Después de sobrevivir a la «tormenta» que le supuso tomar el testigo de la saga Millennium tras la muerte de Stieg Larsson, David Lagercrantz ha hecho caso de una de sus pasiones infantiles, Sherlock Holmes, para escribir Obscuritas, un thriller político que es la primera entrega de una pentalogía.
Pero Lagercrantz va más allá, y ha demostrado que el engranaje de su máquina literaria está en perfecto estado, ya que detrás del asesinato de un refugiado afgano el lector comprobará que la fecha de 2003 no es un capricho al azar, porque se trata del año donde «el mundo se empezó a romper». «Antes del 11-S éramos un mundo unido —ha añadido— y a partir de ahí empezaron unas guerras con consecuencias nefastas como la crisis de los refugiados, el Brexit o Donald Trump. Ahora vivimos en un mundo herido y la esperanza que teníamos se ha roto. Por eso arranca en 2003 la novela, porque es cuando Estados Unidos empieza a tener actuaciones que han sido devastadoras y desoladoras».
Se refiere el también periodista sueco (Solna, 1962) al hecho de que cuando Estados Unidos se dio cuenta de que sus «derechos humanos habían sido violados», ellos hicieron «lo mismo» cuando comenzaron a «torturar a presos» en cárceles donde reinaba la oscuridad y el frío. «Esta novela se desarrolla antes de que supiéramos que habían torturado a prisioneros», ha añadido sobre el tema que hará acercarse al depresivo Rekke a Vargas y a un grupo de políticos y policías que no brillarán precisamente por su buena labor.
Con un discurso también crítico contra el régimen talibán y su afán de destruir todo lo que sea bello, como la música, Lagercrantz ha afirmado que tras «sobrevivir a la tormenta» que le supuso continuar con la saga Millennium, ahora se va a centrar en esta nueva pareja de investigadores que no dejarán que las mentiras les «ahoguen». Y, según ha avanzado, de la mano del personaje de la policía chilena, en sus próximas entregas Chile estará muy presente, porque seguirá ahondando en la tortura, en este caso en la que se ejerció durante la dictadura de Pinochet. «Durante mi infancia los refugiados que había en Suecia eran sobre todo de países que vivían dictaduras. Actualmente hay muchas personas que llevan las heridas de sus padres, aunque sean ya una segunda generación, y el personaje de Vargas me gusta mucho porque es la que baja a Rekke a la realidad», ha concluido.
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