los campamentos que el ejército español tenía repartidos por el extranjero, y en el último momento me ofrecieron sumarme a la expedición para inaugurar la primera de aquellas salas de lectura junto a la ministra. La última parte del viaje se realizaba en un Hércules C-130, un avión excelente para el transporte de mercancías, pero infernal para el de personas: cuatro motores turbohélice rugiendo de un modo ensordecedor, asientos de tiras entreveradas y carentes de respaldo, temperaturas cambiantes que saltaban del frío más extremo al calor más abrasador, emanaciones de queroseno que provocaban arcadas… Todos los pasajeros, Miguel Ángel Moratinos y Luis del Olmo incluidos, salimos del avión dando tumbos y más de uno con ganas de vomitar. Pero Carme Chacón no se mostró en ningún momento incómoda. De hecho, en mitad del vuelo, extrajo de su bolso un ejemplar de La chica que soñaba con una caja de cerillas y un bidón de gasolina, del entonces autor de moda Stieg Larsson, y se puso a leer.
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—Cuando sacó el libro, aluciné.
—Es que Chacón tenía una capa de acero y otra de seda. De hecho, recibió una educación manu militari por parte de su madre, quien puso todo su empeño en conseguir que su hija no se sintiera una mujer enferma y que la incentivó para que persiguiera sus sueños. Eso la convirtió en una política tan firme en sus convicciones como consciente de la necesidad de estar junto a los ciudadanos. Carme quería hacer política de proximidad, entre otras cosas porque sabía que la fortaleza del PSOE no estaba en Ferraz, sino en los militantes. Además, como padecía una enfermedad del corazón que podía segarle la vida en cualquier momento, se sentía cerca de quienes convivían con el miedo y el dolor. Su cardiopatía congénita hacía que comprendiera el sufrimiento de los demás. Tanto era así que, cuando un soldado moría en acto de servicio, era ella misma quien llamaba a la familia para darle la noticia. Después, cada Navidad, incluso cuando ya no era ministra, volvía a telefonear a la madre o a la viuda del difunto y le ofrecía su consuelo.
—Prácticamente la dieron por muerta al nacer. Trece médicos ayudaron en el parto y, tan pronto como llegó al mundo, le diagnosticaron un bloqueo auricular-ventricular y una transposición de grandes vasos, lo que usted resume diciendo que nació con un corazón al revés. Incluso sus padres tardaron varios días en ponerle nombre, convencidos como estaban de que no sobreviviría. La posibilidad de la muerte estuvo siempre tan presente que incluso preparó a su hijo cuando éste apenas tenía ocho años.
—Carme vivió intensamente. Le dijeron que no hiciera deporte y se volcó en el baloncesto. Le dijeron que nunca podría tener hijos y se quedó embarazada. Le dijeron que no viajara demasiado y recorrió medio mundo tanto antes de dedicarse a la política como durante y después… En fin, siempre vivió como una persona sana. Ella misma decía que tenía un corazón imperfecto que funcionaba perfectamente. Y realmente se lo creía. Vivió de espaldas a la enfermedad, al menos públicamente. Pero imagino que, en su interior, siempre tenía la alarma puesta.
—Sufrió dos acosos a lo largo de su vida: primero, un tío que luego fue denunciado por abusar de la hija adoptiva de su pareja, y segundo, un jefe que tuvo en un centro comercial donde trabajó. Pero, claro, todavía no había llegado el #MeToo…
—Es que todo eso estaba en la hermenéutica de la época. Los abusos de poder en las relaciones laborales estaban a la orden del día. Y todavía quedaba mucho para que el feminismo ganara el debate de la calle. Un día me contó lo del intento de abuso por parte de su tío y me habló de la huella que aquello había dejado en ella. Imagínatelo: el ámbito del que esperas protección y cuidado es el ámbito que se convierte en una amenaza. Pero lo importante de esta historia es que nos demuestra que las mujeres que ostentan cargos de poder también cargan con mochilas llenas de piedras. Por más poder que tengas, el hecho de ser mujer siempre te marca.
