Ensoñación y misterio. Además de nieve, alcohol y diálogos surrealistas.
La novela es muy Peter Cameron (1959, New Jersey). Un escritor que produce pequeñas obras de arte como mecanismos perfectos en los que todo encaja. Lo conocí en Nueva York hace unos años. Era amigo de un amigo y fui a visitarlo a su estudio en el piso doce de un antiguo rascacielos de Manhattan. Ascensores renqueantes y pasillos estrechos con puertas pintadas de verde turquesa. Me abrió un tipo delgado, con la cara llena de hoyuelos y una sonrisa cordial. Me mostró su taller, donde encuadernaba libros en mínimas tiradas de diez ejemplares, de obras que le gustaban o de sus propias obras.
Dijo: “Esto lo hago para despejar la mente. Si escribes, necesitas realizar alguna actividad manual que no requiera pensar”.
Había sido profesor universitario, impartía literatura y escritura creativa. Pero eso suponía un enorme esfuerzo intelectual: preparar las clases, corregir los ejercicios de los alumnos… Así que decidió buscar un trabajo administrativo de media jornada para tener un sueldo fijo y centrarse en la escritura.
Dijo: “Escribir me cuesta mucho, cuando acabo una novela estoy exhausto. No tengo fuerzas para empezar la siguiente. Debo vaciar la mente de esa historia y de esos personajes, y entonces es cuando me dedico a encuadernar”.
Me mostró sus trabajos con telas, con papeles tintados, con ilustraciones. Delicadas piezas artísticas.
Piezas que recuerdan a sus propias novelas. Que recuerdan a Algún día este dolor te será útil (Libros del Asteroide, 2012), a Coral Glynn (Libros del Asteroide, 2013), a Lo que pasa de noche. Una novela que empezó hace quince años. Se le ocurrió un día que iba en tren a Nueva York y el río estaba helado y pensó en una pareja sentada enfrente, quiénes son, adónde van, qué hacen… Las historias de Cameron arrancan siempre a partir de una imagen. Y esta imagen es potentísima, esta imagen de la pareja estadounidense llegando a una estación en medio de la nada nevada se te queda en la retina durante toda la lectura. ¿Quiénes son, adónde van, qué quieren, qué relación existe entre ellos? ¿Se aman?
Se aman.
Esta historia es la historia de un amor. ¿Un amor pequeño o un amor grande? Ella, la mujer, está muy enferma; él, el marido, cree a toda costa que el bebé que van adoptar es capaz de salvarla. Y en esos días inciertos —no sabemos cuántos, no sabemos dónde— que pasan en la ciudad sitiada por la nieve, se desvela lo que une y desune a esa pareja. Y se desvela gracias a ese desfile de extraños caracteres que habitan el sueño nevado. Una cantante mayor de belleza marchita, un camarero estólido, un santón con aire rasputiniano, un ejecutivo homosexual un poco desnortado. Y la nieve, que cae, incesante, algodonosa.
Lo que pasa de noche te trasmite esa sensación confusa, de avanzar entre la tormenta de nieve y no tener claros los límites del camino. Lo único que puedes hacer es ir a tientas y dejarte llevar, dejarte conducir por el placer del misterio, ¿qué sucederá?
Lo que pasa de noche es parte de esa otra literatura, porque además de superventas, además de los grandes nombres que llenan los suplementos literarios, tiene que haber escritores dedicados y silenciosos, orfebres de la escritura. Para lectores dedicados y silenciosos. Quienes son, en el fondo, los más exigentes.
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Autor: Peter Cameron. Título: Lo que pasa de noche. Editorial: Libros del Asteroide. Traducción: Catalina Martínez. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Excelente reseña de una muy singular y delicada novela. ¡Felicitaciones!