Cuando una buena historia llama a tu puerta es difícil resistirse. La mía llamó a raíz de la lectura de la biografía de Stefan Zweig sobre Fernando Magallanes. Un pequeño dato me dejó perplejo: Antonio Pigafetta, uno de los dieciocho que regresó con Elcano, el único de los supervivientes que redactó la crónica del viaje sobre la primera vuelta al mundo, no menciona ni una sola vez a Juan Sebastián Elcano en todo el relato. Al hombre cuya pericia y valentía le debe su regreso, sano y salvo, a Sevilla, el italiano no lo menciona ni una sola vez. ¿Cómo podía ser eso? ¿Tan desagradecido era Pigafetta? No había duda de que ahí se escondía, entre los pliegues de esa historia, un pequeño secreto, y los 500 años de la celebración de esa primera vuelta al mundo estaban a la vuelta de la esquina. ¿Acaso podía haber mejor manera de celebrarla que tratando de dar con una respuesta que pudiera resolver ese enigma?
La figura de Elcano también arrojaba sombras. Con su sangrante no mención en el diario de Pigafetta, había otros dos datos que me dejaron perplejo. En 1524, dos años después de su regreso, solicita permiso al rey para entrar armado y con guardaespaldas en la ciudad de Valladolid. ¿De qué tenía miedo Elcano? ¿Acaso el vasco no se había convertido en el hombre más famoso, admirado y legendario de todo el reino? ¿Quién podía amenazar su vida y por qué? El otro dato era todavía más asombroso: Elcano solicita ser capitán general de una nueva armada que hará el mismo viaje, y la Corona se lo niega. Será nombrado segundo de la expedición, pero nunca Capitán General… Al hombre que ha conseguido dar la vuelta al mundo y que se conoce el viaje hasta las islas Molucas, ¿se le niega la capitanía general? ¿Pero acaso se habían vuelto locos en la corte? O peor aún, ¿un atajo de desagradecidos como el propio Pigafetta?
Poco a poco, un mapa alternativo de la expedición fue apareciendo ante mis ojos, y me obligaba a mirar más allá de los límites de las cinco naves que formaron la expedición para encontrar respuestas. A fin de cuentas, todos somos hijos de nuestro tiempo, y los tiempos del siglo XVI fueron de descubrimientos, mapas, conquistas y ambición entre reinos. Dos de ellos, situados al sur de Europa, incapaces de ocupar el centro geopolítico del continente, decidieron salir a ultramar y conquistar lo que la geografía les había negado hasta entonces. Así, de la noche a la mañana, Castilla y Portugal se convirtieron en amos del mundo y en rivales. ¿Acaso esa animadversión entre ambos reinos no debió de influir en todo lo que rodeó a una expedición en la que un portugués era nombrado capitán de una ambiciosa expedición por un rey extranjero recién llegado a Castilla?
A estas alturas de mi investigación, la imaginación andaba desbocada. ¿Cómo iba a ser capaz de contar todo lo que bullía por mi mente? Solo yo podía contar todo lo que había ido descubriendo, pero por desgracia no podía regresar al pasado para hacerlo y decir toda la verdad, o siquiera una verdad alternativa. El tiempo y la distancia me impedían mirar cara a cara a Elcano y preguntarle por qué había mentido al regresar. Y de pronto lo vi claro: podía volver al pasado, ¡claro que lo podía hacer! ¿Acaso no lo hacen todos los escritores? Podía hacerlo disfrazado bajo la piel de un joven cronista que, como yo, tropieza con la historia de la primera vuelta al mundo y comienza a hacerse interrogantes sobre una historia que no está bien ensamblada en todas sus partes. Así nació Diego de Soto, protagonista de Nadie lo sabe y mi alter ego, un joven ambicioso e idealista que va a tener que acabar eligiendo entre lo primero y lo segundo para contar, o no, lo que en verdad pasó a bordo de una de las expediciones más brillantes y espectaculares de la historia, y a través de quien el lector viaja quinientos años atrás para poder mirar fijamente a los ojos de Juan Sebastián Elcano y preguntarle por qué.
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Autor: Tony Gratacós. Título: Nadie lo sabe. Editorial: Destino. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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