—Durante su infancia y adolescencia, Chacón tenía su habitación forrada de carteles a favor de la normalización lingüística en Cataluña y, durante su vida como política, siempre defendió que vivía en una «España pendiente», un concepto que ella relacionaba con la idea de un país en el que todavía había que unir las lenguas, los símbolos, las identidades…
—En Cataluña la veían como una política española y en España la veían como una política catalana. Vivía entre esos dos mundos. Ahora mismo, a raíz de mi libro, hay independentistas que la insultan en Twitter y que dicen, sin saber de lo que hablan, que habría apoyado el 155. En fin. Carme era una federalista convencida. Viajó a Canadá para estudiar el federalismo en profundidad y dedicó su tesis a ese tema. Veía España como una «nación de naciones» y sentía que ella misma era una muestra de esa diversidad: por sus venas corría sangre castellana, aragonesa, andaluza, catalana… En su casa se brindó cuando murió Franco y sus padres celebraron la creación de los primeros ayuntamientos demócratas. Su madre llegó a decirle, cuando la llevó a la jornada en que el ayuntamiento de L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona) celebró su primer pleno en libertad, que a partir de ese momento los pobres tendrían los mismos derechos que los ricos. Eso era lo que preocupaba a Carme: los derechos elementales. Ahora bien, es cierto que nunca fue independentista. Se ausentó el día en que el PSC decidía si votaría con CiU sobre la posibilidad de realizar un referéndum en Cataluña, y acudió a un acto de Societat Civil Catalana. De hecho, esto fue lo que hizo que algunos miembros del PSC acabaran votando a Rubalcaba en el Congreso de Sevilla del 2012. Pero es que ella era una mujer de estado, creía en las instituciones como un lugar de escucha y diálogo, priorizaba los derechos de los trabajadores ante cualquier otra cosa… Siempre recordó que su abuela había sido portera y conocía los nombres de pila de las mujeres de la limpieza del ministerio, de los conserjes, de los escoltas…
—Tras pasar por la secretaria de Educación, Universidad, Cultura e Investigación, y tras pasar también por el ministerio de Vivienda, Chacón fue nombrada Ministra de Defensa. Eso tuvo dos consecuencias inmediatas: por una parte se demostró que se podía feminizar el ejército español, y por otra se demostró que la política y el periodismo españoles eran profundamente machistas. Porque Chacón tuvo que soportar todo tipo de insultos y humillaciones.
—Carmen Chacón ejerció de quitanieves en uno de los ministerios más masculinizados del gobierno. Allanó el camino a las siguientes ministras, como Cospedal y Robles, y rompió el techo de cristal más alto que existía. Algunos militares consideraron que su nombramiento era una forma que tenía el socialismo de demostrar su desprecio al ejército, lo cual demuestra que se trataba de una institución con una mentalidad franquista. Pero ella limpió esa alfombra: introdujo la laicidad, promovió la conciliación, modificó la normativa para que las personas trans pudieran ingresar, restituyó el honor de los llamados «militares rojos»… El mismísimo Julio José Rodríguez, JEMAD de aquel entonces, reconoció que por el ministerio de Defensa habían pasado muchas personas tanto de derechas como de izquierdas, pero que ninguna había sido tan valiente como Chacón. Realmente, no hay ningún analista serio que no reconozca que, desde Narcís Serra, no había habido una renovación tan potente del ejército como la que hizo Chacón.
—Carme Chacón estuvo muy cerca de ser la candidata socialista a las elecciones generales: le apoyaba la militancia, las encuestas, los compañeros… Pero entonces llegaron las puñaladas internas, la violencia mediática y los falsos rumores, el más denigrante de los cuales aseguraba que, en realidad, ella era un títere en manos de Miguel Barroso, su pareja.
—Todo aquello denotaba un machismo tremendo. Es horrible comprobar la necesidad que tienen algunos hombres de encontrar un motivo que justifique el éxito de una mujer. Siempre piensan que hay alguien detrás de una mujer talentosa, porque no conciben que el talento provenga de ellas mismas. Por eso les atribuyen una mente en la sombra, un Pigmalión que las controla… Es algo que sigue pasando, y es lamentable. En el caso de Chacón, cuando vieron que sus posibilidades de alcanzar la Secretaría General del PSOE eran reales, sus propios compañeros activaron todos los dispositivos lampedusianos para que todo cambiara sin que en realidad no cambiara nada. Todos sabían que o ganaba Carme o tocaría una travesía del desierto, como realmente ocurrió, y aun así la apartaron. Somos muchos lo que pensamos que la izquierda perdió todo un lustro por culpa de los tejemanejes de quienes confabularon contra ella. Por ejemplo, el mismo día que empezaba el Congreso de Sevilla en el que se tenía que decidir entre Rubalcaba y Chacón, un periódico llenó toda una página con fake news, la más grave de las cuales era aquella que decía que, si ella ganaba, el que realmente controlaría el partido sería Barroso. La atacaron por todos los frentes.
—Alfredo Pérez Rubalcaba se acercó a ella cuando él mismo no tenía ni siquiera un despacho en Ferraz. Chacón le abrió las puertas del suyo y, cuando llegó el momento de presentarse a las primarias, él se convirtió en su peor enemigo.
