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Making of de El vértigo del trapecista

Making of de El vértigo del trapecista

El maestro Rafael Chirbes contaba una anécdota que sucedió a un reputado crítico literario alemán. Terriblemente decepcionado después de entrevistar a una de sus autoras favoritas y descubrir que desconocía por completo todo lo que a él le había fascinado de sus obras, concluyó contrariado que la mayoría de escritores saben tanto de literatura como los pájaros de ornitología. Yo debo confesar desde el principio que pertenezco a esa mayoría que no entiende ni de una cosa ni de la otra.

Quizá sea por mi bisoñez. El vértigo del trapecista es la primera novela que me publican. A los 56 años solo soy un joven novelista, según decía Umberto Eco, que de esto sabía algo. Escribí otras dos anteriormente, verdaderos monumentos literarios, pero por suerte para los lectores y mi escasa reputación no fueron editadas. No andaba desencaminado en mi apreciación: eran auténticos monumentos, sí, pero de aquellos que las palomas suelen utilizar para aliviarse.

No puedo contarles la génesis de El vértigo del trapecista porque, si lo hiciera, descubrirían mi secreto. Sabrían que soy un impostor. Que no solo no sé de ornitología ni literatura, sino que ni siquiera soy el autor de mis obras. Solo soy el escribano. Las historias nacen, qué sé yo, del mismo lugar de donde surgen los sueños. Crecen, respiran, se apoderan de mí, y yo necesito narrarlas, como un exorcismo.

"Así nos presenta, con diferentes perspectivas y recursos, las historias que se esconden detrás de cada función, tanto dentro como fuera de la carpa"

¿Quién me manda a mí escribir una novela sobre los últimos años de un circo? No tengo absolutamente nada que ver con ese espectáculo, más allá de haber asistido como espectador en contadas ocasiones, primero de la mano de mis padres y luego cogiendo la de mis hijos. Tuve que documentarme exhaustivamente para sentirme cómodo, leer libros, ver películas y reportajes sobre el mundo circense. Descubrí grandes artistas, supervivientes, vidas nómadas. Muchas veces olvidados, injustamente despreciados como titiriteros. A muchos de ellos rindo un pequeño homenaje en las páginas de mi novela.

Si de algo soy responsable es de la arquitectura, de construir el mejor entramado posible para edificar la historia. Escogí como narrador al último de la saga, que abandonó años atrás el centenario circo familiar, y trata de saldar su deuda con este homenaje al padre ya fallecido. Lo hace a partir de sus recuerdos, de entrevistas con los artistas y de todo el material que ha recopilado, desde programas y fotografías hasta grabaciones, cartas o artículos. Así nos presenta, con diferentes perspectivas y recursos, las historias que se esconden detrás de cada función, tanto dentro como fuera de la carpa. Episodios en la vida de la compañía que se van urdiendo y entrelazando conforme avanza la narración.

Son cuarenta breves relatos que concebí como los números en la pista. Tratan de emocionar, asombrar, arrancar una sonrisa y un aplauso. Y necesitan la colaboración del lector, que no asiste a la función sino que participa en ella. Tendrá que relacionar, deducir, rellenar los deliberados huecos, ensamblar todas las piezas del puzle para componer una imagen de los últimos años, los de la decadencia y ruina del viejo circo Salerno, el auténtico protagonista de esta novela coral.

Un día fue el mayor espectáculo del mundo. Ojalá disfruten de esta función.

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Autor: Juan Ramón Azuar Romero. Título: El vértigo del trapecista. Editorial: Drácena. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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