Con este concurso, patrocinado por Iberdrola, nuestro objetivo era celebrar el Día del Libro, animando a nuestros lectores a recomendar un libro de cualquier género y temática, publicado este siglo en cualquier idioma. Desde el viernes 8 hasta el domingo 24 de abril de 2022, se han presentado casi 500 reseñas en nuestro foro.
Hoy publicamos la selección de los 10 relatos que optan a los premios de #RecomiendaunLibro El viernes 29 de abril de 2022 se difundirán los nombres del ganador del primer premio de 1.000 euros y de los ganadores de los segundos premios de 500 euros.
El jurado de esta edición está formado por los escritores Juan Eslava Galán, Juan Gómez-Jurado, Espido Freire, Paula Izquierdo y la agente literaria Palmira Márquez.
A continuación ofrecemos los diez primeros relatos seleccionados. Gracias a todos por participar.
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1
Autor: Efraín Villanueva
Título: Leyendo a Lolita en Teherán
Durante años, la Universidad Allameh Tabatabia fue considerada una de las más liberales de Irán. Pero en la década de 1990, bajo el yugo del ayatola Ruhollah Khomeini y sus ideas de pureza cultural, sufrió duras imposiciones. Los estudiantes fueron separados por género y las mujeres tenían prohibido correr en los pasillos, hablar con sus compañeros y hasta reír en público. El régimen censuró la literatura, eliminó referencias al alcohol en textos de Hemingway y canceló clases sobre Emily Brontë, a quien acusaban de condonar el adulterio.
Bajo esta situación insostenible, la profesora de literatura anglosajona, Azar Nafisi, intentó renunciar, pero su dimisión fue rechazada. En cambio, fue sometida a vigilancia estatal y le negaron un puesto como profesora numeraria. Un amigo le advirtió: “para ellos no tienes el derecho a renunciar, son ellos quienes deciden cuándo eres prescindible”. Solo en 1995 se le permitió abandonar la universidad, pero Nasifi no tenía intenciones de dejar la enseñanza. Como un acto de rebeldía formó un club de lectura, cuya historia contaría en Leyendo a Lolita en Teherán (Random House, 2004).
Manna tenía la habilidad de crear poesía a partir de lo más ordinario; su tesis fue sobre Virginia Woolf y los Impresionistas. Mahshid, de apariencia delicada, enfrentaba las adversidades con furia. Cuando un tema le apasionaba, la timidez de Yassi era reemplazada por sarcasmo. Azin, franca y atrevida, se ganó el mote de ‘la salvaje’, mientras que el temperamento más sosegado era el de Mitra. Sanaz estaba atascada en la búsqueda de aprobación social y familiar y su deseo de independencia. Nassrin, la indefinible. Estas, las siete estudiantes más brillantes de Nasifi, eran las participantes del club.
Inicialmente, Nasifi consideró incluir a estudiantes hombres, pero eso aumentaría el riesgo de una idea ya peligrosa por sí sola —la ley no les permitía a las mujeres estar en presencia de hombres sin la supervisión de hombres de su familia—. Se reunieron casi semanalmente hasta 1997, en la casa de Nafisi, para debatir la relación entre ficción y realidad. El objetivo era “[ayudarles] no a encontrar soluciones fáciles, pero sí con la esperanza de descubrir un enlace entre los espacios abiertos de los libros y los espacios cerrados en los que estamos confinadas”.
El confinamiento al que se refería Nafisi era amplío. ‘La sangre de dios’, un grupo estatal, patrullaba las calles verificando que las mujeres no llevaran maquillaje y usaran sus velos. Las mujeres solo podían usar la puerta y los asientos traseros de los buses y hasta las niñas tenían prohibido comer helado en público. Cualquier acción (usar ropa de colores, aplaudir, dar la mano) podía ser considerada un gesto político, una occidentalización cultural y, por lo tanto, un atentado a la ideología del régimen. En cierta ocasión, Nassir fue llevada a la oficina del profesor de moralidad porque se sospechaba que usaba maquillaje —resultó que sus pestañas eran, simplemente, largas por naturaleza—. Manna contó que a una amiga de su hermana los guardias de la escuela le pidieron dejar de comer manzana en el patio porque, según ellos, lo hacía de manera demasiado seductora.
