Y entonces, justo entre el día 1 antes de Cristo y el día 1 después de Cristo, en la provincia romana de Judea, lejos de una Europa y un Occidente en los que iba a influir como nadie influyó jamás, nació un hombre extraordinario llamado Jesús. Tanto se ha dicho y escrito sobre él que resulta imposible deslindar la verdad de la mentira, lo cierto de la leyenda y lo humano de lo divino. Eso dejémoslo a otros; que ellos aten, si pueden, tan difícil mosca por el rabo. Lo que para esta historia importa es que Jesús era judío, hijo de un carpintero, y que tras una infancia y una juventud oscuras, a partir de los 30 años, mostrando un carácter, una personalidad y un encanto extraordinarios, empezó a predicar lo que hoy conocemos por cristianismo o religión cristiana (del griego xristos, que significa ungido, o mesías). Se basaba la cosa en el amor al prójimo, la fraternidad del género humano, la existencia de una vida eterna tras la muerte (para la que la vida terrena sería sólo preparación), y la omnipresencia de un dios supremo, paternal y bondadoso, del que Jesús, sin cortarse un pelo, se proclamaba hijo. Y tan elocuente fue, tan persuasivo y magnético, que arrasó entre los suyos. A lo mejor sólo era un tío al que se le había ido la olla, o un manipulador muy listo, o un fulano que se creía de verdad lo que predicaba; o tal vez, simplemente, una buena persona. Posiblemente fuera esto último, pero lo que importa es que su discurso, nuevo en la historia de la Humanidad, funcionaba de maravilla. A los ricos ofrecía reparación, esperanza a los desgraciados y consuelo a todos. Lo seguían los pobres y hasta redimía a las prostitutas. Como entonces no había tele, ni radio, ni internet, predicaba en vivo, cara a cara. Y empezaron a seguirlo centenares y miles de personas. Eso no tardó en causar problemas, pues por un lado los sacerdotes de la religión judía oficial se indignaron con aquel muerto de hambre que les robaba la clientela; y por otro, los romanos, que eran quienes cortaban el bacalao, se mosquearon porque algunos seguidores de Jesús, que no comprendían su mensaje o lo interpretaban de otra manera, afirmaban que era el jefe que los libraría del yugo de Roma. De todas formas, y para ser justos, quien de verdad hizo la cama a Jesús fueron los curas de allí: el clero judío, fariseos, saduceos y fulanos de similar pelaje, que tragaban bilis negra cada vez que lo oían largar por aquella boca. Todo eso está muy bien contado (con adornos, fantasías y camelos, pero de forma interesantísima) en cuatro libros llamados Evangelios, o Nuevo Testamento, cuya lectura, además de divertida, conmovedora y fascinante, permite comprender buena parte de las claves remotas de la historia no sólo europea, sino universal. Y claro, la película acabó como tenía que acabar. Los sacerdotes le jugaron a Jesús la del chino, montándole un complot que ni los de Fantomas. Sin embargo, pese a las ganas que le tenían, ellos no podían condenarlo a muerte; así que le pasaron el marrón a los romanos, en concreto al gobernador imperial, que se llamaba Poncio Pilatos, asegurándole que aquel tocapelotas quería proclamarse rey. A Pilatos, práctico como todos sus compatriotas, le importaba un carajo la religión que predicara Jesús, sobre todo porque los romanos eran gente ecléctica que aceptaba toda clase de creencias de los países conquistados; y una más se la traía, dicho en corto, bastante floja. Sin embargo, para quitarse de encima a los sacerdotes judíos, dijo que allá ellos mismos con sus mecanismos, y organizó la primera Semana Santa. A Jesús, recién cumplidos los 33 años, lo crucificaron, etcétera. Lo han visto ustedes en el cine, en Rey de reyes y otras pelis. Unos dicen que resucitó a los tres días y otros dicen que no, y en eso no me meto. Lo importante es que antes de que le dieran matarile, Jesús había elegido a doce amigos especiales, los llamados doce apóstoles; y éstos, que mientras apresaban al maestro no se portaron precisamente como tigres de Bengala ni leones de Judea, después hay que reconocer que sí le echaron huevos a la vida, pues se dedicaron a recorrer la tierra predicando lo que les había enseñado. Algunos lo pagarían con la prisión y la muerte, pero la nueva religión, llamada cristianismo, creció imparable, convirtiéndose en el mayor prodigio religioso y cultural en la historia no sólo de Roma y Europa, sino del mundo conocido y por conocer. Contribuyó mucho la intervención de un judío ciudadano romano llamado Saulo, o Pablo, que no llegó a tiempo de ser uno de los compadres íntimos de Jesús; pero que al apuntarse luego al asunto dio al cristianismo una estructura y un vigor intelectual cuyos resultados, veintiún siglos después, aún tenemos a la vista. Pero, bueno. De eso hablaremos más despacio, cuando toque.
