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Poesía y novela negra

Todavía reverberan en mi cerebro las carcajadas de las veces que he tenido que escuchar que la novela negra es un género menor. Ojo, a veces pronunciado esto por catedráticos de literatura y gente de cierta enjundia intelectual. Porque cuando lo dice un idiota, que también pasa, pues bueno, los idiotas dicen idioteces.

Hoy quiero hablarles de la relación directa que tiene la novela negra con la poesía, para que vean que un género cuya génesis es la poesía y sus recursos literarios nunca puede ser un género menor. Y esto tiene mucho que ver con el canon que mencionan los ensayistas y que niegan siempre los torpes negacionistas de los que ya les hablaba en otro artículo también aquí en Zenda.

"Si queremos llegar a una estrofa en prosa que sea parte de un relato negro, la temática del poema tendrá que ser oscura"

Pero dejémonos de teorías y vayamos a la práctica. Les voy a proponer un ejercicio. Voy a componer un poema en una forma clásica que en este caso será un soneto de versos endecasílabos y rima consonante de dos cuartetos (rima ABBA) y dos tercetos (rima CDC). Háganlo después ustedes inventando, creando el suyo propio, y verán. Podría haber elegido otra estructura, clásica o contemporánea, pero había que elegir una. Lo importante es que vean que voy a partir de una estructura poética encorsetada para evolucionar a una estrofa en prosa que se podría encuadrar en cualquier capítulo de cualquier novela negra, pasando por dos fases intermedias. Obviamente, si queremos llegar a una estrofa en prosa que sea parte de un relato negro, la temática del poema tendrá que ser oscura. Vamos a ello:

Huida del infierno arrastrando dolor,
por la soledad de calles vacías
transitadas por almas muy perdidas,
invisible, en la ausencia de calor.

La comprensión se diluyó en la nada,
en inviernos cuyo frío me hiela,
el frío cuya amistad me interpela,
desde atrás, soledad no deseada.

La vegetación está tan marchita
como el esqueleto de mi espíritu,
paisaje yermo, ruindad circunscrita.

En mi recuerdo ya no queda nada,
ni el camino de regreso al infierno,
pérdida permanente y agotada.

Bien, pues lo que vamos a hacer ahora es transformar el texto en otro poema, pero desposeyendo al original de la métrica, la rima y la estructura, es decir, vamos a transformarlo en un poema de verso libre que se va a parecer un poco más a la prosa, aunque siga siendo un poema:

Tan lejos del infierno y tan cerca,
pateando calles vacías si exceptuamos
todos esos espíritus perdidos
en el frío de una ciudad,
que ni entiende ni comprende,
que te envuelve en ese vaho frío
donde la soledad se congela,
de edificios decrépitos y parques
de naturaleza muerta y basura podrida,
en la que carezco de alma y de recuerdos,
ni siquiera el del regreso al infierno.

El siguiente paso será transformar este poema en un texto en prosa que algunos podrían llamar prosa poética, porque pese a ser prosa pura conserva la impersonalidad del poema, ya que no sabemos bien quién es el protagonista que transita un paisaje metafórico más propio que la poesía que de la prosa:

Recién salido del infierno con la sensación lúgubre de permanencia mientras camino por calles vacías rodeado de almas que tampoco entienden nada. Soy invisible. La esperanza de la añorada comprensión desapareció una noche de invierno cuyo frío es mi mejor amigo desde entonces y para siempre. Entro en un parque lleno de vegetación marchita, de bancos oxidados y vidrios rotos tan romos como las aristas de lo que un día fue mi espíritu. Ya no queda nada. Ni siquiera el camino de regreso al infierno.

Si nos fijamos bien, hemos transformado un texto poético en un texto en prosa, hemos evolucionado algo etéreo en algo un poco más terrenal si consideramos la poesía como arte sutil y la prosa como algo más tangible. Pero el texto todavía está bastante despersonalizado y es, aunque muy contundente, volátil. Vamos a personalizarlo inventándonos un protagonista que sufre en sus carnes esas desventuras de las que habla el texto y vamos a conservar recursos como las metáforas y las comparaciones presentes, pero las vamos a mezclar con frases que describan, con contundencia, situaciones más reales y reconocibles:

Pepe Reyes lo pasaba tan mal intentando sobrevivir para ayudar a los suyos que cada vez que tenía una buena racha, por leve que fuera, sentía que salía del infierno, aunque no lograba desasirse del todo de él. Tenía la sensación de ser un alma perdida que junto a muchos semejantes caminaba por calles vacías de gente normal, todos bastante invisibles para el sistema, que había dejado de comprenderlos y atenderlos mucho tiempo atrás. Lo peor era el invierno, porque si no se tiene techo o el que hace las veces es la bóveda de un subterráneo o un puente, el frío te acompaña siempre. La ciudad era sucia, sus edificios decrépitos, los parques eran museos de naturaleza muerta y porquería. A veces, Pepe pensaba que ya no le quedaba nada. Sus recuerdos habían muerto tiempo atrás. Y el camino de regreso al infierno no le hacía falta recordarlo. Porque el infierno iba con él a todas partes.

Acabamos de ver cómo partiendo de un poema hemos ido moldeando el texto hasta conseguir una estrofa que podríamos incrustar en una novela negra.