El primer libro que el grupo leyó fue Las mil y una noches. Examinaron con entusiasmo y aprehensión, los tipos de mujeres que en él se describen. La reina, representante de las mujeres infieles, cuyo castigo no podía ser inferior a la muerte. Las vírgenes que el rey ejecutaba cada noche luego de tener sexo con ellas; mujeres sin voz, ignoradas, sin historia, adornos de la trama. Sherezade, la única que rompía el círculo de violencia, la que usaba su imaginación para combatir al villano. ¿Eran ellas Sherezade?
Lolita fue el siguiente libro. La historia de Humbert, un profesor de mediana edad que somete sexualmente a Lolita, una pequeña de doce años. Una novela prohibida (a pesar de que el matrimonio entre un hombre mayor y una niña de la edad de Lolita sería políticamente correcto a los ojos del régimen), difícil de conseguir incluso en el mercado negro.
Como Lolita, las mujeres del grupo aprovechaban cualquier descuido de su opresor para insubordinarse. Aun si fuese solo con pequeños detalles, como dejar escapar una hebra de cabello debajo de sus bufandas. O escondiendo sus uñas crecidas. O escuchando música prohibida y, por supuesto, discutiendo literatura y mintiéndole a sus esposos, padres o hermanos mayores sobre a dónde iban y qué hacían los jueves por las mañanas.
Después de varias semanas, encontraron una relación directa entre la República Islámica y Humbert, ambos dictadores a quienes no les interesaban la vida de sus súbditos, “solo la visión que tienen de ellos”. Lolita, concluyeron, era “la confiscación de la vida de un individuo a manos de otro”: Lolita carecía de su propia historia, Humbert le creó una a partir de su sueño y esa versión fue la que relató.
Por momentos, el objetivo analítico del club se extraviaba. Dejaban de discutir las metáforas, los simbolismos y los personajes. Leían y discutían por simple disfrute, sin posiciones ideológicas, enfocadas en la prosa, en la trama. Se entretenían y olvidaban y escapaban de la realidad que las agobiaba. Hasta que una pregunta surgió: ¿cuál sería la pena por recrearse y disfrutar con una historia como la de Lolita? Nafisi las tranquilizó. El regocijo que sentían no era condonación por los hechos del libro. Era, por el contrario, el júbilo de entender que la “perfección y belleza [de la obra] se rebelan contra la fealdad y la injusticia del tema que toca”.
La sala de Nafisi se convirtió “en un lugar de transgresión”, un resguardo en el que podían liberarse de sus velos, de sus bufandas y “estallar en colores”. Un espacio para compartir secretos, dolores y alegrías y vengarse subrepticiamente de sus opresores. “Lolita le dio un color diferente a Teherán y Teherán ayudó a redefinir esta novela de Nabokov, convirtiéndola en esta Lolita, nuestra Lolita”. Luego llegaron Gustave Flaubert y Jane Austen, F. Scott Fitzgerald y Henry James. Nabokob fue solo el inicio.
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2
Autor: Penélope García Vargas
Título: Basa, de Miren Armuriza
Este libro huele. Huele a cocina, a leche hervida, a alacena y manteles de hule recién fregados, a fogón. También huele a cuadra, a piel de animal, a cuarto cerrado de convalecencia. Sin embargo, estos olores de entorno domesticado, de caserío de muros gruesos, no ocultan el verdadero olor que se te mete por la nariz y que se te pega a la piel conforme avanzas en la lectura: el olor a intemperie, a vida sin cobijo.
