Lo primero que cabe señalar tras la lectura del libro de Thierry Thomas es que resulta necesario. Tan necesario como la sal en una naranja; tan necesario como una apuesta fugaz en un canódromo de provincias: en ambos casos se neutraliza una disposición inicial para aspirar a nuevas sensaciones —el ácido, las ilusiones—, potenciándolas, que es lo que ocurre cuando la biografía se trastoca en retrato personal, como aquí sucede, para bien.
Pratt, al contrario que el personaje de Proust, se acostaba tarde y se levantaba temprano, tales eran sus ansias de vida. En 1972 iba a suceder el encuentro entre biógrafo y biografiado que habría de cambiar el mundo de Thomas. El de Pratt cambió cuando vio por primera vez las viñetas de Winsor McCay, el autor de Little Nemo. Y la pregunta a la que trataría de dar respuesta no sería otra que la de “¿y si nuestros tebeos fuesen un arte?”. El objetivo se cristaliza en el epígrafe de Katsushika Hokusai con el que el autor del retrato da inicio a su aventura paralela: “Y cuando tenga ciento diez años, trazaré una línea, y todo estará vivo”. A partir de ese andamiaje repleto de aportaciones sensoriales, el biógrafo emprende la labor de reordenar los materiales que conoce de primera mano hasta dar con la estrategia que le lleve a confeccionar el más fiel retrato del autor de Corto Maltés (que debe su nombre a John Huston y al idioma español), el héroe que finalmente supo crear —él dirá encontrar— para regocijo de sus seguidores y enriquecimiento del noveno arte. Es el héroe, casi antihéroe, más cercano a la posterior creación del Maqroll el Gaviero del llorado Álvaro Mutis. El mismo héroe que en La balada del mar salado (1967) cogió una navaja de afeitar de su padre y se dibujó la línea de la fortuna que faltaba en su mano. Como Corto, también Pratt creó su propio destino al incorporar aquella hache y aquella te de más a su nombre. El dibujante le traspasa a Corto su pasión por la vida, sus audacias y desvelos, sus enigmas y sus silencios, todo aquello que aprendió de sus maestros Homero, Stevenson, Milton Caniff, Fellini o Matisse.
Como el descubrimiento de Corto Maltés, la lectura de esta biografía novelada tan personal es pura dicha; como aquél, es proveedora de felicidad. Thierry Thomas ofrece claves de interpretación artística al tiempo que consigue que alguien que jamás se haya acercado a los personajes del creador y de su criatura corra a buscar alguno de los secretos de la vida entre las viñetas del marino aventurero. El viaje, pleno en vitalidad y energía, se emprende amparado por los vientos vitales y por todas esas “cosas que aceleran los latidos del corazón». Todo ello encuadernado, además, en tapa dura, para preservar mejor las esencias de esta aventura soñada.
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Autor: Thierry Thomas. Título: La aventura soñada: Un retrato de Hugo Pratt. Traducción: Regina López Muñoz. Editorial: Siruela. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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