[Continuará].
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Publicado el 9 de abril de 2022 en XL Semanal.
Entregas de Una historia de Europa:
- Una historia de Europa (I)
- Una historia de Europa (II)
- Una historia de Europa (III)
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- Una historia de Europa (XXIV)
Amén
Supongo yo que Jesús (Yehoshúa) predicaba su visión del judaísmo, y al difundirse su mensaje desde Roma… muchos elementos de la mitología romana se mezclaron con esa prédica (aún cuando muchos de esos elementos son contrarios al judaísmo: adoración de imágenes, virginidad como pureza (vestales romanas); unión de una divinidad y un mortal que da como fruto un semidiós, etc.). NO creo que la prédica orginal de Jesús fuera exactamente lo que hoy se conoce como cristianismo, ya que hay inconsistencias entre los preceptos del Pentateuco (Torá) y muchas prácticas hoy comunes en el cristianismo.
Lo que hoy se conoce como cristianismo difiere de lo que usted llama cristianismo, y seguramente del cristianismo. Por ejemplo, ningún cristiano adora imagenes. Otra cosa es que usted confunda el culto de dulía, de hiperdulía y de latría con la adoración propiamente dicha. Pero bueno, en el mundo de la subjetividad absoluta, en donde la realidad se basa exclusivamente en opiniones infundadas, nada importa nada.
Tiene razón, no hay adoración de imágenes, me corrijo. Pero sí hay representación visual de la divinidad, y eso proviene de los romanos y su mitología, a contramano de lo que propone el judaísmo.
Exacto, es una representación. Hay Quien tiene la foto de sus hijos en su casa, e incluso la besa. Pero si pudiera besar a sus hijos, no besaría la foto. Son signos sensibles de una operación espiritual.
Entiendo, y es respetable. Solamente digo que eso, junto con otros elementos de la liturgia cristiana, prueba que los romanos, al divulgar la prédica de Jesús, mezclaron rituales de su propia mitología, algunos contrarios al judaísmo.
Perdón, Paula. Pero Jesús traía su ‘propia’ predicación: el Evangelio. Y la ‘prédica original de Jesús’ no tiene casi nada que ver con el catolicismo. Pero sí con las iglesias protestantes, lo más cercano al cristianismo, si no cristianismo neotestamentario.
Todo el mundo sabe que Jesús se pasaba el día fundando una, dos y hasta tres iglesias protestantes.
La ironía no está al alcance de cualquiera, Pepehillo…
Efectivamente, las iglesias protestantes guardan mayor similitud con el judaísmo.
«Los romanos eran gente ecléctica que aceptaban las creencias de los pueblos conquistados (…)» – Tal vez, pero la religión que esos romanos practicaban incluía muchos de lo que el judaísmo veía con rechazo : politeísmo, adoración de imágenes, y mezcla de lo divino con lo humano. Para el judaísmo la divinidad es una abstracción, algo incorpóreo e invisible. Y la experiencia con el ocupante anterior (griegos) no había sido precisamente de tolerancia (en la época de los macabeos se inventaron las perinolas de cuatro caras para simular que jugaban cuando en realidad estudiaban la Torá, algo prohibido por los griegos), con lo cual se entiende que los judíos temieran nuevas prohibiciones o conversiones forzadas.
Recomiendo leer a Ciorán, en «Latentación de existir» : «Un pueblo de solitarios».
well said…
¡Hay, el mensaje del Maestro! Desvirtuado por el publicista, propagandista y misógino Saulo, desvirtuado en Nicea, desvirtuado por lo atado y sin desatar, desvirtuado por la inquisición, desvirtuado por los ropajes, joyas, parafernalia y riquezas vaticanas… desvirtuado… Víctimas por el camino: María de Magdala, Prisciliano, Mani, los Albigenses, los judíos… Año 1, Saulo inaugura las redes sociales.