La protagonista de la historia es Sabina, Basa, indómita y salvaje porque no tiene refugio, no lo ha tenido nunca y en su vejez no quiere medicina, amparo ni cuidados. Así que, en realidad, esta es una historia de rebelión abocada a la muerte solitaria de la fiera. La forma de narrar tiene la transparencia y la franqueza de la mirada que, a través de los cristales, se adentra en las estancias, pero también, las circunvalaciones de la memoria, el mascullar ensimismado que rodea los recuerdos y las heridas. Por ello, a veces, la escritura tiene el ritmo del resentir, es un relato de la impiedad para con uno mismo y los demás. Y es ahí cuando se tiñe de horror, del miedo a lo que puede emerger de uno mismo, el temor a verse como esta Reina Lear, abatida por la tormenta, por la vejez inclemente del que rechaza la ternura.
Es una historia sobre el precipitar de una vida que arraigó en el barro, que no pudo despegar los pies del terruño, que solo obtuvo la caricia del hocico de la fiera. Un hundimiento que renuncia a la mano tendida, una rebelión frente a la incomprensión del que no conoce lo duro del alma salvaje, el alma que, tronchada, solo puede dejarse arrastrar por la corriente.
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3
Autor: Paulo G. Conde
Título: El perfume de las flores de la noche
A Leila Slimani (Rabat, 1981) le propusieron pasar una noche encerrada a solas en el museo de arte contemporáneo Punta della Dogana, en Venecia. Aunque la propuesta no le generaba mucho entusiasmo, terminó por aceptar. Y menos mal, porque gracias a ello tenemos El perfume de las flores de noche.
Esa noche de encierro entre instalaciones artísticas se convierte en un pretexto para que la autora haga una exploración emocional, cultural y vital que crece a medida que las horas de oscuridad avanzan fuera y dentro del recinto. Sin embargo, la magnitud de las reflexiones de Leila queda reflejada ya en la primera página que abre este libro. En su primera frase. «Si quieres escribir una novela, la primera norma es saber decir no». Valiéndose del arte de la digresión, unos pensamientos se entrelazan con otros según se suman las páginas, que se pasan casi con avidez. No hay una historia, un argumento como tal; hay cientos de ellos compartimentados en un proceso de introspección que abre sus pétalos como lo hacen las flores de noche, junto a la particularidad de su aroma, que la acompañan de manera singular por los pasillos vacíos y silenciosos del museo.
Oriente y Occidente alternan su posición en la proa y la popa de esta embarcación que se mece con una sutileza narrativa digna de admiración. La autora habla de sí pero, al hacerlo, cada concepto, cada tema sobre el que posa la mirada, adquiere un valor universal. Da la sensación de no guardarse nada, aunque esto no sea cierto. Sus orígenes, su relación con la escritura, la dualidad de quien no se siente pertenecer ni a un lado ni a otro. El arte, la política, la familia, la soledad, la dicha. Su tímido recorrido por las obras de arte expuestas durante unas horas solo para ella traza un sinuoso camino por la historia de una vida en la que se pueden ver reflejadas tantas otras.
Es una obra llena de pasajes que a duras penas pueden resistirse al subrayado, salvo que quien tenga el libro en las manos considere sacrílega una técnica así. En referencia al oficio de escritor, las reflexiones, casi sentencias, se reparten por el texto como trabajos delicados con los que no hay que comulgar, solo observar como espectadores de una obra de arte. «La escritura es disciplina. Es renunciar a la felicidad, a las alegrías de la vida cotidiana. No intentar curarse ni consolarse, sino cultivar las propias penas, al igual que los investigadores cultivan en el laboratorio las bacterias dentro de frascos de vidrio».
También las referencias a otros artistas o pensadores encuentran hueco y cobran aún más relevancia en la composición que poco a poco se arma. «Marcel Duchamp decía que son los observadores quienes hacen los cuadros. Si se está de acuerdo con esta afirmación, no es que la obra no sea buena ni interesante, sino que el observador no sabe mirar. “Por espectador, no me refiero únicamente al contemporáneo, sino a la posteridad y a los observadores de obras de arte, quienes con su voto deciden si una cosa debe mantenerse o sobrevivir porque tiene una profundidad que el artista ha producido, sin saberlo”».
