La industria de la fertilidad y los vientres de alquiler en Ucrania son el tema central de la última novela de la finlandesa Sofi Oksanen con un trasfondo político sobre una guerra que, asegura, comenzó en 2014 y nunca paró: «Ojalá Putin estuviera loco», porque todo cambiaría si fuera sustituido. Pero no es así, sostiene la autora de El parque de los perros, una novela que acaba de llegar a las librerías en español publicada por Salamandra, tras su exitosa Purga, que vendió más de un millón de ejemplares en 40 países y en la que exploraba el totalitarismo soviético en Estonia.
La política de Putin tiene el respaldo de la mayoría de los rusos, agrega Oksanen porque «piensan lo que dice la televisión rusa, que controla el gobierno ruso». Una de sus protagonistas ucranianas relata en el libro cómo, tras la invasión de Crimea, miraba desde el ordenador por las mañanas los boletines informativos de Rusia «para ver si por la noche habían añadido no solo a Crimea, sino a toda Ucrania en su mapa meteorológico».
Su novela retrata la corrupción instalada en la Ucrania postsoviética, y cómo la antigua élite siguió tras la década de los 90 en el poder, convirtiéndose en oligarcas de un país con la renta más baja de Europa. Pero también había investigaciones avanzadas en el campo de la fertilidad y «los hombres de negocios hicieron leyes a su medida y a su manera». Además «había muchas jóvenes rubias y pobres», lo que creó «el cóctel perfecto»: «Ucrania era un país donde una pareja extranjera podía conseguir un bebé blanco más barato», dice. En 2014, con la revolución por la dignidad y contra la corrupción (la revolución europeísta del Maidán, que provocó la ira de Rusia en forma de anexión de Crimea), «las cosas cambiaron y muchas cosas comenzaron a mejorar bastante en términos de igualdad», explica.
No obstante, señala la autora, el de Ucrania es un caso «particular» con una legislación que fue hace años «sumamente liberal», aunque empezó a debatirse en 2021 y se dijo que iba a haber cambios en la ley. En otros países, señala la autora, «la madre gestante da a luz y los padres lo adoptan, pero en Ucrania el nombre de la madre de alquiler no aparece en absoluto, aparecen solo los nombres de los padres adoptivos. La madre biológica desaparece del sistema, además de que en Ucrania sigue siendo anónima la donación de óvulos«. Además, indica Oksanen, no hay estadísticas, no hay seguimiento de la salud de esas mujeres, y las agencias que lo organizan no se responsabilizan.
A pesar de que asegura que no está en contra de los vientres de alquiler ni de los tratamientos de fertilidad como tal, la escritora finlandesa subraya que «hay cosas que no deberían permitirse. Si quieres adoptar a un niño tienes que pasar por un proceso donde analizan tu historia y te examinan de arriba abajo, pero a través de un vientre de alquiler a nadie le importa lo más mínimo quién seas o qué has hecho. Porque los clientes, los futuros padres, pagan y mandan. Ese es el problema, porque ha habido casos feos, feos», indica.
Sobre la situación actual, denuncia que los bebés de las madres subrogadas están ahora en refugios antiaéreos y solo una de las agencias, una de las más importantes, ha dicho que tiene 600 mujeres que son vientres de alquiler en Ucrania, en una situación sin recursos sanitarios.
Ucrania ha vendido niños a Occidente mientras en Occidente se mata a los niños no nacidos, pero Occidente sólo siente cuando los niños muertos son ucranianos y salen en las pantallas. ¿Putin, loco? Para los locos, todos están locos.