Italia es sin duda el país de Europa occidental en el que los derechos LGTB son todavía más precarios. No existe el matrimonio igualitario ni está en la agenda política inmediata, y la ley de parejas de hecho, vigente desde 2016, impide la adopción a los registrados. El poder omnímodo en el país de la Iglesia católica, que alcanza a todas las ideologías y que tiene una gran penetración social, es sin duda la causa de este retraso histórico. Un retraso que por supuesto se extiende a la literatura.
Fiebre es un libro autobiográfico. Jonathan Bazzi, nacido en 1985, descubrió en 2016 que era seropositivo. “Hace tres años me subió la fiebre y ya no me la quité de encima” es la primera frase del libro, en el que explica cómo tirando del hilo de esos síntomas inexplicables de enfermedad llegó a descubrir que había sido contagiado. Contagiado, además, de una forma misteriosa, porque su novio no lo estaba y él le había sido fiel desde que se conocieron.
En capítulos alternos, el autor nos cuenta el proceso de detección de la enfermedad, su hipocondría y la adaptación progresiva a su nueva vida como seropositivo: la normalización del VIH después del pánico inicial.
En los otros capítulos intercalados, recuerda su infancia en el extrarradio de Milán, en un pueblo cuya definición deja muy claro qué era: “El Bronx del norte de Italia: el pueblo de los yonkis, de los obreros, de los camellos. Los colgados, los delincuentes, la gente controlada por los asistentes sociales”. Bazzi cuenta cómo fue crecer en ese mundo y descubrir que era homosexual, mirando siempre hacia Milán como un paraíso cuyo deseo le hacía sentir culpable. Ese sueño del desclasamiento y de las raíces que al mismo tiempo uno ama y detesta están presentes en Fiebre con una mirada calmada, siempre un poco melancólica.
El otro libro, La ciudad de los vivos, reconstruye un hecho criminal ocurrido en Roma en marzo de 2016. Uno de sus hechos brutales e inverosímiles que sacuden las conciencias de la sociedad y revuelven las creencias más asentadas. Dos jóvenes de clase media, Marco Prato y Manuel Foffo, asesinaron a martillazos, torturándolo, a Luca Varani, un muchacho de veintitrés años que, aunque era heterosexual, se prostituía para conseguir dinero.
Marco y Manuel apenas se conocían. Se habían visto por primera vez en la Nochevieja de ese año, apenas tres meses antes. Habían compartido una larguísima sesión de cocaína y sexo, en la que Manuel, que se tenía a sí mismo también por heterosexual, había dejado que Marco le diera placer. Marco se travestía y tenía planes para cambiar de sexo. Consumía drogas habitualmente y había tenido algún intento de suicidio. Aparentemente vivía su homosexualidad con desinhibición y alegría, pero estaba claro que en su personalidad desequilibrada había una cicatriz sin cerrar.
El crimen conmocionó a toda Italia e impulsó una campaña homófoba que sostenía, en síntesis, que dos perversos gais habían asesinado a un pobre muchacho heterosexual. Y Manuel, uno de los dos monstruos, era capaz de asimilar mejor su condena que su reputación: “La cárcel, decía, eso podía soportarlo, la cadena perpetua era una idea terrible, pero podía afrontarla. Sobre una cosa, sin embargo, se sentía totalmente a merced de los acontecimientos. ‘El caso es que ahora todo el mundo cree que soy maricón’.”
Nicola Lagioia, el autor de este libro sobrecogedor, no se limita ni mucho menos a hacer la crónica policial del crimen, sino que entra en todos los abismos morales, sociales y existenciales que se abren ante él. Reflexiona, por ejemplo, acerca de los puestos que están nuestros secretos en el mundo tecnológico en el que vivimos: “Hablamos de los whatsapps de Luca Varani encontrados en el móvil de Marco Prato, de los miles de informaciones —sms, whatsapps, conversaciones, cronologías, geolocalizaciones— capaces de desestabilizar en cualquier momento la vida privada de cualquier persona, informaciones a las que, por suerte, no teníamos acceso por la parte que tocaba a nuestros afectos, y que las grandes empresas informáticas custodiaban en sus servidores como bombas sin estallar”.
Reflexiona también, por supuesto, sobre lo poco que sabemos a menudo de la gente que tenemos al lado. La novia de Luca jamás había imaginado que él pudiera prostituirse con hombres. Los padres de Manuel jamás habían imaginado que su hijo pudiera llegar a hacer lo que hizo.
Lagioia hurga también en el conflicto social: dos jóvenes de buenas familias, establecidos, y un joven pobre, de orígenes humildes, que tiene algo de pícaro bondadoso en busca de sustento.
Y por supuesto, Lagioia entra de lleno en el análisis de los males sociales de nuestra época. Aunque no hay vinculación estilística alguna, La ciudad de los vivos tiene algún tipo de parentesco con los libros de Bret Easton Ellis. Sería una suerte de Italian Psycho, con todos los matices. El Mal —con mayúsculas— como resultado del hastío existencial, de la necesidad de acumular experiencias excitantes. El asesinato como un acto recreativo.
Fiebre y La ciudad de los vivos son dos libros extraordinarios (dos novelas de no ficción) que merecen ser leídos. Por razones literarias y también por razones del corazón, porque al fin y al cabo la literatura es siempre un espejo de nuestros conflictos. De nuestras dudas. De nuestras miserias.
Queda por resolver una pregunta extraliteraria: ¿irá ganando terreno en Italia una literatura gay sostenida en la naturalidad y no en el dolor o en la tragedia?
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Autor: Jonathan Bazzi. Título: Fiebre. Editorial: Literatura Randon House. Venta: Todostuslibros.
Autor: Nicola Lagioia. Traductor: Xavier González Rovira. Título: La ciudad de los vivos. Editorial: Literatura Random House. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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