El perfume de las flores de noche es una obra que pueden disfrutar los que aman el arte y los que, como la autora, no consiguen verse hechizados por él; los apasionados de la escritura y quienes solo practican la lectura; los curiosos de distintas culturas y los que no soportan grandes disertaciones sobre el tema. Es una confesión íntima y deslumbrante de la que no se necesita esperar nada, cuando lo ofrece prácticamente todo.
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4
Autor: Alicia Medina
Título: Las rosas de Orwell, de Rebecca Solnit
En la primavera de 1936, un escritor plantó rosales; lo hizo justo después de su viaje para investigar las condiciones laborales de los mineros del norte de Inglaterra y poco antes de ir a España para luchar, junto al bando republicano barcelonés, en la Guerra Civil. Ese escritor ha sido conocido como uno de los mejores ensayistas del siglo XX y uno de los pensadores más lúcidos que han criticado el totalitarismo, la corrupción del lenguaje y el efecto corrosivo de la propaganda, pero al plantar esos rosales también demostró su amor por la belleza, la naturaleza y los pequeños placeres.
Hace mucho tiempo que George Orwell murió, pero sus rosales aún siguen vivos y, al contemplarlos, Rebecca Solnit se pregunta cómo era el hombre detrás del ensayista político; mientras reflexiona sobre ello en “Las rosas de Orwell” (@lumenedit, 2022), hace lo que mejor se le da: establecer conexiones inesperadas para desarrollar nuevos argumentos a partir de cada descubrimiento. Así, aprovecha este ensayo sobre Orwell para tratar temas como el origen del carbón, la sostenibilidad, el cambio climático, las condiciones laborales en el mercado de las rosas, el feminismo, el colonialismo o el valor de disfrutar de las pequeñas cosas y no ser acusado por ello de traicionar las grandes.
Lo cierto es que la intención de Solnit no es escribir una biografía de Orwell, pero recoge fragmentos de su intimidad y hace una relectura de sus obras buscando en ellas la belleza para defender la tesis de que los seres humanos necesitamos pan para vivir y rosas para que esa vida merezca la pena: las rosas alimentan la imaginación, la psique y los sentidos; son subjetividad, libertad y autodeterminación. Por ello, en “1984”, los más peligrosos actos de resistencia no eran las acciones violentas, sino el deseo, el placer y la pasión.
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5
Autor: Cristina Gutiérrez Valencia
Título: El matrimonio como matrioska
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6
Autor: Margarita Cueto Veiga y Nuria Sánchez Villadangos
Título: Las chicas de la 305, de Ana Alcolea
El año 1968 fue clave para la Historia: los asesinatos de Martin Luther King y de Robert Kennedy, la guerra de Vietnam, la Primavera de Praga, las revueltas estudiantiles durante el conocido como Mayo francés o el primer puesto de España en el Festival de Eurovisión marcaron a aquellos españoles que ansiaban la llegada de la Democracia, al tiempo que intuían que el espionaje y las delaciones seguían siendo prácticas habituales entre compañeros de trabajo, amigos, familiares y vecinos.
En este año tan trascendental es en el que se enmarca la novela titulada Las chicas de la 305 , de la escritora zaragozana Ana Acolea, autora también de otros libros de Literatura Infantil y Juvenil, como El medallón perdido (2001), El retrato de Carlota (2003), Donde aprenden a volar las gaviotas (2007), Bajo el león de San Marcos (2009), La noche más oscura (2012), El secreto del espejo (2016), El abrazo de la sirena (2019), El brindis de Margarita (2020) o El maravilloso mundo de los libros (2022). En Las chicas de la 305(2022), se narra el vínculo que se forja entre seis jóvenes –Manolita, Hortensia, Marilines, Sofía, Asun y Roberta−, procedentes de diferentes lugares del país, beneficiarias de una beca para estudiar en la Universidad Laboral de Zaragoza «Virgen del Pilar», ideada por José Antonio Girón de Velasco e inaugurada en 1967 para alojar y ser centro de enseñanza de más de un millar de alumnas. Alcolea rinde así un merecido homenaje a lo que fue un completo centro de estudios, en sus orígenes solo para mujeres, aunque su capacidad fue creciendo hasta admitir también la entrada de alumnos, donde se cursaban BUP, COU y diferentes cursos de Formación Profesional.