"Los ingredientes de una novela negra son: una buena trama, unos buenos personajes, una buena dosis de acción que contribuirá al ritmo y la ambientación o atmósfera"

La poesía y sus recursos literarios, principalmente el símil, la comparación, la alegoría y la metáfora, no es el único ingrediente de la novela negra, pero la dota de estilo. Un estilo que dependerá del propio autor. Yo particularmente cuando leo una novela negra que adolece de falta de estilo y en la que no hay ninguna metáfora, sencillamente, dejo de leer porque deja de interesarme.

Los ingredientes de una novela negra son: una buena trama, unos buenos personajes, una buena dosis de acción que contribuirá al ritmo y la ambientación o atmósfera, y en esto último va a influir mucho el estilo. Si hemos de puntuar, de mayor a menor estos ingredientes, en novela negra, claro está, podemos asegurar:

El conjunto que forman estos ingredientes siempre estará rodeado por el estilo.

"Los padres del género eran poetas. De hecho, a Edgar Allan Poe, considerado por los estudiosos como el padre del género, se le conoce más por sus poemas que por sus artículos o relatos"

Ahora mismo me es difícil recordar la trama de cualquiera de las novelas de la saga de Ataúd Johnson y Sepulturero Jones, de Chester Himes. Pero recuerdo Harlem y recuerdo a los mencionados policías, tan especiales, tan extravagantes, así como de los personajes secundarios con los que se cruzaban: chulos, macarras, putas, traficantes, pandilleros, predicadores locos, timadores… Y nos ocurrirá lo mismo con cualquier novela de Goodis o de Izzo. De Goodis recordamos la ambientación de lugares siempre plagados de desesperanza y los personajes, perdedores, y sus descensos a los infiernos. De Izzo recordaremos siempre la Marsella que nos describe y todos aquellos personajes inmigrantes que componen un mosaico racial y social y la atmósfera en la que se desarrollaban los hechos. ¿O es que alguien sabe así de primeras cuál era la trama de El sueño eterno? Yo recuerdo a Marlowe, a las dos hermanas y los garitos y los personajes secundarios, pero poco más. Y recuerdo la poesía que flota por todas estas novelas.

Los padres del género eran poetas. De hecho, a Edgar Allan Poe, considerado por los estudiosos como el padre del género, se le conoce más por sus poemas que por sus artículos o relatos. También Conan Doyle o Chandler eran poetas. Afirman con mucha razón Carlos Salem y Mariano Sánchez Soler en la presentación del libro Poetas del crimen: Por la paz, que las novelas negras clásicas tienen mucha carga lírica y citan algunas frases de grandes novelistas negros:

«Se fue sin más, como un puño al abrirse la mano» (El halcón maltés, de Dashiell Hammett).

«Si no fuera duro no estaría vivo, si no pudiera ser tierno no merecería estarlo» (Playback, de Raymond Chandler)

«Todos nosotros, que debutamos en la vida con una tara irreparable, que deseábamos tanto y habíamos obtenido tan poco, que con tan buenas intenciones tan mal acabamos… Todos nosotros… Todos nosotros» (El asesino dentro de mí, de Jim Thompson).

Y añado yo de mi cosecha, porque a mí me gusta especialmente David Goodis, la siguiente: «Tendió la mano para cogerlo e iba a llevárselo a los labios cuando la vio entrar en el salón de cócteles. Avanzó hacia él cual una hoja de fino acero blanco azulado, como si fuera a cortarlo en dos. Aquí viene —pensó, mirando desconsolado la silueta de su mujer; y cerró los ojos y deseó mantenerlos así durante mucho, mucho tiempo y se dijo—: Punto uno, no puedes soportar verla. Punto dos, no puedes soportar la idea de perderla. Punto tres, en nombre de Dios, ¿qué diablos te pasa?» (Descenso a los infiernos)

Volviendo a Poetas del crimen: Por la paz, que, por cierto, publica la editorial Alrevés, hay que decir que es un acierto haber pensado en publicar una antología poética de novelistas negros españoles que además son poetas, y que cumple dos funciones. Una didáctica, al relacionar a novelistas negros con la poesía, relación que no todo el mundo tiene clara. Y otra benéfica, ya que tanto los autores como la editorial renuncian a cualquier tipo de beneficio para donarlos a ACNUR con el objetivo de ayudar a los refugiados ucranianos.

Otro acierto es haber reunido a dos generaciones, por no decir a tres. Desde Montalbán o Merinero, tristemente fallecidos, a Jordi Ledesma o David Llorente, pasando por Carlos Zanón, Lorenzo Silva o Víctor del Árbol.

Como cierre y como primicia para Zenda, les dejo uno de los poemas con los que he participado en la antología, titulado «Como en una novela de Goodis». Espero que les guste.

Almas sin redención posible,
que se alejan en el tiempo,
hacia espacios imposibles,
por veredas de derrota y de pérdida,
como en una novela de Goodis,
como espectros incapaces de ver una oportunidad
ante sus ojos cansados,
protagonizando historias tristes, grotescas,
como si no hubieran sabido elegir,
con sus infiernos particulares,
hacia un infierno general para todos,
porque todos se reconocen a la entrada,
por el fracaso tatuado en sus miradas,
como un anuncio de modernos neones,
con las puertas del averno abiertas de par en par.

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Bixen
2 años hace

Del averno abiertas de par en par
son las puertas cerradas en un simpar.