En un mundo literario tan cambiante y tan complejo, pocos autores pueden tener una visión tan completa del panorama como Antonio Parra Sanz (Madrid, 1965). Además de escritor, organizador de Cartagena Negra y crítico literario, es profesor de Lengua Castellana y Literatura, pero profesor de los buenos, de los que dejan huella en su alumnado.
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—Tus últimas dos novelas, publicadas con apenas tres meses de diferencia, son proyectos creativos especiales. La primera, Los muertos de las guerras tienen los pies descalzos (Cosecha Negra, 2021), la escribes a cuatro manos con Alfonso Gutiérrez Caro, y cada uno aportáis vuestro detective a la historia. ¿Cómo surgió este proyecto?
—De una manera un tanto folklórica, en la presentación de una novela de Alfonso nos hicieron una foto y, al subirla a redes sociales, surgió la broma de si quienes aparecían en ella éramos Alfonso y yo, o Alonso y Gomes, y de aquello nació la idea de arrancar una colaboración, de la inquietud de preguntarnos aquello tan literario de “¿qué pasaría si…?”. Lo demás ya vino rodado: yo tenía el esbozo de una historia que coincidía también con un tema que Alfonso llevaba tiempo queriendo tocar, así que empezamos a trabajar, y luego ya todo siguió rodando.
—¿Cuál ha sido vuestro método para crear la novela?
—Como te decía, a partir de una idea muy primitiva, nos dimos cuenta de que coincidíamos en lo más importante, el nudo de la misma, y desde ahí cada uno empezó a hacer aportaciones, con las que nos fuimos enriqueciendo y modificando la historia, salvo en su final, que era algo que teníamos diametralmente claro desde el inicio. Nos reunimos un par de veces para sentar las bases de la historia y rápidamente tuvimos claro el camino a seguir: cada uno arrancaría su parte de la trama, con su personaje, y a partir de cierto momento, la trama haría converger a ambos detectives, “condenándolos” a trabajar juntos, así que durante los dos siguientes tercios de la novela los tendríamos compartiendo protagonismo.
—¿Y cómo fue la escritura en esta parte de la historia, en la que los dos protagonistas tenían que interactuar?
—Muy fluida, la verdad. En primer lugar organizábamos el plan narrativo de cada capítulo, las líneas por donde iba a seguir transcurriendo la historia, y luego cada uno se ponía a la redacción en su turno. Obviamente, intentamos escribir los capítulos en los que nuestro personaje llevase algo más de peso escénico, pero como la mayor parte del tiempo eran situaciones compartidas, fuimos turnándonos, eso sí, consultando cualquier duda que surgiera o cualquier posible modificación que se nos ocurriera. Ahí es donde estaba el principal escollo, o nuestro mayor temor, en los diálogos, en acertar con el habla del otro personaje, pero por fortuna, como los dos nos habíamos leído previamente, fuimos capaces de hacerlos hablar sin problemas.
—Hay quien cree que la escritura a cuatro manos sacrifica la calidad literaria y consideran estos libros producto de una tormenta de ideas. ¿Algo que decir?
—Es importante la tormenta de ideas, obviamente, porque de otra manera no saldría obra alguna, pero quizá es más importante la voluntad de colaborar. En nuestro caso, ambos habíamos leído las obras previas del otro, ambos conocíamos al detective del otro, y la idea de ponerlos a trabajar juntos era algo que nos seducía mucho. Lo de sacrificar la calidad literaria no termino de comprenderlo, porque al menos nosotros nos entregamos a la redacción de la novela con toda la pasión y la profesionalidad que habríamos empleado de ser una novela individual. Yo creo que el secreto en estos procesos compartidos radica en escuchar, en respetarse y en empatizar con la otra persona, y de esa forma la calidad no solo no se resentirá, sino que se irá enriqueciendo con las aportaciones del otro.
—Me gustaría que nos dieras ejemplos de clásicos y grandes obras escritas a varias manos.
—Bueno, en eso seguro que tú estás mucho más versada que yo, seguro que conoces las sospechas de que Dumas trabajaba con numerosos autores, algunas producciones conjuntas de Dickens y Wilkie Collins, o el supuesto equipo de colaboradores con el que decían contaba Stephen King. No es algo original ni novedoso: colaboraciones literarias se han dado en épocas anteriores, algunas oficiales y otras más bañadas por las sombras, pero por citar dos casos que me han llamado mucho la atención, podríamos hablar de Borges y Bioy Casares, que unieron fuerzas para escribir relatos de misterio, y que crearon incluso a un autor ficticio que publicó un par de libros: Bustos Domecq; y también de Maj Sjöwall y Per Wahlöö, que con su literatura darían el pistoletazo de salida a la novela negra nórdica. Hoy podemos decir que estamos viviendo una especie de boom colaborativo, ya sea con fenómenos como el de Carmen Mola, institucionalizado y orquestado editorialmente bajo su seudónimo, o bien con trabajos como los realizados por Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga, y ya más concretamente en el género negro las obras publicadas por Lorenzo Silva y Noemí Trujillo, Jordi Ledesma y José Ángel Mañas, Jazz Bocanegra (Ángel Vallecillo y Vicente Álvarez), Camilla Läckberg y Henrik Feseus, o el caso curioso de una madre y su hijo: Beatriz Roger y Luiso Soldevilla. Como ves, hay para elegir, y no creo que la calidad se resienta, sino todo lo contrario.
