Cuando el seguidor de Perdidos o Twin Peaks encuentra una serie capaz de llenar ese imposible vacío de sanas inquietudes, entonces suena una suerte de alarma silenciosa, un pitido que los comunica entre ellos. Ahora mismo ese sonido está funcionando a tope (¿lo oyen?) gracias a dos series, la primera Separación (Severance) de Apple TV+, y la segunda Outer Range, de Amazon, esta última una serie capaz de espolear la curiosidad tanto del fan de la ciencia ficción como del western.
Como una sorprendente mezcla de Perdidos y Yellowstone, la serie protagonizada por Josh Brolin, un ranchero que encuentra algo tremendamente misterioso en su finca, complementa bien la simbología del agujero excavado en sus pastos con misterios menos esotéricos, como el de una muerte encubierta y rivalidades familiares, lo que le da a la serie un punto policial y dramático al margen del puramente chiflado.
La excelente y oscura factura visual del producto (su uso de luz natural en escenas nocturnas quizá les requiera reajustar los niveles de su televisor) y la calidad del reparto (tenemos también a Tom Pelphrey, experto en atormentados, así como un divertido Will Patton y a Lily Taylor) elevan un conjunto que, sin embargo, ahora mismo nos tiene pendientes (y esperanzados) de un desarrollo sólido y sostenible.
Algo de lo que ya puede presumir la primera temporada de Severance, que hace unos días finalizó en Apple TV+ con la promesa de una segunda temporada ya confirmada. Si Outer Range está bien hecha, la labor de Ben Stiller en la realización de esta fábula sobre “fueris” y “dentris” (personas que se desdoblan para no recordar nada de su vida laboral y viceversa) sitúa Severance a la cabeza de las series televisivas que, simplemente, hay que ver.
Junto a escenas de suspense notables, adecuadas dosis de humor negro, una cuidada escenografía y un contenido filosófico y psicológico más que suficiente para sujetar el entramado de la primera temporada (no podemos obviar la formidable música de Theodore Shapiro, colaborador habitual de Stiller), encontramos esa noción absolutamente desaforada del misterio que vivimos hace tiempo con Lost y que apreciamos también en los primeros episodios de Outer Range.
Dos joyas que, con suerte, serán capaces de articular su propia mística y quizá hasta erigirse en futuras series de culto, que utilizan lo fantástico y la ciencia ficción para proponer miradas interesantes sobre problemáticas humanas contemporáneas y lo hacen, además, de una manera atractiva, con un soberbio cuidado en la puesta en escena y la creación de atmósferas. Con series como éstas, ¿quién necesita salir de casa?
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