—Rubalcaba apoyó a José Bono en su lucha por el poder contra Zapatero y, por tanto, se quedó colgado tras las últimas primarias. Ni siquiera tenía despacho en Ferraz. Pero Chacón le tendió una mano y le introdujo de nuevo en el partido. A cambio, él la ayudó a crear su programa, le ofreció sus contactos y le asesoró en muchos aspectos, porque no se puede negar que Rubalcaba era un excelente político. Sin embargo, cuando llegaron las primarias, el ambiente se enrareció y él empezó a jugar sucio. Tan sucio que, cuando Carme perdió, fue relegada al puesto de diputada rasa. La situaron en la última bancada del Parlamento, como si nunca hubiera sido alguien importante. Y no hay que olvidar que, cuando Zapatero ganó frente a Bono, en vez de represaliarlo le ofreció el Ministerio de Defensa. Sin embargo, cuando Chacón perdió frente a Rubalcaba la mandaron a la última fila.
—Zapatero también le dio la espalda en el último momento…
—Zapatero estaba de acuerdo con Pepe Blanco en que el mejor relevo para el PSOE era Rubalcaba. El mismísimo Felipe González le dijo a Carme que todavía no había llegado su hora. Pero, ¿cuándo se supone que sería su hora, si el mismo González llegó al poder con cuarenta años? Todo eran excusas. No les importó tener delante a una mujer que había estudiado en tres universidades internacionales, que era una jurista más que prestigiosa, que fue invitada a formar parte del equipo de observadores internacionales en Albania y Kosovo, que había tenido encuentros con el equipo de Bill Clinton, que estuvo a punto de fundar una escuela en Miami para apoyar a los jóvenes latinoamericanos con aspiraciones políticas, que fue respaldada por asesores de Obama… Todo eso les dio igual.
—Porque era mujer.
—Porque era mujer. El mismísimo Zapatero ha reconocido que Carme perdió las primarias por dos motivos: ser mujer y ser catalana. Cuando una mujer de mediana edad, emancipada política e intelectualmente, convencida de la importancia de buscar el bien común, con ganas de quitarle los privilegios a los ricos para devolvérselos a los pobres… cuando una mujer así llega al poder, todo el mundo se asusta. Sus compañeros comprendieron que tenían delante a alguien que era más de izquierdas que el propio PSOE, y temieron que rompiera la baraja. Porque una mujer que entra en un ambiente dominado por hombres siempre acaba rompiendo la dinámica establecida: los viejos vicios, los tratos de favor, los codazos… Todo eso desaparece cuando una mujer accede al poder. Nosotras tenemos una visión más horizontal del funcionamiento de las organizaciones. Y, claro, eso asusta.
—La propia Chacón te pidió que interrumpieras la escritura de este libro. Creía que la acusarían de usarlo a modo de promoción, que le afearían contar cosas inapropiadas, que sería demasiado sincera… Ella misma habló con Ricardo Rodrigo, editor de RBA, para que no lo publicara. Sin embargo, tras su fallecimiento decidiste que había llegado el momento de terminarlo.
—Empecé a investigar cuando ella era ministra de Defensa y máximo responsable del CNI. Al principio las dos estuvimos de acuerdo, pero después ella entendió que no le beneficiaba. Era una mujer en primera línea de poder y quería controlar su propio relato. Lo entendí perfectamente. Siempre he pensado que hay que apoyar al máximo a las mujeres que alcanzan el poder. Así que detuve el proyecto y continuamos con nuestra amistad. Sin embargo, un año antes de que ella muriera, mientras charlábamos sobre nuestras cosas, le dije que era una lástima que nuestro libro nunca hubiera llegado a ver la luz y ella respondió: «Quién sabe, Joana, tal vez algún día acabe saliendo». En aquel momento no lo entendí, pero, tras su fallecimiento, comprendí que me había pedido que contara su vida. Su familia estuvo de acuerdo. A fin de cuentas, ¿cómo no va a tener una biografía quien mereció una necrológica en el New York Times?
Se les llena la boca de feminismo pero el PSOE es un partido tremendamente machista. Muchas mujeres en segunda fila, para aparentar, pero ninguna para presidenta. Si alguna sobresale hay que marginarla o hundirla como a Rosa Díez. Recordémosla también. El status quo socialista no permite que una mujer ostente el poder máximo.
¿Quitarle los privilegios a los ricos para devolvérselos a los pobres? Estos progres urbanitas hablan igual que los p. teletubbies. Se nota enseguida el pedigrí.