—La segunda obra que acabas de publicar es Entre amigos (Menoscuarto, 2022), la sexta entrega de la detective Sonia Ruiz, continuación de la historia que iniciaron Lorenzo Silva y Noemí Trujillo, precisamente, y para la que han escrito también Andreu Martín, Esteban Navarro y Claudio Cerdán. ¿Cómo te has adaptado a la creación de otros?
—Muy bien, la verdad. He tenido la fortuna de seguir la serie desde su primer título, porque el proyecto me parecía de lo más atractivo, así que ya conocía tanto al personaje como el universo que habitaba, y eso ha hecho mucho más sencillo respetar dichas cuestiones, sin que se viera restada la libertad creativa o argumental. De hecho, el editor, José Ángel Zapatero, fomenta esa libertad y lo único que me prohibió fue matar a la propia Sonia, por razones obvias. Ahora en serio: ha sido una delicia, aunque teñida de responsabilidad, precisamente por mirar hacia atrás y leer los nombres que me habían precedido, pero en cuanto te pones a trabajar con la trama y te dejas llevar por las manos de la detective todas esas prevenciones desaparecen y sólo queda disfrutar.
—Pero en estas circunstancias, ¿es posible mantener tu voz autoral?
—Está claro que se trata de seguir un camino marcado, una senda, pero para ello se pueden utilizar numerosas rutas, y una de ellas consiste en la propia voz, por supuesto, aunque siempre teniendo en cuenta que hay que moverse en un mundo ya existente y manejar el carácter de un personaje ya formado al que, eso sí, se le puede hacer cambiar, disfrutar, sufrir… En definitiva, proporcionarle otras vivencias que le vayan enriqueciendo. Quizá eso sea lo mejor que tiene la serie, el hecho de que ningún autor renuncie a sus señas de identidad, sino que las combine con las de una mujer que tiene un carácter tremendamente marcado. En mi caso traté de mantenerme presente en dos aspectos que me resultan fundamentales: los diálogos y el ritmo.
—La forma de crear novela ha cambiado en los últimos años. Uno de los hitos fue la aparición de 2006 de la plataforma online Wattpad. Esta plataforma de lectura y escritura, que también funciona como una red social, permite el contacto directo entre lectoras y escritoras (aquí ellas son la mayoría), e incorpora procesos como betear (la lectora aporta propuestas a la historia que se está creando y que la autora decide si incorporar en los siguientes capítulos). ¿Estamos en un momento de dictadura del lector?
—El lector siempre es el rey en la literatura, porque tiene en su mano la pervivencia de la misma, eso no deberíamos olvidarlo. De lo contrario se llenarían los cajones de obras inéditas y de otras tantas nunca leídas. Concibo la escritura como algo que se expresa para lanzarlo al mundo y que sea leído por los demás, así que el respeto hacia el lector para mí es máximo, y si lo que escribo no pasa el filtro del primer lector, que soy yo, no vale para salir al mundo. Estas plataformas de las que hablas pueden suponer un punto atractivo para la creación literaria, pero no deberían ser las que marquen las normas, porque entonces correremos el riesgo de escribir demasiado a la carta, y ya sabemos lo caprichoso que puede resultar el ser humano. De todas maneras, lo de “betear” lo hacemos siempre los escritores. No hay más que atender a las sugerencias que nos hacen nuestros “lectores cero”.
—En este momento de cambio, ¿está en peligro la figura del escritor, o estamos inmersos en un cambio de paradigma?
—Quiero pensar que el escritor como tal no desaparecerá nunca, mientras sigamos siendo seres curiosos a los que nos gusta que nos cuenten historias. Lo que ocurre es que los medios para contarnos esas historias se han visto modificados indiscriminadamente por la tecnología, llámese plataformas digitales, series, blogs, redes sociales… y eso ha provocado la eclosión de una “fauna literaria”, si se me permite la expresión: personas que se creen que tuiteando, o escribiendo un post ingenioso, ya se han convertido en escritores, y eso es peligrosísimo, porque además es gente que no lee mucho, así que rápidamente se le ven las costuras literarias. La pandemia hizo mucho daño en ese sentido: recluidos en nuestras casas, muchas personas creyeron que escribir era un juego de niños y se pusieron a la faena, para luego cometer otro pecado de lesa vanidad, pensar que ya el mundo les debe la oportunidad de publicar sus palabras. Y la literatura es otra cosa, es leer, y leer y seguir leyendo hasta ser capaces de sentarse en silencio, en soledad y con paciencia, y sólo entonces crear una historia que interese y tenga una mínima calidad.