Las seis adolescentes, de apenas quince años, comparten la habitación 305 y una tutora que cambiará sus vidas: Angélica, quien también aprovecha la oportunidad de formarse académicamente para dejar su trabajo en una conservera cántabra. Lo mismo que hizo don Antonio, el profesor de Ciencias Naturales y compañero de trabajo de Angélica, afín al Partido Comunista, quien, a pesar de tener «sus dudas acerca de entrar como profesor en una de las universidades laborales que había creado el régimen para formar a las nuevas generaciones en el ideario falangista, especialmente a jóvenes de altas capacidades intelectuales», vivió con agrado cómo estaban empezando a cambiar las cosas en aquella España que todavía permanecía bajo el yugo de una dictadura.
La propuesta de representar la obra de teatro titulada La tempestad, de William Shakespeare, al finalizar el curso escolar del 68, llevará a los personajes a descubrir no solo el poder de la palabra, sino también la sabiduría que siempre regalan los libros para quien se atreve a entrar en ellos y sale totalmente renovado. Una propuesta teatral transgresora y reaccionaria del genio inglés, muy alejada del teatro representado por autores como Benavente, Muñoz Seca, Casona o Arniches, que «no se preguntaba nada acerca del mundo: amoríos más o menos desgraciados que acababan siempre según los rigores del catecismo y de la moral en la que se refugiaba el país en aquellos años 60 para mantener la conciencia tranquila».
Las chicas protagonistas de la 305 tienen un pasado común desde un presente en el que, gracias a sus estudios, han podido construir un tipo de vida muy diferente a la que, en un principio, estaban destinadas. La posibilidad del reencuentro, después de décadas sin verse, se convierte en una ilusión difícil de calificar. Sus historias personales quedan perfectamente hiladas con el trasfondo histórico que afecta a todas, en medio de su despertar sexual, la religiosidad, la influencia de sus progenitores, los desengaños amorosos, la amistad, la clandestinidad, etc. Cuando años más tarde, a punto de principiarse ese ansiado reencuentro, una de aquellas adolescentes comprenda que «prefiere tomar las amarguras como vienen, sin endulzarlas más de lo debido. Así en las tazas como en la vida», se dará cuenta de que es el momento de recordar qué fue lo que las unió para no separarlas jamás y cómo un edificio de catorce plantas, que en sus años de máximo esplendor llegó a tener dos mil quinientos estudiantes, se convirtió en el tesoro más preciado, entendiendo que solamente la Educación es la vía más segura para cambiar el mundo.
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7
Autor: Teresa Villar Cembellín
Título: El hambre, de Martín Caparrós
El hambre es una masacre silenciosa. Cada día mueren nueve mil niños por causas relacionadas con la desnutrición. Nos quedamos con la cifra, nueve mil, para evitar recabar en las personas. El guarismo y su frialdad nos eximen de reflexionar sobre su dimensión humana. Deshumanizamos a las víctimas para hacer soportable la culpa, cuesta imaginárselos uno a uno: uno, dos, tres, cuatro…
Duele.
El hambre también es un excelente ensayo de Martín Caparrós, un cuaderno de viajes que nos lleva de Níger a Bangladesh, pasando por Argentina o China, y detiene su mirada en la escuela económica de Chicago. Porque el hambre, finalmente, es un problema político. Una herramienta de control social. Un mercado especulativo donde los beneficios priman sobre las personas. El gobierno del hambre. El lucro del hambre. El pingüe negocio del hambre.
Quizá esta canción nos suene.
Acontece el hambre, pues, un espectáculo sin artistas, al contrario que en el relato de Kafka. El hambre es la constatación del fracaso del mundo y Caparrós, con su prosa afilada y precisa, pone ante nuestros ojos su realidad incómoda. Su dimensión grotesca. «El hambre tiene muchas causas. La falta de comida ya no es una de ellas», escribe el autor y esa verdad hace que nos revolvamos en nuestro sillón orejero. A diario millones de famélicos se enfrentan a un genocidio hambriento y si no es por un tema de carestía, ¿por qué motivo es?