En absoluto Pablo desvirtuó nada, Ricarrob. En el camino a Damasco fue escogido como otro apóstol… por el mismo Jesús.
Fé y razón, historia de dos incompatibilidades. La primera, culpable de muchas guerras, violencia, sufrimiento… hasta hoy. La segunda, nunca aplicada suficientemente. En mi opinión, sería bueno tener fé en la razón y también lo sería aplicar la razón a le fé. Por mucho que que la fé insista, al final, el sol no da vueltas alrededor de la tierra. Eppur si muove.
Es un error oponer «ciencia» (razón» a fe. Son dos cosas perfectamente compatibles y ambas falibles, porque ambas son productos humanos. En cuanto al cliché de las guerras originadas en la religión… hay que entender que quien pretende justificar una guerra siempre echará mano a una autoridad prestigiosa (durante muchos siglos fue justamente la religión), pero se trata de un mal uso de la fe, un abuso, y no una interpretación respetuosa y desinteresada. Por cierto, y solamente por dar un ejemplo, el nazismo no esgrimió la cuestión religiosa sino la racial (erróneamente, desde luego), tratando de dar a su ideología un tinte cientificista y racional.
Solo una pregunta mi estimada señora Paula. ¿Con quién estaba en guerra la Inquisición, tanto española con europea, en los siglos durante los cuales estuvo activa? Torturas, sufrimiento, acusaciones falsas, acusaciones absurdas, todo ello ¿en nombre de qué? ¿En nombre del Maestro? por supuesto que no. En nombre de una fé fanática e intransigente y en nombre de la acaparación de riquezas a costa de los desposeídos. Y… hablando del nazismo, por supuesto. El nazismo. El papel de Pio XII respecto a ello no parece que fue muy de acuerdo, muy conforme con la doctrina, con las enseñanzas del Maestro.
Supongo que la Inquisición (como toda persecución a minorías, o disidentes, o librepensadores, o todo lo que el poder perciba como una amenaza a su hegemonía) estaba al servicio del poder de turno. Y muchas veces buscar un chivo expiatorio sirve para desviar la atención de temas que el poder prefiere esconder. Pero la religión aquí está siendo usada, tergiversada, mal interpretada… porque la religión no es otra cosa que una herramienta: que se haga de ella buen uso o mal uso depende de la mano que la empuña.
Verdaderas dudas hay, estimada señora, de que el poder estuviera al servivio de la Inquisición o la Inquisición al servicio del poder. Lo que es evidente es que hasta el siglo XIX y en algunos sitios conocidos hasta el XX, la Iglesia era el poder. Eran indistinguibles.
Perfectamente definida lo que fue la «Santa Inquisición u Oficio».
El caso de Pio XII es controvertido; muchos sostienen que fingió pasar por alto los crímenes nazis para poder ayudar clandestinamente. En todo caso, hay numerosos casos de religiosos de diferentes jerarquías que arriesgaron sus vidas para salvar perseguidos (muchos son reconocidos como «Justos entre las Naciones» por Yad Vashem el museo de la Shoa en Jerusalem), y son la prueba de que la religión puede inspirar los más heroicos actos.
Siento decirle, estimada señora, que a quien ayudó clandestinamente el Vaticano fue a huir de Europa a los asesinos y torturadores nazis, Menguele incluidpo.
Pero es que el hecho de que dentro de una institución religiosa haya gente que traiciona los principios que debería representar… no invalida esos principios. – Es análogo a lo que sucede en las instituciones educativas – suele haber algunos profesores no idóneos, pero esto no invalida el sentido de la educación. Lo mismo respecto de la ciencia: la talidomida fue un error colosal, pero no por eso la sociedad deja de invertir en medicamentos – la gran mayoría de los cuales, afortundamente, son útiles, o al menos inocuos…
Por cierto, se me olvidaba: si razón y fé son, según usted afirma, perfectamente compatibles, deberían habérselo indicado a los que acusaron a Galileo ante la Inquisición. El «son», perdóneme que le diga, no es pertinente. Debería usted haber puesto: «deberían ser». Las afirmaciones tan tajantes son dogmáticas y lo dogmático lleva al fanatismo.
