“Recuerda siempre esta historia de tu origen, de tu principio, del comienzo de la gens Julia, de la familia de tu padre. Yo, tu madre, vengo de una estirpe antigua, la gens Aurelia, cuyo nombre conecta con el sol, pero a mi sangre se une la de tu padre, que a diferencia del dinero amasado por corruptelas y violencias de las otras familias, es la gens más noble y la más especial de toda Roma (…). Tu familia entronca directamente con Julo, hijo de Eneas, descendiente de Venus (…), tú eres sangre de la sangre de Venus y Marte (…). Recuérdalo siempre, hijo mío: Roma eres tú».
De esta manera le hablaba Aurelia Cota a su hijo Julio César cuando lo acunaba, con el convencimiento de que lo llevaría a ser uno de los tres políticos y militares más grandes de la Historia de la humanidad.
El libro da comienzo con un César dubitativo, que no sabe si aceptar o no el reto que le plantea una delegación de notables de la provincia romana de Macedonia; pretenden que lleve la acusación contra el poderoso senador Dolabela, exgobernador de Macedonia, por los abusos cometidos a lo largo de su gobierno. Cneo Cornelio Dolabela es el principal aliado y hombre de confianza del dictador Sila, vencedores de la guerra civil que enfrentó a los partidarios de los optimates (senadores aristócratas) frente a la facción de los populares (senadores próximos al pueblo) liderada por Cayo Mario, tío de César. En una Roma envuelta en sangre, producto de la violenta represión desatada por los vencedores, todos pretendían convencer a Julio César de que no aceptase el encargo de los macedonios, pues consideraban que su inexperiencia le abocaba a una segura derrota que acabaría con su carrera política (cursus honorum), su vida y su familia.
Eran tiempos de una brutalidad sin límites, en los que el Senado dicta una política sangrienta, que no afecta a la grandeza de Roma, pues son capaces de continuar con su vida sin alterarse.
A lo largo del libro, Santiago Posteguillo va narrando cómo pudo haber sido la formación de Cayo Julio César y la posible influencia que pudo tener en él ser el sobrino de Cayo Mario, gran militar que sentó las bases de las modernas legiones y modificó la estrategia de combate. Pone en boca de Mario lecciones tan importantes como esta:
“Solo luches cuando, donde y de la manera que sepas que vas a ganar. De no ser así no luches, aunque te llamen cobarde”.
Lecciones muy bien aprendidas por Julio César y que a lo largo de los años pondrá en práctica.
El tema central del libro es el juicio en donde se debate, aparte de la petición de justicia de los macedonios, la moralidad política de la República. César decide enfrentarse a la corrupta clase política romana; consideraba que si Roma quería sobrevivir a su propio éxito debería organizarse y, en ese proceso, esa corrupción sin límites tenía que ser cercenada de raíz, y la herramienta política principal a utilizar era la Legislación y el Derecho. Julio César decide utilizar el juicio como medio para denunciar esa corrupción endémica. El proceso judicial es un magnífico ejemplo de una de las herencias que dejó el mundo romano y que perdura hasta hoy en día. Posteguillo describe de manera acertada cada una de las partes en que se divide el juicio, y que se asemejan mucho a un procedimiento procesal actual. El procedimiento judicial regulado en el Derecho romano se divide en encargo de acusación; defensa, con la elección y adjudicación del abogado, en el caso de que haya más de un solicitante; periodo que disponían los abogados para reunir las pruebas; tiempo de recusación de los jueces; momento de concretar las acusaciones que se le imputan al reo; diversos días de sesiones, sin olvidar los alegatos finales, y por último la sentencia.
A lo largo de la novela, concretamente en el juicio, aparece todo el cainismo que existe en la sociedad romana, con independencia del periodo que se trate. En los tiempos posteriores a la Guerra Civil de los optimates y los populares, que se caracterizaron por la crueldad e inmoralidad imperante, Roma devora y asesina a sus hijos. Frente a tanta depravación e inequidad aparece César junto a Labieno (su inseparable compañero), aportando una frescura y un valor sin límites. Cayo Julio César, con solo dieciocho años, demuestra su grandeza y amplitud de miras al enfrentarse a Sila, que decide desobedecer la orden que le da de divorciarse de su esposa, Cornelia, ya que la ama y la respeta y no desea separarse de ella, para casarse con una patricia descendiente de una familia optimate. En ese momento, únicamente Sila es capaz de ver el potencial peligro de César; ve en él no a uno, sino a mil Marios.
Posteguillo narra estos primeros años de la vida de Julio César utilizando la fórmula de la analepsis, alternando la secuencia cronológica de la historia, conectando momentos distintos y llevando la acción adelante y atrás de manera continua, logrando que la fórmula sea atractiva para el lector. A lo largo del libro hay emoción y épica a raudales.
“Hay que hacer cambios, transformaciones profundas, empezando por la erradicación absoluta de la corrupción. De eso iba este juicio […]”
No podía consentir que se legislase para perpetuarse en la impunidad, como en el caso de Sila, ya que de esa manera las acciones de gobierno, de administración o de legislación nunca podrán ser juzgadas, o si lo son, siempre quedarán exonerados y obligará a quienes no encuentren la justicia que buscan a explorar otro tipo de justicia, más personal y menos legal.
Julio César termina su alegato final con la siguiente frase:
“Roma y el pueblo de Roma están representados por mí. Y es que hoy, aquí y ahora, Roma soy yo”.
La afirmación que da título al libro de Santiago Posteguillo tiene una connotación de grandeza muy distinta a la afirmada por su madre, Aurelia, cuando lo acunaba. Aquí César, con independencia del resultado de la sentencia final del juicio contra Dolabela, no solo acusa en nombre de los ultrajados macedonios, también defiende la República y el principio fundamental de que los pueblos gobernados por Roma puedan acudir a solicitar justicia para reparar los daños causados por los excesos de los gobernantes, que actúan en nombre y representación de Roma, en los territorios conquistados. Afirma Julio César:
“Por esas armas y esas legiones han quedado sujetas todas esas naciones a nuestro gobierno, pero ahora desean saber si somos conquistadores o si somos, además, gobernantes (…) dignos de recibir su vasallaje”.
Invito a los lectores a sumergirse en ese periodo oscuro de los primeros años de la infancia, juventud y comienzo de la vida de adulto de Cayo Julio César, incluido su primer apasionante proceso judicial, que ya da suficientes indicios de cuál será la personalidad de Cayo Julio César.
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Autor: Santiago Posteguillo. Título: Roma soy yo. Editorial: Ediciones B. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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