Ese libro señala a los codiciosos y rescata el testimonio de tantos menesterosos. De aquellos que pasan hambre y dedican sus veinticuatro horas a intentar saciarla («Todo el día. No puedo pensar en otra cosa»). Aquellos “nadies” de quienes hablaba Galeano.
Porque vivimos tiempos donde se habla de peste y se habla de guerras. Pero planeando como una amenaza mayor, como una promesa de muerte constante y tenaz, todavía planea sobre el mundo la luctuosa figura del jinete del hambre.
Este libro nos lo recuerda.
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8
Autor: Julio Megía Sanmiguel
Título: El beso de Glasgow, de Craig Russell
En los años 50, Glasgow era la segunda urbe del Imperio Británico. Los glasgowianos y el resto de europeos comenzaban a superar la devastación humana y económica que había supuesto la II Guerra Mundial. Millones de hombres habían caído en los campos de batalla. Otros cuantos habían sobrevivido al infierno en la tierra. A los primeros les quedaba el llanto de sus viudas y huérfanos. A los segundos les esperaba un futuro incierto. En este contexto histórico, Craig Russell (Escocia, Reino Unido) ambienta El beso de Glasgow (publicada en 2010) y otras cuatro novelas de Lennox.
Lennox, canadiense con pasado escocés, había luchado en el bando aliado con el ejército de su país. Después de la guerra se instaló en Glasgow. Nada le vinculaba a esta ciudad hasta que conoció a los jefes de la mafia, los Tres Reyes. Se las arregló para que le encargaran trabajos que no podían confiar a sus matones, o sea, que requirieran discreción e inteligencia. Cualidades que eran tan frecuentes en sus gorilas como las rosas en el desierto.
Russell ha perfilado al protagonista de esta serie como un buscavidas que se maneja con habilidad en ambientes policiales y atmósferas criminales. En El beso de Glasgow, deberá atender a tres encargos distintos. Por una parte, encontrar al hermano desaparecido de una famosa cantante. Por otra, averiguar el asesino que ha despachado a un conocido corredor de apuestas. Y, por último, investigar quién está detrás de las amenazas a uno de los púgiles que próximamente pelearán en un combate que concita gran atención y mucho dinero.
Como se puede apreciar, Lennox siempre tiene trabajo. Sin embargo, los casos que tiene entre manos no son lo más interesante de la novela. El atractivo no está en descubrir al asesino, como es tradicional en las novelas típicamente policíacas. Lo más relevante es cómo el escritor escocés lo narra y el carácter que le ha dado al protagonista.
Su forma de ser y su manera de afrontar su vida ha quedado marcada por su experiencia como soldado. En un pasaje de la novela, reconoce que no es muy partidario de las reflexiones personales profundas porque había podido comprobar en la guerra adonde conducen: la locura o la muerte. Por eso, Lennox es un hombre de acción, pero siempre actúa con inteligencia y precaución. En los ambientes que frecuenta, la vida vale tan poco como una sombrilla en una playa escocesa.
Otra cualidad reseñable de Russell es el humor y el sarcasmo con el que ha dotado a su personaje. Siempre sale airoso de cualquier situación, a veces con su porra, otras con sus respuestas en los diálogos. Es capaz de provocar una sonrisa, incluso una carcajada, hasta en las situaciones más crueles. Quienes hayan leído las novelas de Bernie Gunther y las de Marlowe, encontrarán muchas semejanzas entre los tres personajes. Sin embargo, Lennox no es una vulgar copia de estos míticos detectives. Si no conocen estas novelas, les invito a que lo hagan. Se divertirán y disfrutarán con su lectura.