Los que acusaron a Galileo no eran genuinamente religiosos, al menos no como muchos entendemos la religión. «Deberían ser» o «pueden ser» compatibles, claro, dependiendo del grado de civilización de la sociedad de que se trate.
Habéis escuchado que os he dicho: «Me voy y vuelvo a vosotros». Si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo.
Evangelio según san Juan 14:28 (Versión Biblia de Navarra)
No es de Pablo de Samosata ni de Constantino I ni monarquianismo, ¿verdad?. Amén.
Qué simplificación tan brutal.
Lo dije por twitt, pero quizá no lo ha leído, Arturo. Y lo repito. El Nuevo Testamento comienza en el evangelio de Mateo y termina en Apocalipsis, no se compone solo de los cuatro evangelios.
Ni de los cuatro jinetes, añado.
No lo cojo…
Haciéndolo breve, se supone que San Juan también escribió el Apocalipsis, coincidiendo el número 4 con el de los evangelistas. Nada de Pentateuco, aunque sí 666.
Nuevo testamento, cuatro evangelios, Apocalipsis… Termina… comienza… pensemos en que, bastantes nás evangelios, existen y que fueron suprimidos por ser políticamente incorrectos para la ya curia dominante.
Para mi, es asombroso cómo un hombre, solo con un puñado de ideas, sin armas, ni ejércitos, logra construir una religión que con sus más y sus menos persiste hace más de dos mil años, con 1345 millones de adeptos.
Imaginen ustedes, si hoy Jesús bajara a la tierra, y le regalaran un smartphone.
Bueno, quizá ya vino alguna vez de incógnito…observó parte de su legado, y se dijo: – Que dios, los ayude.
Lo cierto, Francisco, es que Jesús era hijo de Dios. Ese era su atractivo, que como tal, vino a morir por nosotros.
El tema de la fe, es y será en mi opinión un dilema humano. Aquel que la posee, logra tener resuelto el sentido de su vida, el que no, pugna por encontrarlo.
No obstante, ambos están contenidos por Dios, el primero a sabiendas, el otro sin saberlo.
Pero el logro de Jesús, no puede ser tomado a la ligera. ¿Que hombre es capaz de soportar tortura y muerte, para hacer comprender ante los descreídos que Dios existe?
Jesús, logró superar su castigo injusto, y por esto, tenemos fe.
Aquellos que no tienen fe no pueden explicar la actitud de Jesús, es un coraje desmedido, el cual, solo puede ser alcanzado por amor. No existe otra fuerza que iguale la fortaleza del amor. Ni siquiera la ciencia puede aún describir en dónde radica el amor.
Por esto, cada cual vive y piensa como lo desea. Pero nadie puede negar que Jesús fue para los no creyentes y es para los creyentes, un hombre enorme, bueno y valiente.
De acuerdo en general con lo que usted ha escrito. Una salvedad, sin embargo. En mi opinión, es posible tener resuelto el sentido de la vida sin tener ninguna fe en ninguna doctrina concreta; y me refiero tanto a las doctrinas religiosas como a las que no lo son. Todos luchamos por encontrar el sentido a la vida, si es que la vida tiene algún sentido. Pero unos lo hacen aferrándose a cualquier tabla de salvación que les echen (confucionismo, sintoismo, budismo, islamismo, cristianismo, comunismo, fascismo, liberalismo, feminismo, ismo, ismo, ismo…) y otros lo hacen aprendiendo a nadar y braceando por sí mismos. Y… estoy de acuerdo en su descripción del Maestro.
Que interesante señor Ricarob, un debate sobre el sentido de la vida.
No puedo imaginar que la vida, toda, no tenga un sentido.
Por esto, ¿qué sentido tendrá la guerra? De la cual no podemos librarnos.
Cordial saludo
Que interesante, señor Brun. Eros y Tánatos, la eterna lucha en la que Eros siempre sale vencedor… por ahora. Quizás el sentido último de la vida, expresada en el Eros, sea su perpetuación, quizás. Por ello, el sentido de la guerra, su lucha contra el Eros, sea un sinsentido, el sinsentido de la muerte y la destrucción. Sentir que, al final, somos Naturaleza, que nos fundimos con ella, que retornamos a ella, sea un sentido a nuestra vida, como la de cualquier criatura. Quizás ese era el mensaje incomprendido del Maestro.