—Además de escritor, eres profesor de Lengua y Literatura en Educación Secundaria. ¿La forma de leer también ha cambiado en las nuevas generaciones?
—Por supuesto, pero no considero que sea algo malo. Eso de que los jóvenes no leen no es cierto del todo, ni tan categórico como nos quieren hacer creer, hay jóvenes que leen, y mucho, y lo hacen en diferentes medios, y otros que no abren un libro en su vida, que se nutren de los vídeos en las redes sociales, de la telebasura o los videojuegos. Pero eso ya ocurría hace décadas. El reto que tenemos por delante los educadores es en esencia el mismo de siempre: mostrar a los alumnos la belleza y sobre todo la atracción que tienen las obras literarias, y todo lo que les pueden aportar, y además, hacerlo resaltando la ventaja que tiene vivir en un mundo que tiene la tecnología a un golpe de pulgar, y con ese golpe se puede, y se debe, acceder a tanta cultura como podamos, y por supuesto a tanta literatura como sea posible.
—¿Por qué escribes? Dicho de otra forma, ¿qué es lo que te aporta la escritura?
—Escribo porque soy lector. De otra forma no lo habría conseguido nunca, y quizá ni me lo hubiera planteado. Escribo porque un día pensé si sería capaz de escribir historias parecidas a las que me gusta leer. Escribo porque llegó un momento en el que me vi fabricando tramas en mi cabeza y sentí la necesidad de contarlas. Pero sobre todo escribo, y leo, porque mi relación con la literatura me vuelve una persona más feliz. De ahí que me apasione participar en cualquier acto relacionado con la misma. Creo que no se puede ser únicamente autor literario si no se es lector, y si no se tiene la inquietud de compartir con los demás lo maravilloso que encierra la literatura. Para mí es una acción global que llena mi vida: leer, escribir y contagiar mi amor por la literatura.
—Escritor, lector y profesor, y también organizador de eventos literarios, como Cartagena Negra o el Encuentro Literario de Autores en Cartagena (ELACT). Además de felicidad, estoy segura de que la literatura también te ha arrastrado a momentos complicados.
—Mentiría si lo negase. Organizar eventos literarios, como dices, a veces es muy poco agradecido, sobre todo cuando ves que no hay asistencia suficiente, que no has logrado despertar el interés necesario… Son situaciones en las que, al principio, culpas al mundo en general, para luego pasar a culparte a ti mismo, a valorar qué no has hecho bien, hasta que logras comprender que la cultura no se puede imponer, y que es mejor contagiarla y valorar la asistencia de quien verdaderamente está interesado en ella. En cuanto al plano puramente organizativo, tengo la suerte de que estos eventos me han permitido conocer a grandísimas personas, no sólo autores, sino personas con las que da gusto compartir mesa y palabras, aunque también, por desgracia, he topado en el camino con algunas otras presuntuosas, que ponían por delante el tema del dinero, o que llegan invitadas a un evento y exigen cosas y trato como si fueran, qué sé yo, estrellas de la música o el cine, y a veces son los peores, porque son quienes tienen menos talento literario. En esos momentos te duele, pero rápidamente aprendes a reconocer a qué tipo de personajes no tienes que volver a invitar. Ya en la faceta privada de escritor, algún momento negativo he tenido, como todo el mundo. Incluso tuve una gran crisis creativa en la que pensé que jamás volvería a escribir: todo era oscuro, sin ideas, sin ganas. Pero Amalia, mi mujer, me rescató regalándome un cuaderno y una pluma, y con aquel detalle, aparentemente tan simple, me devolvió las ganas que estaba perdiendo. A veces nos cuesta reconocer la importancia de las personas que nos soportan cuando escribimos y son fundamentales para que podamos seguir haciéndolo.
—¿Cuál es tu próximo proyecto?
—Siempre hay cosas rondando la mente, siempre hay ideas llenando un cuaderno… Ahora mismo ando con unos relatos negros, con idea de que conformen un volumen de historias cortas de mi detective Sergio Gomes, y sigo con la voluntad de terminar una novela satírica en la que llevo ya demasiados años trabajando. Pero si hablásemos dentro de un mes, quizá te contaría otro proyecto, por eso es tan adictivo lo literario, porque no sabes dónde te espera la creatividad para propinarte un nuevo mazazo en la cabeza.
Me gusto muchisimo. Me encanta leer. Soy un gran defensor y promotor de la Lectura como llave de la educacion, la cultura y la formacion integral. Me fascinan sus articulos. Son muy ricos e interesantes.
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