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9
Autor: Silvia Tasande
Título: Elegir un amor
Elegir un libro es como elegir un amor, todos son necesarios, todos nos proporcionan un argumento para vivir en un momento dado. Entonces, ¿por qué un amor y no otro? ¿Por qué Teo y no Hugo? ¿Por qué El chico de la última fila de Juan Mayorga? Los grandes amores, también los literarios, no compiten con argumentos demostrables. Los grandes amores nos vuelven del revés, nos aceleran el pulso, desactivan nuestro piloto automático. Los grandes libros nos enredan en sus tramas y nos impregnan con su tinta. Como Teo con su conversación y sus piernas largas. Nos precipitan a subrayar y a escribir en sus márgenes; a comprar ropa interior nueva. El chico de la última fila es una obra de teatro que habla de la vida y de los libros, de vivir, leer y escribir (que para muchos de nosotros es lo mismo) a través de la relación entre un profesor de Literatura y uno de sus alumnos, el que se sienta detrás de todo. Y es un (libro) seductor por diversas pulsiones:
- Porque todos hemos sufrido un profesor omnisciente que se cree que no tiene nada que aprender de sus alumnos.
- Porque todos hemos sido alguna vez el chico de la última fila, el tío raro, o sea, el tío como Dios manda.
- Porque El chico de la última fila alberga simbióticamente, como una muñeca rusa, un libro de aforismos: ¿Tolstoi o Dostoievski? Esa es la gran pregunta, la que resume todas las demás; El siglo XX: dos guerras mundiales y James Joyce; Les sueltas un verso y es como tirarles una bomba; Te gusta leer y escribir. Qué infeliz vas a ser. La literatura no enseña nada. No nos hace mejores; Esos no respetan nada: ni la ortografía, ni la sintaxis, ni el sentido común…”
- Porque simplemente pronunciando estos aforismos mágicos conviertes momentos anodinos en instantes coleccionables.
- Porque cada una de las palabras de sus escasas cien páginas tiene una misión y está cumpliendo con su destino.
- Porque mide una palma y pesa como una manzana así que es perfecto para leer, caminar, subrayar, oler, memorizar, compartir, viajar, empezar.
- Y habría que añadir decenas de argumentos convincentes propios de una reseña bibliográfica.
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10
Autor: Erminda Pérez Gil
Título: Tan poca vida
Hay historias que entretienen, hacen pasar un buen rato, pero que se diluyen con facilidad en la memoria. Otras traspasan al lector, lo atrapan, se lo llevan a su terreno, se adueñan de él y no se desprenden de sus entrañas jamás. Una de estas últimas es Tan poca vida, novela editada en español por Lumen en 2016, un año después de que triunfara en Estados Unidos.
Enhorabuena a los seleccionados…. Me lo he pasado super chachi leyendo TODAS Y CADA UNA de las reseñas (cosa que no habéis hecho vosotros, y lo sabéis). ¿Como he podido tener solo tres entradas en mi red social para ver la mierda de mi relato? Y se supone que alguna será del seleccionador de turno, porque igual ni han entrado ellos a verlo, soy como el daikin, la verdad. Que poco curiosos sois, así os pasa lo que os pasa.
Otra cosa, veo que al jurado le gusta el viejo recurso de la sinestesia literaria… Los relatos del verano huelen a rosquillas, el año 2030 huele a trigo recien horneado y ahora parece que un libro huele a cocina y leche hervida. Asi que ya sabeis, a utilizar los olores si queréis ganar, que con el Covid parece que tenéis las narices atrofiadas.
¡ Y SED UN POCO MAS CURIOSOS Y LEED A OTROS COMPAÑEROS CONCURSANTES! Que siempre se aprende algo nuevo de las masas vulgas.
Bueno voy a quitarme las penas volviendo a ponerme el video de Belen Esteban pegandose el trompazo contra el suelo, que no puedo parar de verlo…
Lo se, soy como Dexter.
Mi ombligo también es más bonito que tu ombligo.
Y tu que sabes de mi ombligo si no me lo has visto… De hecho mi ombligo es precioso, pero no sé cómo son los demás, prefiero fijar mi mirada siempre por encima o justo por debajo. Pero ¿ Quién coño mira un ombligo ajeno?
Vaya. Solo dos hombres entre los seleccionados. Me pregunto qué hubiera pasado si hubiera sido al revés.